Respuesta de Rodríguez Adrados
Mi artículo del 19-II Un poco de racionalidad ha provocado una respuesta de los señores Comajoan y Del Valle (EL PAÍS, 9-III). Gracias les doy por su atención, igual que al señor Siguán, que siguió una línea diferente de la mía en el mismo periódico del 19-II (lo acepté cuando EL PAÍS me lo propuso). Luego han venido varios más. No tengo más remedio que explicarme e insistir.
Muchas de las cosas que dicen mis críticos yo las firmaría, en realidad las dije ya. Seguirá el bilingüismo de castellano y catalán. Lo de Albania es exagerado porque, precisamente, el castellano seguirá. Y no dije que nadie pusiera multas por hablar castellano. Continúa en las relaciones personales mucho de la antigua normalidad. Lo dije.
Pero todos mis críticos olvidan el tema esencial: la persecución legal, social y política del castellano hoy, su erosión, que dice Boadels. Su conversión en una lengua hablada de bajo nivel (oficial, ninguno).
Porque los letreros en castellano en Cataluña son resto del pasado, ahora les ponen multas; lean los periódicos esos catalanes radicados en Massachusetts y Nueva York. Y si algunos escamotean la inmersión lingüística (ya lo decía yo), éste no es un argumento, salvo para que sea erradicada por antinatural y forzada. Y nadie ha refutado lo de que exigen o quieren exigir el catalán para mil cosas. Ni lo de la presión social para que se hable sólo en catalán en toda clase de reuniones (y en el Parlamento). Nadie ha refutado que el castellano o español no es sólo la lengua de un grupo y la lengua oficial de España: es la lengua común, general, de toda España, propia de todos. Esto no quieren oírmelo.
Había libertad, ahora crece la agresión de los fanáticos. Ésta es la realidad, ¿por qué la esconden.
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