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Columna
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Y el ganador es... ¡Irán!

Andrés Ortega

En su famoso discurso de 2002, Bush incluyó a Irán en lo que llamó el "eje del mal", junto a Irak y Corea del Norte. Cuatro años después, Pyongyang sigue en sus trece, la política de la Administración de Bush no se ha deshecho de Irak, sino que lo ha deshecho, y ésta ha dado a Irán mucha más influencia y poder de lo que "ningún ayatolá ambicioso hubiera nunca imaginado", como señaló The New York Times. Para empezar, Irán se ha encontrado con que la invasión de Irak ha multiplicado el valor y el precio de su crudo, con lo que dispone de más fondos y más influencia. Además, en el nuevo reparto de cartas de la globalización, China ha convertido a Irán en socio estratégico, aunque ni Pekín ni Moscú quieran que Irán se haga con la bomba. De hecho, a ninguno de sus vecinos le interesa un Irán más poderoso, y sin embargo, es con lo que se encuentran.

Hoy por hoy, el que más ha ganado con la invasión de Irak ha sido Irán. El poder en Irak se ha desplazado a los chiíes, y entre éstos, Irán tiene una gran presencia en todos los órdenes en el sur del país. Y si la situación degenera en guerra civil abierta, pesará aún más. Revancha de la historia, Irán se ha convertido en el país con más influencia en Irak, y, además, también influye en Afganistán.

La política de no intromisión en el conflicto israelo-palestino seguida por Bush ha contribuido a la victoria de Hamás en las elecciones palestinas. Y ahora, la política de aislamiento del movimiento terrorista y fundamentalista propugnada por EE UU e Israel está echando a Hamás en los brazos de Irán. En el vecino Líbano, Hezbolá se está también transformando de grupo armado en movimiento político chií, con unos hilos que llegan a Teherán.

En cuanto a la cuestión nuclear, con cada presión sobre Irán, el régimen internamente se fortalece, se unen los dos rivales internos -el ayatolá Jamenei y el presidente Ahmadineyad-, y cobra vigor el nacionalismo. El envío del dossier iraní del Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) al Consejo de Seguridad de la ONU puede considerarse como un éxito diplomático de EE UU, aunque el primer paso esperado no sea una resolución sino una declaración del presidente del Consejo y que Viena prosiga su trabajo. Los europeos están por el gradualismo. Más allá, y porque además el mercado lo desaconseja, Washington no tiene garantizado que el Consejo de Seguridad adopte sanciones económicas contra Irán basándose en una inversión de la carga de la prueba. Menos aún cuando Bush acaba de darle trato de aliado estratégico a India, un país que se ha hecho con el arma nuclear (y que, contrariamente a Irán, no es parte del Tratado de No Proliferación). Irán sigue y seguirá jugando con la diplomacia. Cabe recordar que en su anterior toma de posición, el OIEA introdujo una referencia al "objetivo de un Oriente Medio libre de armas de destrucción masiva", lo que implica las nucleares israelíes, otro tanto para Irán.

Irán sabe que Washington dispone de pocas opciones. Si EE UU o Israel le atacan (el Consejo de Seguridad difícilmente lo aprobaría) sólo conseguirían, si acaso, retrasar el supuesto programa iraní unos meses o años, y de nuevo unir a la sociedad iraní contra el enemigo externo -quizás es lo que busca Teherán-, y soliviantar a una parte de la sociedad musulmana global, además de dificultar aún más toda posible solución para Irak. Algunos expertos creen que EE UU puede invadir el fronterizo Juzestán, donde Irán tiene la mayor parte de su riqueza petrolera, y que Sadam Husein, alentado por Washington y Riad, intentó conquistar en la primera guerra del Golfo. No sería fácil (y acabaría en manos iraquíes), pero eso es lo que está también en juego. De momento, al menos, gana Irán. ¿Rectificará Bush? Debería. Pero Washington nunca ha sabido tratar a los persas. aortega@elpais.es

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