Exitosa relocalización
General Motors ha apostado por Zaragoza. En la pugna con la polaca Gliwice, para fabricar el nuevo monovolumen Meriva, la dirección de la multinacional estadounidense optó por la factoría de Figueruelas. Es una decisión cuya significación económica es difícil pasar por alto. En primer lugar para Aragón: en el corredor del Ebro existen más de un centenar de empresas en las que trabajan más de 7.000 personas; de ellas más de 60 son proveedoras directas de la planta. Tras la inversión comprometida, por más de 160 millones de euros en esa planta, con el fin de adaptar las posibilidades de producción de la factoría a ese nuevo modelo, queda garantizado el empleo de sus 7.600 trabajadores, y la actividad general hasta al menos el 2015.
España está sufriendo, como otras economías avanzadas, las consecuencias del fortalecimiento competitivo de economías asiáticas o del este de Europa
La relevancia de esa noticia no puede hacer abstracción de la época de creciente deslocalización, de forma particularmente visible en la industria del automóvil, que estamos viviendo. Un sector ciertamente maduro que lleva años tratando de afinar en la generación de ganancias de eficiencia que compensen la cada día más difícil elevación de precios de venta finales con los que defender los márgenes empresariales. Una situación que lleva años pesando sobre las cuentas de resultados de algunas de las empresas más emblemáticas, revelando el peso excesivo que suponen los costes del factor trabajo y los compromisos por pensiones.
Algunas de ellas han optado directamente por basar la localización de la fabricación de un nuevo modelo en la competencia, cuando no en la pura subasta entre las plantas que tiene la propia empresa en diferentes países. Es, desde luego, el caso de la General Motors, cuya salud económico-financiera no atraviesa precisamente su mejor momento.
El anuncio de la decisión de afianzamiento de la localización en Aragón por parte de la mayor compañía automovilística del mundo ha sido casi simultáneo al que ha transmitido la reducción del dividendo a sus accionistas, el pasado 7 de febrero. Un trago nada fácil cuyo reflejo en Bolsa no ha hecho sino acentuar la ya deprimida cotización de la acción: 20 dólares frente a los 50 de hace apenas un par de años. Una situación que, a tenor del estricto escrutinio que ejerce el mercado de acciones estadounidense, obliga a revisar cuidadosamente cualquier decisión de alcance. Y la localización de la fabricación de un nuevo modelo lo es.
¿Cuál ha sido la razón para que, en un contexto tan adverso, la multinacional americana haya optado por la planta con mayores costes de personal? La respuesta no es otra que la mayor productividad de los que trabajan en Figueruelas y la exhibición de sensatez y sentido de la anticipación que han hecho sus representantes sindicales: se han pactado mejoras en la productividad que permitirán montar un coche en 16 horas, frente a las 21 actuales. Todo ello con el muy inteligente apoyo del responsable de la economía y de la hacienda del Gobierno aragonés. El resultado no es otro que un coste total de producción previsto no mucho más elevado que el que ofrecían los polacos, con salarios equivalentes a la tercera parte de los de Fegueruela.
La significación de esa apuesta zaragozana también hay que contemplarla, finalmente, a la luz de la tendencia declinante que en los últimos años registran los flujos de inversión extranjera directa. A pesar del reciente repunte, España está sufriendo como algunas otras economías avanzadas las consecuencias del fortalecimiento competitivo de economías asiáticas o del este de Europa, todavía consideradas emergentes, pero con unos trabajadores equipados con habilidades que en nada envidian a los de economías como la española.
La intensificación de la inversión en capital tecnológico que algunas de esas economías están llevando a cabo en los últimos años, la no menos evidente alfabetización digital de su población o las facilidades para la creación de empresas refuerzan ese atractivo localizador a costa de economías como la española. Por eso es interesante lo que ha ocurrido en Aragón, y convendría que otros gobiernos y otros colectivos laborales y sindicales analizaran ese caso, como muy probablemente lo harán los departamentos de administración de empresas de las facultades y escuelas de negocios.
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