'El espinazo del diablo' y 'Luna de Avellaneda'
EL PAÍS presenta mañana, por 2,95 euros, un filme de G. del Toro y el viernes, por 5,95 euros, una comedia de J. J. Campanella
Una historia gótica del director mexicano Guillermo del Toro producida por los hermanos Almodóvar, y una comedia popular del argentino Juan José Campanella coproducida por Gerardo Herrero, coinciden esta semana en la colección Cine en español. Tanto El espinazo del diablo (2001) como Luna de Avellaneda (2004) confirmaron el talento de sus respectivos directores y las ventajas y virtudes de las coproducciones hispano-americanas.
Tras el éxito mundial de su ópera prima, Cronos (1993), premiada en cuantos festivales fue presentada, incluido el de Cannes, el mexicano Guillermo del Toro fue contratado por Miramax para rodar en Estados Unidos Mimic (1997), y posteriormente por la productora El Deseo para filmar en España "un gótico relato de fantasmas, de piel extravagante y fondo sombrío" que "propone una sutil agresión, por la vía del sutil y equilibrado cruce de géneros, a la muy codificada tradición del cine patrio sobre la Guerra Civil y aledaños", en opinión de Jordi Costa en Fotogramas. La película nació de un viejo proyecto de Del Toro sugerido por los dibujos de Carlos Jiménez en su cómic Paracuellos, que confluyó con un guión de Antonio Trashorras y David Muñoz originalmente titulado La bomba. El resultado fue una película "espléndida", según Quim Casas en El Periódico, "con una atmósfera tan inquietante como sosegada" desde su primera secuencia, en la que "en el patio de un orfanato aparece incrustada una bomba fascista que no llegó a estallar".
Para el crítico de La Vanguardia Lluís Bonet, El espinazo del diablo "es una película de fantasmas donde el fantasma, cruento y definitivo, es nuestra Guerra Civil; su microcosmos viene representado por un internado en el que rojos cuidan a hijos de rojos, cuando la insurrección militar contra la República ya se anticipa como triunfadora". Para Nando Salvà, "las paredes de ese orfanato resultan ser un caparazón agrietado, un microcosmos claustrofóbico donde se desarrolla una contienda paralela que enfrenta el amor, la mentira, la codicia, los peajes de la historia y el tormento del más allá". Federico Luppi, Marisa Paredes, Eduardo Noriega e Irene Visedo dan vida a los personajes principales de esta "inquietante y sugerente cinta sobre los miedos reales, los sugeridos y los imaginados".
Luna de Avellaneda completa la trilogía de Juan José Campanella sobre la clase media argentina, como señaló Mirito Torreiro en EL PAÍS: "Si El mismo amor, la misma lluvia hablaba de un individuo, y El hijo de la novia se centraba en una familia para mejor contar lo que ocurría en la calle, en Luna de Avellaneda el prisma se amplía hasta situarse en una comunidad, aunque los problemas siguen siendo los mismos: cómo hacer para llegar a fin de mes, de qué manera vivir las pulsiones inherentes al deseo (el amor, la pérdida), cómo resistir a los cantos de sirena de quienes pasan por encima de todo para lograr sus fines...". Para Rodríguez Merchante en Abc, Luna de Avellaneda "tiene casi los mismos ingredientes que la inolvidable El hijo de la novia, si bien no viene como aquélla envuelta en sorpresa; pero hay que reconocerle a Campanella lo bien que ejecuta la pirueta y lo que entretiene y emociona con ella". Lluís Bonet resumió en La Vanguardia: "La historia que cuenta es hermosa y está preñada de metáforas y segundas intenciones. Ocurre alrededor de un club de barrio y trata de los esfuerzos por mantenerlo a flote por los hijos de los fundadores. La historia principal se desdobla en múltiples historias, en apariencia accesorias, en las que aparecen personajes en crisis, como el propio país, empeñados en salvaguardar su ética personal, sus prioridades en la vida y un imaginario sentimental encarnado en el gallego (inmenso José Luis López Vázquez) fundador de aquel club, hoy a punto de ser embargado. Esta película, con momentos magistrales (y actores en estado de gracia) retiene al espectador desde su primer fotograma, dejándole la huella indeleble de un cine real y complejo".
El actor Ricardo Darín fue premiado en la Semana de Cine de Valladolid, mientras Cartelera Turia consideraba Luna de Avellaneda la mejor película extranjera de 2004. Los críticos argentinos la preseleccionaron en todas las especialidades para sus premios anuales, en estrecha pugna con la otra mejor del año, Roma, de Adolfo Aristarain, que también será editada en esta colección.
Babelia
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