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Reportaje:La mirada del tiempo

Monjas de primera fila

"¡Aquello no es para explicarlo, es para vivirlo!", exclama Celina Sosa. Corría el año 1982. El 1 de noviembre, el papa Juan Pablo II conmemoraba en Ávila el centenario de santa Teresa de Jesús, y Celina Sosa, una monja de clausura de la orden de las clarisas, esperaba "ansiosamente" la llegada del Pontífice. Sería la primera y última vez que le tendría "tan cerquita", cuenta 25 años después, desde su convento del monasterio de Santa Ana. "Habíamos ido todas desde Badajoz, en autobús, porque nos había convocado el Papa. Yo llegué a la explanada a las tres de la madrugada. Tuve que arroparme la cabeza porque hacía un frío tremendo". Pero el frío no puedo disuadir a Celina, que entonces tenía 52 años, de abandonar la primera fila "No me importó. Lo que me importaba era ver al Papa al ladito".

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Celina Sosa cuenta que está pintando la bóveda del convento en el que ingresó con 21 años; allí pasa sus días entre la pintura y la oración. "Tengo dos vocaciones, la religión y el arte. Una alimenta a la otra". Y no cesa de reír y bromear sobre el acontecimiento. "Era un auténtico chiste. Resulta que a eso de la ocho de la mañana empezaron a colocar una alfombra, sillones, sillas... Son para los cardenales, nos explicó un policía. Y yo, que soy más bien chiquitita, les decía: los cardenales ven al Papa todos los días, y nosotros es la primera vez, que no se pongan delante, ¡que vengo de Extremadura!".

La hermana recuerda entre risas que no cesaban de aplaudir y jalear cuando apareció el primer helicóptero, pensando que en él venía Juan Pablo II. "Pero lo hicimos al revés. Nosotras, venga a gritar, y nos decían, que no, que es la policía. Y luego otra vez... Que no, que son los cardenales. Y otra, y tampoco. No dábamos una".

Cuando por fin llegó el Pontífice, Celina, que ya cuenta en su haber 76 años, recuerda que les dedicó "palabras muy amables". Aun así sus dificultades para poder verle bien continuaron. No sirvieron de nada las horas de espera. Los cardenales eran más altos. "Yo le decía al que tenía delante: Ay, monseñor, que no veo al Papa y si usted es cardenal yo soy la esposa de Cristo. Fue desbordante".

La historia de Celina, la de Ángel Fernández y las de muchos otros lectores de EL PAÍS que se han identificado en las fotos de la colección La mirada del tiempo están llegando a la redacción a través del correo electrónico lamirada@elpais.es. Muchos nos acercan a sus vidas y otros nos sacan de nuestros errores. En la página 92 del tomo 7, dedicado a la transición, la persona identificada como Gerardo Iglesias es en realidad Javier Cervera. Esperamos vuestras historias.

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