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Tribuna:LOS RETOS DE LOS PAÍSES MÁS RICOS
Tribuna
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El G-8, hacia la cumbre de San Petersburgo

El presidente ruso detalla sus objetivos ante la cumbre del G-8 del próximo julio: seguridad energética global, lucha contra las enfermedades infecciosas y educación.

Al comenzar el año 2006, Rusia ha asumido la presidencia del G-8. Somos muy conscientes de la importancia de este trabajo y de la amplitud de semejante responsabilidad. No es que nos espere demasiada labor organizativa, lo importante es que tendremos que proponer a nuestros colegas las líneas prioritarias de este foro prestigioso, que desde hace más de 30 años representa uno de los mecanismos clave para armonizar el enfoque de los problemas más importantes del desarrollo mundial.

Hemos propuesto a nuestros socios concentrar la atención en tres importantes temas de la actualidad: la seguridad energética global, la lucha contra las enfermedades infecciosas y la educación. Estas prioridades están encaminadas a un objetivo: elevar la calidad y el nivel de vida de las personas, tanto de la presente generación como de las venideras.

El analfabetismo masivo crea un ambiente que nutre a los ideólogos del choque de civilizaciones
Es necesario reconocer colectivamente que el egoísmo energético es una vía sin salida

Sin duda, una de las tareas estratégicas del G-8 y, en general, de toda la comunidad internacional es crear un sistema eficaz y universal de seguridad energética. El complejo industrial-energético global es el más importante motor del progreso económico-social y ejerce una influencia directa sobre el bienestar de miles de millones de habitantes del planeta. Nuestra intención es que durante la presidencia rusa resulte posible no sólo elaborar los principios básicos para superar los problemas actuales del sector, sino también acordar una política común para el futuro.

La inestabilidad del mercado de hidrocarburos representa una amenaza real para el suministro energético global. Aumenta, en particular, la brecha entre la demanda y la oferta. Es evidente el aumento del consumo de recursos energéticos en Asia. Y no solamente los altibajos de la coyuntura económica provocan la inestabilidad, sino también toda una serie de causas de índole política y de seguridad. Para nivelar la situación es necesario un trabajo concertado de toda la comunidad internacional.

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Como punto de partida de su nueva política, los principales países del mundo deberían reconocer que puesto que la industria energética se ha convertido en global, la seguridad energética es indivisible. Un destino energético global supone una responsabilidad, unos riesgos y unas ventajas comunes.

Creemos que es particularmente importante crear una estrategia para alcanzar una seguridad energética global. Debería basarse sobre los principios de un suministro a largo plazo eficaz, ecológicamente sostenible y a precios razonables tanto para los países exportadores como para los consumidores. Habría que determinar qué medidas concretas son necesarias para garantizar a la economía mundial un suministro estable de recursos energéticos tradicionales, y para que los programas de ahorro energético y de promoción de las fuentes alternativas de energía se pongan en práctica más activamente.

Un suministro de energía equilibrado y regular es sin duda uno de los factores de un mundo seguro. Por esto es tan importante edificar una base energética de nuestra civilización que sea eficaz y duradera.

En este contexto, Rusia se pronuncia a favor de una interacción más estrecha entre el G-8 y toda la comunidad internacional para el desarrollo de las tecnologías de innovación. Para la humanidad podría ser una primera etapa en la creación de una base tecnológica de ahorro energético para el futuro, cuando el potencial energético en su forma actual esté agotado.

El año pasado en Gleaneagles, el G-8 dio pasos importantes en esta dirección. Se trata sobre todo de la adopción del plan de acción cuyo objetivo es fomentar las innovaciones, el ahorro energético y la protección del medio ambiente. Consideramos que es particularmente importante que a las iniciativas del G-8, y en particular en lo que se refiere a la aplicación del documento aprobado en Gleaneagles, se incorporen los países que no son miembros del G-8, y en primer lugar los Estados que tienen altos índices de crecimiento e industrialización.

