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Columna
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Disparate al cubo

¿Que viene usted a Donostia o a San Sebastián, que es lo mismo, y no sabe qué está pasando en la ciudad? Mire al cubo grande del Kursaal, no falla. En él, como si se tratara de aquel antañón barómetro del fraile, verá si el tiempo está variable, húmedo o nuboso; quiero decir que podrá enterarse de si baja Santo Tomás, suben las Navidades o ha llegado en seco el Carnaval. Por alguna misteriosa razón y más misterioso mecanismo, la fachada del cubo grande se ilumina mostrando los acontecimientos en que la ciudad se halla inmersa. Así, las hojas de acebo denotarán la Nochebuena, por las notas musicales sabremos que ha comenzado la Quincena Musical y por los lazos de diversos colores podremos distinguir el día de la exaltación gay del de la defensa de la Tierra. Una bandera de la ciudad a toda plana indicará el día grande, o sea el de la suelta de tambores o Tamborrada, corazones rosas pregonarán San Valentín y los arco iris, distintos eventos. Mientras, entre fecha y fecha señalada luce ahora una "Q" Queen Size. No, no está puesta para señalar el propio cubo, porque los Cubos, aunque sean de Moneo, se escriben con c, ni tampoco para aludir al Kursaal, ya que se escribe con k porque aquí todo se escribe con K incluso "ke" -¿qué pasa?, o sea, ke- y hubiera resultado de lo más raro encontrarse con un Qubo o con un Qursaal. No, la Q está para celebrar que el recinto ha recibido la Q de plata a la Qalidad debido a lo bien que está funcionando en materia de congresos, por más que no haya celebrado ninguno de ortografía.

Sí, conviene recalcar que la calidad de plata se la han dado por los congresos y no por la estética que luce. Cuando Moneo diseñó las que denominaba Rocas Varadas, que han terminado por llamarse Cubos del Kursaal o de Moneo, muchos se echaron las manos a la cabeza por lo que consideraban poco menos que un insulto vanguardista enclavado en un lugar privilegiado, no sólo por la confluencia del río y la playa, sino por los, a su juicio, superiores edificios del entorno. Pues bien; alguien se ha encargado de hacer justicia -no poética, sino ripiosa- rompiendo con aquellas superficies puras, frías y silentes -el hecho de que albergue un auditorio no quita para que se imponga el silencio- diseñadas por el arquitecto navarro. ¿Qué mejor manera de deshacer la objetividad geométrica que ponerle encima colorines y dibujos cursis? Lo siento mucho, pero la fachada del cubo grande del Kursaal parece un híbrido de Salsa Rosa y de la estética de Sin Chan. Y digo que lo siento mucho porque podría sentirlo más, o sea, muchísimo, a nada que se perfeccionase el invento y la fachada se conviertiera en una auténtica pantalla de televisión donde ver proyectadas nuestras obsesiones; es decir, los avatares de la Real Sociedad y los rifirrafes de Gran Hermano, por no mencionar un buen plato de merluza a la koxkera diseñado por alguno de nuestros michelines.

Sí, el maquillaje de la señorita Pepis que embadurna uno de los emblemas arquitectónicos de la ciudad, por no decir el más representativo, parece sacar lo más ñoño que todos llevamos dentro. De ahí que los donostiarras más de pro estén encantados con semejante horterada y la aplaudan y celebren. Lo extraño es que Moneo no haya dicho nada y que nadie le haya pedido la opinión respecto a una manipulación que está reduciendo su obra a un monumento al kitsch. Hombre, si a todos les parece tan bien, digo, semejante atropello, debería ir una representación municipal a Nueva York para retocar la maqueta de los cubos que se exhibe en la muestra de arquitectura española organizada por el MoMA. Seguro que entre nuestros munícipes hay algún mañoso de las luces, las filminas y el bricolaje que es capaz de devolver a los cubos su verdadero rostro, el que contemplamos a diario; o sea, ese que le hace parecerse a una piruleta de fresa con su fondillo de aquarium y sus toques de la abeja Maya. Estoy seguro que dejarían asombrados no sólo al MoMA, sino a medio mundo. Y luego nos quejamos de que se promociona mal la ciudad...

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