Las sombras de la dama
Desde su primera novela, La biblioteca de la piscina, el británico Hollinghurst (52 años) se ha situado en un plano de ambición y de tradición asumida. Novelas largas, bien construidas, que pretenden revelar, sin desdeñar lo social ni lo psicológico, un panorama de la homosexualidad en el ámbito contemporáneo. En tal senda, La línea de la belleza tiene una especial relevancia historicista, al intentar un friso -desde lo intimista- de los años cenitales del thatcherismo en el Reino Unido.
"Ella" o "la Dama" -como
LA LÍNEA DE LA BELLEZA
Alan Hollinghurst
Traducción de Jaime Zulaika
Anagrama. Barcelona, 2006
577 páginas. 22 euros
frecuentemente se alude a la primera ministra conservadora- es la sombra (y la momentánea presencia en un baile, una buena escena de la novela) que planea y da sentido a todo el relato, que mostraría, a la par, de 1983 a 1987, que la derecha siempre gana, haciendo buena la tradicional expresión inglesa de "vicios privados, públicas virtudes".
En tal sentido es importante el punto de mira de Nick, el protagonista: un chico de provinciana clase media, que ha estudiado en Oxford y es gay, lo que le permite relacionarse y hacer amistad con miembros de la clase alta. (Habrá que recordar que el Reino Unido sigue siendo hoy el país más clasista de Europa). Nick, que prepara una tesis sobre el estilo de Henry James, va a vivir un tiempo -que resultará años- a la casa patricia de uno de sus compañeros de universidad, Toby, un chico heterosexual del que está secretamente enamorado. Su madre es una aristócrata de origen judío, y su padre, Gerald Fedden, un parlamentario tory, prometedor y rico. El conjunto se completa con la hermana de Toby, Catherine, chica inestable, con un trastorno bipolar, tratada con litio, sus novios y los novios de Nick, la grata tolerancia que rodea a la familia conservadora (cuyo triunfo social será invitar a la Dama a una fiesta privada en su casa) y la aparición de una clase emergente, que por dinero, se unirá a la clase alta y a los conservadores, a cuyo partido donan millones: los Ouradi, una familia de empresarios libaneses, cuyo tosco padre es sostén económico del thatcherismo, mientras su hijo, el elegante y descreído Wani, pasará de amigo de Toby a novio semisecreto de Nick, sin que cesen sus aventuras. De todos se apodera (como de la época) un afán fácil de dinero y placeres -sexo y cocaína- que la inquietante realidad del sida sólo truncará al final, cuando mueren o se contagian amigos y amantes, mientras la sólida pantalla conservadora se resquebraja: el diputado tory no sólo se ve envuelto en embrollos financieros, que arruinan su carrera política, sino también en otros sentimentales... El perdedor, un desencantado Nick, que ve cómo naufraga el esnobismo, a la par que su multimillonario novio Wani enferma gravemente de la plaga...
Desde un punto de vista for
mal La línea de la belleza (que va desde el estilo artístico a la raya de coca) es una novela muy clásica, con no pocos guiños a James. Una novela muy bien construida, bien cuidada, pero que no parece querer investigar en ningún procedimiento novedoso. Es una novela morosa en su andar, pero no lírica ni tampoco introspectiva. Una buena novela de siempre, con el matiz del sutil análisis político -a través de la privacidad de los individuos- y el añadido de un retrato de la vida gay de una clase que lo admite pero no lo quiere. (Wani, que busca ardientemente ser sodomizado, tiene novia para la galería). El héroe -jamesiano- es el pobre Nick, a quien casi todo se le desmorona, si bien es quien ha vivido su opción sexual gay más abierta y francamente. Una novela ambiciosa (y clásica) que enseña la privada imbricación de todo lo público. Thatcher baila encantada con un gay, sin saberlo.
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