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Reportaje:

Las lecciones del juicio contra Milosevic

El primer proceso por genocidio contra un ex jefe de Estado muestra la grandeza y los límites de la justicia internacional

Isabel Ferrer

Cuatro años después de que Slobodan Milosevic ocupara el banquillo de los acusados en el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY), el proceso en su contra por genocidio, crímenes de guerra y contra la humanidad cometidos en los Balcanes toca a su fin. La defensa, que él mismo ostenta, debe estar lista hacia el mes de junio, cuando el caso quedará visto para sentencia. Se prevé que un solo fallo, que será dictado en 2006, conecte los sumarios abiertos por los conflictos de Kosovo, y Croacia y Bosnia.

El Tribunal mismo cerraría en 2010. El juicio, el primero celebrado contra un antiguo jefe de Estado, ha supuesto un hito para la justicia internacional. También ha mostrado sus límites. Demasiado largo y costoso, y sin la garantía de que pueda probarse la acusación de genocidio, otros casos similares deberían acabar en el futuro ante el Tribunal Penal Internacional (TPI).

No hay garantías de que pueda probarse la intención genocida del ex presidente serbio
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Aunque Milosevic interrogó a sus primeros testigos -48 de los 343 citados en total hasta hoy- en septiembre de 2004, la negativa a reconocer la competencia del TPIY desde la apertura del juicio en 2002 ha marcado su paso por La Haya. "El Tribunal era nuevo [fue creado en 1993 por la ONU] y ha ido aprendiendo. Quizá para no ser tachado de parcial ha exagerado sus concesiones al encausado. Que Milosevic haya sido juzgado es el mínimo positivo. Pero estos casos deberían considerarse normales para el orden jurídico, y acabar, a partir de ahora, ante el Tribunal Penal Internacional", según Tom Zwaan, estudioso del genocidio y el holocausto del Instituto holandés para la Documentación de la Guerra. Encargado por el TPIY de elaborar un estudio sobre las características del genocidio, fue llamado a declarar por los jueces. También fue sometido a un careo por parte de Milosevic, del que sacó dos conclusiones. "No me pareció un abogado brillante. Muy dado a la soflama política, pero disperso como jurista. Lo que sí resultará difícil es demostrar el cargo de genocidio".

Zwaan sostiene que el Tribunal ha puesto el listón muy alto al establecer que debe ser probada la intención genocida de éste y de otros acusados por las guerras balcánicas. "Mejor hubiera sido centrarse en las consecuencias genocidas de sus actos. Si no, incluso condenar a Hitler hubiera resultado complicado para este tribunal", añade. En su opinión, habría que revisar los tratados internacionales que definen el genocidio. Una decisión que necesita el respaldo político de la comunidad internacional para cambiar la práctica jurídica.

Para Milosevic, al TPIY le costará probar la acusación no sólo de genocidio, traducido en el exterminio de otras etnias que no fueran la serbia. Incluso los crímenes de guerra y contra la humanidad, que cierran una lista de 66 cargos en su contra, le serían ajenos. Como presidente de Serbia y luego de Yugoslavia, Milosevic puede alegar que se defendió de los insurgentes para mantener la paz en su país. También esgrimirá que protegió a la población serbia de los ataques de sus vecinos bosnios, croatas o musulmanes. De ahí que se opusiera a una división de las sentencias, que habría adelantado la de Kosovo a los fallos previstos para las causas de Bosnia y Croacia. Los jueces pretendían evitar así mayores retrasos después de que los problemas de salud del acusado obligaran a suspender el juicio al menos en 25 ocasiones antes de 2004.

La acusación secundó la negativa de Milosevic por otros motivos. Vistos los retrasos y los plazos impuestos por la ONU, no querían correr el riesgo de quedarse sólo con el fallo de Kosovo. Entre otras cosas, la forma en principio más evidente de genocidio en la que habría participado Milosevic ocurrió en Bosnia. Se trata de la matanza de Srebrenica, en la que perecieron unos 8.000 varones musulmanes a manos de las tropas serbo bosnias del general Ratko Mladic. Ni él ni su jefe político, Radovan Karadzic, también acusado por el TPIY, podrían haber actuado sin la anuencia del propio Milosevic, según la fiscalía.

Slobodan Milosevic, en el Tribunal Internacional de La Haya.
Slobodan Milosevic, en el Tribunal Internacional de La Haya.AP

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