Buen trabajo
Lo de empezar los conciertos a las diez y media de la noche no es una buena idea. No son horas como para que el público que ha de trabajar al día siguiente acuda en masa al Auditorio, y seguramente por eso no se llenó éste para escuchar a una orquesta de calidad tan reconocida como la Sinfónica de Galicia, con su titular al frente, un pianista de campanillas, un programa atractivo y unos precios estupendos.
La parte más sólida de la sesión recaía en la Undécima Sinfonía de Shostakóvich, partitura muy querida por Víctor Pablo Pérez, que la reivindica sin dudas, que quizá ve en ella una suerte de suma de las ideas y los procedimientos de su autor y que también por eso sabe destacar lo que propone -por junto y por separado- de descripción y reflexión, sus líneas de fuerza, su lógica interna y la raíz de su escritura. Grandísima versión, muy distinta pero muy complementaria de la que diera en Madrid Leonard Slatkin al frente de la ONE esta misma temporada. O viceversa. La orquesta -magnífica toda la noche- rindió en plenitud y demostró lo muy bien trabajada que tiene la obra con su maestro.
Orquesta Sinfónica de Galicia
Víctor Pablo Pérez, director. Nikolai Luganski, piano. Obras de Schedrin, Rachmaninov y Shostakóvich. Auditorio Nacional. Madrid, 15 de marzo.
Con el pianista ruso Nikolái Luganski, Víctor Pablo Pérez planteó una muy opulenta versión del Concierto nº 2 de Rachmaninov que tardó un poco en asentarse. El solista lució su habitual sonido poderoso y esa técnica limpia y un punto distanciada que lo caracteriza y que suele venirle muy bien a esta música que hoy él es capaz de hacer como muy pocos. La orquesta le echó arrojo lírico, y el segundo y, sobre todo, el tercer movimiento entraron ya por la vía del entendimiento pleno hasta la conclusión.
Abrieron programa los Dos tangos de Albéniz, de Shchedrin, un arreglo del compositor ruso sobre el de Camprodón que no es precisamente música de primera clase. Como todo lo que tiene de banal lo tiene también de lucida, sólo se explica que, en previsión de la hora de salida, alguien decidiera que lo mejor era poner las propinas al principio y así nos quitábamos el cuidado.
Babelia
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