"En la empresa todo el mundo lo sabía y todos callaban"
Un jefe pide "amabilidad" a su subordinada y la toca "sin querer" cada vez que pasa cerca de ella. Pero ni el hombre es amable ni actúa involuntariamente. Practica el acoso sexual. Así lo acaba de declarar un juzgado de lo social de Madrid, que ha condenado a la empresa Caprabo por esa conducta de un empleado contra una trabajadora, Lidia Selena Paniagua.
-"Si quieres un adelanto de la nómina, tienes que ser amable conmigo".
-"Sí, sí. Yo voy a ser educada con usted, pero como trabajadora".
-"Tú eres inteligente y sabes a qué me refiero. Si haces lo que te propongo, tendrás más privilegios".
Ésta es una de las conversaciones que Lidia recuerda de su etapa como empleada en una pescadería de la cadena de supermercados Caprabo, en Madrid. Al rememorarlo, a esta mujer ecuatoriana se le saltan las lágrimas. Tiene 36 años y cuatro hijos, y en diciembre de 2004 empezó a trabajar en Caprabo. "Desde el primer día, el jefe empezó a tocarme el culo. Cuando yo preparaba el pescado, me pasaba rozando. Se lo decía y me contestaba: 'Perdona, no me he dado cuenta'. Pero a los cinco minutos lo hacía de nuevo", relata.
Lidia soportó que a diario le hiciera comentarios obscenos y despectivos. "Cuando me quejaba, me maltrataba, me decía que era una inútil, una idiota que no servía para nada. No me dejaba ir a desayunar, ni ir al baño. Llegó un momento en el que cuando me despertaba me ponía a llorar sólo de pensar que tenía que ir a trabajar".
¿Decían algo los compañeros? "No. Lo que más me indignaba era que todo el mundo lo sabía: el encargado de la pastelería, de la pollería, los compañeros de la pescadería. Todos callaban. Un día que me enfrenté a él, un compañero me dijo que me callara, que me iban a echar, que me iba a ir como se habían ido otras".
Ella habló con el encargado de la tienda, quien le dijo que no tenía tiempo para investigar lo que pasaba, explica la mujer. Que si no "aguantaba más", podía firmar una renuncia voluntaria. De vuelta a su puesto, el acosador la recibió riéndose. La empleada acabó con una baja por depresión. Puso una denuncia penal contra el acosador y una demanda en un juzgado laboral contra la empresa y el pescadero. En septiembre, Caprabo no le renovó el contrato temporal.
El juzgado de lo social acaba de dar la razón a Lidia Selena Paniagua. La sentencia puede ser recurrida por la empresa, condenada a readmitir a la empleada en el mismo puesto y a abonarle los salarios desde que extinguió el contrato, en septiembre pasado. El juez considera nulo el despido porque la compañía no justificó la decisión de despedirla y le ordena indemnizarla con 10.823 euros por los daños morales y materiales derivados "de la pasividad de la empresa". Lidia sigue nerviosa. No quiere volver a trabajar con su acosador y está pendiente del procedimiento penal que se sigue contra él en otro juzgado.
Su abogada, del sindicato UGT, está negociando su traslado a otro centro.
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