El 'generocidio', la mujer y la Iglesia
Espeluznante y valiente el artículo-informe de Ayaan Irsi en EL PAÍS del pasado día 15 relativo a la violencia contra las mujeres. No obstante, es muy necesario señalar, que al describir ese amplio abanico de sectores a los que habría que requerir intervención, se olvida -como generalmente ocurre- de quienes más responsabilidad tienen en la conformación del imaginario y tabla de valores, que ha determinado secularmente el dominio del hombre sobre la mujer: las religiones. Y hay que hablar de religiones sin cubrir siempre el expediente recurriendo a la socorrida sharia, o con el vaporoso eufemismo de "las culturas". Hay que preguntar de una vez a la religión cristiana si ha pedido perdón a las mujeres por haberlas marcado ya desde el Génesis con el secundario papel de aliviar la soledad del hombre, de haberle cargado el mochuelo de la pérdida del paraíso haciéndola portadora de las tentaciones y actos impuros, de haber necesitado un Concilio para dilucidar si tenía alma, de haber llegado entre otros desprecios al extremo de optar por los castrati para tener voces agudas en los coros sin que la carne pecadora habitara la sillería.
No sólo "hay culturas que cortan los genitales a las niñas". Son los dogmas los que en unos lugares mutilan con la herrumbrosa navaja, y en otros tratan de hacerlo con atávicas doctrinas que asignan a la mujer el papel de reproductora y madre, secularmente subsidiaria del varón. Por eso, cuando ella traspasa esa linde, es cuando en tantos casos surge la tragedia. De ahí que la ayuda de Roma a la mujer sería inestimable no sólo en lo concerniente al preservativo, sino actualizando actitudes y textos en la enseñanza e incluso en la eucaristía. Es que no se han movido un milímetro.
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