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Reportaje:

Tecnoadicciones

Las nuevas tecnologías facilitan el encuentro, aumentan el bienestar y desarrollan la inteligencia colectiva, pero sólo si se usan de forma racional y limitada. Cuando su utilización alcanza la dependencia, sus efectos pueden ser precisamente los contrarios: aislamiento, falta de concentración, frustración y problemas físicos.

El otro día me sorprendió ver cómo un grupo de adolescentes permanecían casi toda la tarde frente a la videoconsola sin apenas cruzarse palabra para luego finalizar ese encuentro con un "nos vemos en el messenger" para iniciar, vía ordenador, la conversación que no había existido en toda la tarde. De camino a casa, varias preguntas me rondaban por la cabeza. ¿Será esta juventud el día de mañana adicta a la tecnología? ¿Cuántos adultos lo son hoy? Y si, por el motivo que sea, todo esto deja de funcionar algún día, ¿qué pasará? ¿No estaremos creando una excesiva dependencia?

Nuevos patrones. Las tecnologías de la comunicación facilitan el encuentro entre personas y son una palanca extraordinaria para el incremento del bienestar de los ciudadanos. Pero no cabe duda de que la extraordinaria evolución de los medios informáticos y de comunicación que estamos viviendo está transformando muchos patrones de comportamiento y relación humana.

Del mismo modo que es maravilloso poder hablar con el ser amado que está a miles de kilómetros de distancia mientras le vemos la cara a través del monitor y oímos su voz a tiempo casi real por un coste nimio, es también inquietante observar cómo esa misma solución llevada al extremo inhibe el encuentro con contacto físico y psicológico real. Con ello se genera una enorme pérdida de oportunidades de enriquecimiento personal a través del diálogo y la interacción humana.

Tecnoestrés. En 1997, Larry Rosen y Michelle Weil publicaron un libro, titulado Technostress, donde advertían del posible impacto negativo de las nuevas tecnologías debido a la fuerte dependencia psicológica que pueden generar. Y es que la adicción a la tecnología afecta, en sus diferentes síntomas, a un porcentaje de población que oscila entre el 10% y el 20% de usuarios. Entre los comportamientos adictivos de mayor prevalencia destacan:

01 Las compras compulsivas de lo último que aparece en tecnología, que llegan a postergar incluso otras necesidades fundamentales.

02 La relación con el dispositivo tecnológico durante largos periodos de tiempo evitando el encuentro físico con los demás.

03 La dispersión de la atención en múltiples tareas simultáneamente mientras se trabaja con determinados sistemas operativos. Al parecer genera alteraciones en la concentración y en la memoria por efecto dispersión y fatiga, así como en la percepción del tiempo.

04 El preocupante empobrecimiento del lenguaje y de la transmisión de conceptos que se genera a través de las jergas y reducciones de palabras.

05 También, y especialmente entre los adolescentes, el deseo de tener lo último genera necesidades que al no ser satisfechas derivan en estados de tristeza, frustración y exigencia que complican la dinámica de relación con los padres si éstos no tienen una postura clara y asertiva ante sus hijos.

Pero también existen, especialmente entre niños y adolescentes, problemas ortopédicos y de visión por el uso desmesurado del teléfono móvil o la videoconsola. Calambres, pérdida de sensibilidad y fuerza en las manos o simplemente dolor son la consecuencia de malos hábitos posturales y de uso durante un largo periodo de tiempo.

Posibles soluciones

os expertos aportan criterios de uso basados en el orden y el sentido común para sacar buen provecho a la tecnología y mantener a la vez una buena salud psicológica y física:

Limitar los tiempos de juego, navegación en la red, atención del móvil y consulta del e-mail. Programarse en la agenda los tiempos y horarios de conexión y ser firme a la hora de cerrar los terminales y las aplicaciones.

Hacer 'dieta' de tecnología un día a la semana es lo que sugieren algunos expertos, para sustituirlo por tiempo dedicado a la familia, los amigos, actividades de ocio dentro y fuera de casa, pero sin hardware ni software.

Racionalizar su uso para lo realmente necesario.

Palabra de Einstein. El mismo inventor ya lo advirtió hace muchos años: "¿Por qué esta magnífica tecnología científica, que ahorra trabajo y nos hace la vida más fácil, nos aporta tan poca felicidad? La respuesta es: porque aún no hemos aprendido a usarla con tino".

Curiosa iniciativa. El alcalde de la localidad japonesa de Hirata, Mitsuyasu Ota, decidió decretar un "día sin ordenadores" semanal en su consistorio para fomentar el uso de la escritura tradicional y el diálogo entre funcionarios. El resultado, al parecer, ha sido más que satisfactorio.

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