No hay que olvidar que hoy día unos 2.000 millones de habitantes del planeta no reciben servicios energéticos modernos. Muchos de ellos ni siquiera tienen energía eléctrica. Muchos de los bienes y logros de la civilización están fuera de su alcance. Últimamente los expertos discuten si existen posibilidades de aumentar el consumo energético en los países en vías de desarrollo a través de una explotación más activa de las fuentes alternativas. Por ello, la ayuda del G-8 a la creación y aplicación de generadores alternativos adquiere particular actualidad.

Es necesario comprender y reconocer colectivamente que el egoísmo energético en el contemporáneo mundo interdependiente es una vía sin salida. Como consecuencia, la posición de Rusia en materia de seguridad energética es firme e invariable. Estamos profundamente convencidos de que una redistribución de energía que fuera favorable a los intereses de un pequeño grupo de países industrializados no respondería a los objetivos y las tareas de un desarrollo global. Vamos a intentar crear un sistema de seguridad energética que tenga en cuenta los intereses de toda la comunidad internacional. La cooperación internacional puede hacer realidad un suministro energético estable y suficiente para cada Estado.

A lo largo de toda su historia, la humanidad se ha visto obligada a luchar contra una amenaza real para su propia supervivencia: la propagación de enfermedades infecciosas. Los logros del progreso infunden esperanzas: la viruela ha sido desarraigada, la lucha contra la poliomielitis se encuentra en una etapa final. Pero hoy aún tenemos que hacer frente a brotes de enfermedades ya conocidas, así como a brotes de enfermedades nuevas y extremadamente peligrosas como el sida, las exóticas fiebres virales hemorrágicas, las infecciones microplásmicas o la gripe aviar. Las enfermedades infecciosas son hoy la causa de un tercio de las muertes en el mundo. Y según los expertos, se mantiene la probabilidad de un brote en los próximos años de una nueva gripe pandémica, capaz de cobrarse millones de vidas.

Rusia propone activar las labores en este sector, y en particular un plan de acciones del G-8 en la lucha contra la gripe aviar y en la prevención de una gripe pandémica humana.

El G-8 no puede y no debe permanecer ajeno a problemas de envergadura como la lucha contra las enfermedades infecciosas. Éstas, al propagarse con diferente intensidad en diferentes partes del mundo, son un claro indicio de los problemas sociales y económicos, refuerzan la desigualdad social y contribuyen a la discriminación. Es particularmente grave el problema de las personas seropositivas o las que han contraído otras enfermedades peligrosas, que prácticamente viven excluidas, enfrentadas no sólo a la propia enfermedad, sino también a la dificultad de adaptarse a una vida normal en sociedad.

En los últimos años, la humanidad también sufre con frecuencia la fuerza destructiva de los terremotos, las inundaciones, los tsunami. La urbanización y la ampliación de las redes de transporte y las infraestructuras industriales nos hacen mucho más vulnerables que antes frente a estas calamidades, que no sólo causan considerables estragos económicos y sociales, sino que provocan -y es lo más terrible- brotes de enfermedades infecciosas que se cobran miles de vidas. Por esto vemos como otra prioridad la creación de un sistema global de prevención de las consecuencias epidemiológicas de las catástrofes naturales y de lucha contra tales consecuencias.

Podríamos pensar también en la posibilidad de crear una infraestructura única, capaz de reaccionar a tiempo al brote y a la propagación de epidemias. Semejante infraestructura debería incluir un sistema de vigilancia y de intercambio de información y de metodologías científicas, un sistema capaz de reaccionar de modo operativo frente a situaciones de emergencia.

Las llamadas crisis humanitarias, en particular las vinculadas a conflictos bélicos, son también causa de enfermedades masivas. Una de sus consecuencias es que aumenta la posibilidad de brotes epidémicos. Estoy convencido de que el G-8 es capaz de consolidar los esfuerzos internacionales ante semejantes emergencias y dar un fuerte impulso a la colaboración multilateral en este sector.

