"Los transexuales son la gente más valiente que he conocido"
Para triunfar como actriz en Hollywood suele haber tres requisitos ineludibles: ser guapa, ser joven y tener talento. El orden de prioridades es normalmente ése, aunque a veces haya excepciones. La estadounidense Felicity Huffman ha conseguido romper esa ley no escrita, y a sus 43 años, esta intérprete que hasta 2004 era prácticamente una desconocida, es ahora candidata a un Oscar como mejor actriz por la película independiente Transamérica. Los espectadores españoles la asociarán principalmente con Lynette Scavo, una de las protagonistas de Mujeres desesperadas, la serie de televisión que la ha sacado del anonimato tras más de 20 años de escasa suerte en la industria del cine y dedicada principalmente al teatro -es miembro fundador de la Atlantic Theater Company-. Sin embargo, el papel por el que ha conseguido la candidatura al Oscar no podría ser más opuesto al de su personaje de la caótica Lynette Scavo. Para empezar, en Transamérica (que también es candidata al Oscar a mejor canción original), dirigida por el novel Duncan Tucker, Huffman ni siquiera es oficialmente mujer.
"El teatro, y supongo que el cine, es una forma de arte que suele ir por detrás de la sociedad, que refleja los cambios con años de retraso"
La actriz interpreta a Bree Osbourne, una transexual nacida hombre que está a punto de someterse a la operación de cambio de sexo que la convertirá físicamente en mujer. La película es una road movie en clave de comedia que toca con inteligencia y respeto un tema tan marginal como el de la transexualidad y lo convierte en una historia universal sobre la búsqueda de la identidad. Se filmó con menos de un millón de dólares (840.000 euros) pero ha conseguido ya acumular una larga lista de premios, incluido el Globo de Oro a mejor actriz para Huffman, que nunca pensó que "un proyecto tan pequeño pudiera llegarle a tanta gente".
Pregunta. ¿Cómo consiguió el papel de Bree?
Respuesta. A mí nunca me llaman para hacer audiciones, y si eso ocurre es para decir dos frases aquí o tres allá. Pero mi agente insistió ante la directora de casting de la película, quien finalmente mencionó mi nombre ante el director. Las casualidades de la vida quisieron que el realizador, Duncan Tucker, me conociera (aún no se había estrenado Mujeres desesperadas): me había visto hacía siete años en el teatro en una obra de David Mamet y aún se acordaba de mí.
P. ¿Le asustó el reto de interpretar a un transexual?
R. Claro que sí. Lo primero que hice cuando me dieron el papel fue decirle al director: "Gracias, estoy muy contenta y entusiasmada, pero creo que necesitas a un hombre porque escogiendo a una mujer le vas a robar a la película su drama inherente. A la gente le va a dar igual verme queriendo ser mujer porque todo el mundo sabe lo que hay debajo de mi falda, así que mejor contrata a un varón".
P. ¿Y él qué le respondió?
R. Tucker, que es un tipo muy sabio, me dijo que la clave de esta película no está en lo que hay debajo de la falda de Bree, sino en lo que hay en su corazón. Insistió en que ya se habían hecho muchas películas con hombres interpretando a mujeres, que no era nada nuevo. Pero de todos los argumentos que me dio, el más importante fue saber que su principal objetivo era contar quién quiere ser Bree, no quién había sido antes de aspirar a cambiar de sexo, que es algo fundamental y de algún modo refleja la búsqueda universal de todo ser humano por su identidad.
P. ¿Qué ha aprendido entrando en el mundo de los transexuales?
R. Son la gente más valiente que he conocido porque tienen que elegir entre cambiar de sexo y ser marginados por la sociedad, o no cambiar de sexo y nunca llegar a sentirse ellos mismos. Ambas opciones tienen consecuencias personales durísimas.
P. Usted ha reconocido que durante años padeció anorexia y bulimia. ¿Esas experiencias la ayudaron a entender al personaje?
R. No en sí mismas, pero sí es cierto que la anorexia y la bulimia tienen mucho que ver con la falta de autoestima y con la aversión hacia tu propio cuerpo, y sin duda yo he pasado por eso. Tal vez, en ese sentido, probablemente sí me ayudaron a entender lo que Bree sentía hacia el sexo con el que nació.
P. ¿Esperaba que la película tuviera tanto éxito?
R. No, yo quise el papel porque me encantó el guión, pero la hicimos con dos euros y en plan guerrilla: literalmente sujetábamos luces y hacíamos sándwiches a la vez que actuábamos. Y Tucker nunca había dirigido antes. Estaba convencida de que la verían mi madre y unos cuantos amigos.
P. Usted comenzó en el teatro siendo muy joven y ha trabajado a menudo con David Mamet, pero el verdadero reconocimiento profesional no le ha llegado hasta ahora. ¿Es Hollywood demasiado exigente con las mujeres?
R. En esta industria la belleza se valora mucho, sobre todo la femenina.
P. ¿Más que el talento?
R. Bueno... [duda]. Creo que no puedo decir eso porque si fuera así yo no aspiraría a un Oscar, ya que no soy ninguna belleza, y aquí estoy. Pero sin duda ser guapa abre puertas.
P. ¿Cree que Hollywood es tan progresista como para que un papel de transexual se lleve un Oscar?
R. No lo sé. El teatro es una forma de arte que suele ir por detrás de la sociedad, que refleja los cambios con años de retraso. El cine supongo que es parecido, pero este año hemos visto triunfar películas que abordan temas de raza, de género, poco comerciales, fuera de la norma.
P. ¿Está la gente lista para darles premios?
R. No lo sé.
P. ¿Está América lista para este tipo de películas?
R. Lo está por el simple hecho de que la película existe y a lo mejor hacía falta este filme para que el próximo que aborde un tema similar lo vaya a ver mucha más gente.
P. ¿Qué es lo que más le gusta de su profesión?
R. La sensación de comunidad. En Mujeres desesperadas me siento como en una familia. Y cuando haces una película o una obra de teatro se crean vínculos muy intensos.
P. ¿Cuál es su próximo proyecto?
R. No hay nada en el horizonte, de momento.
Babelia
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