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Reportaje:

"Te ves atrapada en casa"

Una mujer relata el cambio radical de su vida desde que su esposo sufre Alzheimer

Edurne Pérez Etxebarria tiene ahora 52 años, la misma edad a la que a su marido, Francisco Ibáñez, le diagnosticaron Alzheimer. Fue en 2002, un año que la mujer define como "gafe" en su vida. Además de enfrentarse a la enfermedad de su marido -"no sabía nada sobre ella", reconoce-, la empresa donde trabajaba como administrativa cerró.

En estos años el Alzheimer de su marido ha ido avanzando muy deprisa. El primer año incluso iba él solo en metro desde su casa en el barrio getxotarra de Algorta hasta los talleres de una ONG en Bilbao. "Sólo se perdió una vez", relata Edurne Pérez. Reconoce que su vida ha experimentado "un cambio total" y se "ha reducido al enfermo", pero es mujer de fuerte carácter y ha decidido que la enfermedad no podrá con ella. "Animo a las personas que cuidan de otras a que no se abandonen, que no dejen sus amistades, sus aficiones", dice.

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El cuidado de su marido apenas le deja hacer nada. "Le tengo todo el día pegado a mí. Me veo atrapada en casa". Hace poco, él comenzó a acudir a un centro de día y la mujer, por fin, puede pensar un poco en ella misma. "Estoy feliz. Pienso aprovechar el tiempo y sacarme un curso de administración de fincas que tuve que dejar. También me da fuerzas para atenderle mejor el resto del día. Todo el mundo debería tener la posibilidad de ir al centro de día", defiende convencida.

Los últimos cuatro meses han supuesto vivir 24 horas dedicada a su esposo. Por la mañana, desayunan en pijama, ya que él no siempre consigue acabar una comida sin mancharse. Después, Edurne le lava y le viste. Normalmente esto lo tolera bien, pero a veces se resiste a que le calcen o a que le pongan alguna ropa. "Se deja hacer las cosas si se las hago yo. No permite que le lave nadie más", explica. Con el matrimonio vive la madre de la mujer, de más de 80 años, y el hijo de la pareja, de 27. "Él trabaja y viaja mucho, y el fin de semana que sí está en casa me echa una mano, claro, pero yo prefiero que él disfrute con sus amigos, es joven", comenta. Su madre ahora ha llegado a cogerle miedo a Francisco. "Se vuelve muy agresivo", reconoce.

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Por las noches, su esposo se despierta a menudo, enciende todas las luces, habla a voces. También intenta "escaparse" de casa. De día, lo único que quiere es tener a Edurne a su lado, pendiente de él, aunque el hombre no es capaz ya de seguir ninguna conversación.

Edurne Pérez no confía en las instituciones: "Tienes que estar muriéndote de hambre para que te den ayudas", lamenta. Ahora recibe una cantidad de la Diputación de Vizcaya para el coste del centro de día y el resto ("unos 550 euros al mes") lo paga ella. También reclama más información, que los familiares del enfermo no tengan que enterarse por su cuenta de los recursos que tienen a su disposición. De la ley de Dependencia anunciada por el Gobierno central reconoce que no espera "nada". Tampoco de la medicina: "Saldrá una vacuna alguna vez, una medicación que lo cure, pero a mí no me va a tocar. Para mí no hay vuelta atrás".

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