Seria atención requieren nuestras tareas comunes en la esfera de la educación. En la sociedad posindustrial e informática la educación se convierte en un factor imprescindible de éxito personal y, a la vez, en un recurso importante del desarrollo económico. La educación es uno de los factores más importantes de la formación de la conciencia social, de los valores éticos y del fortalecimiento de la democracia. Además, a medida que las tecnologías se perfeccionan, el mercado laboral prefiere expertos siempre más cualificados, lo que supone que las exigencias educativas sean siempre más altas. Como consecuencia, cambian los objetivos y el contenido mismo del sistema de educación. Hoy día, cada persona, más que tener una simple suma de conocimientos y experiencias, necesita estar siempre lista para aumentarlos y adaptarlos a nuevas exigencias.

Al mismo tiempo, en muchos países y muchas regiones hasta la misma posibilidad de adquirir un nivel educativo elemental sigue siendo todavía un grave problema, que consideramos una verdadera catástrofe humanitaria, una seria amenaza para la comunidad internacional. El analfabetismo masivo constituye un ambiente que nutre a los ideólogos del choque de civilizaciones, la propaganda xenófoba, los extremismos nacionalistas y religiosos y, a fin de cuentas, el terrorismo internacional.

Por esto es importante elaborar un enfoque más amplio y sistemático de la educación, tanto en países en vías de desarrollo como en el mundo en general. En particular, habría que tener en cuenta que para resolver con éxito el problema de la ocupación laboral, el mismo concepto de educación debería suponer no solamente la formación básica, sino también la técnico-profesional.

Cuando, como hoy, aumentan los procesos migratorios, adquiere particular importancia el problema de la integración en otros ambientes culturales. Es precisamente la educación la que es capaz de garantizar una recíproca adaptación social de diferentes grupos culturales, étnicos y religiosos. Hay que darle, pues, una atención particular a la modernización de los sistemas educativos tanto en los países desarrollados como en los en vías de desarrollo.

Muchos de estos últimos tienen serios problemas con la aplicación de métodos educativos y tecnologías informativas de vanguardia. Habría que utilizar de manera más eficaz los recursos más modernos, como Internet. En noviembre del pasado año, este tema fue objeto en Túnez de una discusión fructífera, cuyos resultados estamos analizando con atención para poder plasmarlos en la realidad.

Rusia está dispuesta a contribuir a la unificación de los esfuerzos de la comunidad internacional para aumentar el nivel y la compatibilidad de las exigencias de la educación profesional. La competitividad de las economías nacionales depende directamente de la medida en que las instituciones educativas reaccionan a las exigencias de los sectores de alta tecnología.

Además de estas tres prioridades en la agenda de la presidencia rusa del G-8 en 2006, seguiremos trabajando en otros temas fundamentales como la lucha contra el terrorismo internacional y contra la propagación de armas de destrucción masiva. El G-8 seguirá ocupándose de la cooperación al desarrollo, la prevención de la degradación del ambiente medio y las cuestiones de actualidad de la economía mundial, las finanzas y el comercio. Y como siempre, nuestros esfuerzos se centrarán en buscar la solución a conflictos regionales, en primer lugar Oriente Próximo e Irak, y en la estabilización de Afganistán.

Nos damos perfectamente cuenta de que el país que asume la presidencia no puede dar en solitario respuestas exhaustivas a los problemas del mundo contemporáneo que se discuten en el G-8. No obstante, de cumbre en cumbre, gracias a una labor colectiva, el G-8 tiene una visión cada vez más clara de estos problemas y busca encontrar las medidas más eficaces para su solución.

Rusia está dispuesta a contribuir activamente para avanzar en este camino. Continuidad y evolución: éste es el lema de la presidencia rusa que acaba de empezar.

Vladímir Putin es presidente de Rusia.

Putin enciende una vela en la catedral ortodoxa de Budapest, ayer.
Putin enciende una vela en la catedral ortodoxa de Budapest, ayer.EFE

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