Colapso del núcleo
Menos Europa (entiéndase, menos avances) lleva a menos peso para España. Dos observadores exteriores, un francés, Dominique Moïsi, y un alemán, Leo Wieland, coinciden en que la crisis interna europea ha limitado el margen de maniobra de España, o que el declive en el papel mundial de Europa se ha reflejado en una imagen discreta para España. Siguiendo esta lógica, cabe preguntarse si todos pierden por igual. Y no.
Menos Europa puede significar, al menos en términos relativos, más Alemania, lo que contribuye a explicar la luz con la que brilla Ángela Merkel, uno de los referentes del Foro Económico Mundial de Davos de este año. Merkel, que parece tener alergia al desorden nacional, europeo o global, no sólo ha tenido aciertos de talento y contenido, sino que se ha convertido en tuerta en la Europa de los ciegos, y además desde la primera economía europea. Menos Europa, significa también menos Francia (y menos Francia ha llevado dramáticamente a menos Europa). Y a más autonomía para una Polonia que, por razones históricas, busca ahora una seguridad que sólo dependa de sí misma. A su vez, y pese a lo que se crean en Londres algunos, menos Europa lleva a menos Gran Bretaña, pues, pese a tener a su frente a Blair, el más europeísta de los dirigentes británicos, éste ha sido incapaz de arrastrar tras él en esto a la opinión pública. A Washington le interesa que Londres haga de puente con una Europa más fuerte, y en la medida en que la UE se debilita, el papel británico también. Italia es un caso aparte que se ha disminuido a sí misma.
En el reciente foro en Barcelona del CIDOB sobre Repensar Europa: la crisis como oportunidad, el ex ministro de Asuntos Exteriores alemán, Joschka Fischer, consideró que es cuestión de tiempo que se genere un debate en Alemania sobre una Europa fofa. Puede tener razón cuando observa que la gran división que se da en la Europa actual no es entre la Vieja y la Nueva, sino entre grandes y pequeños, básicamente porque a aquéllos les cuesta más las reformas internas para adaptarse a los retos de la globalización, mientras que los pequeños (escandinavos y otros) están acostumbrados a la adaptación permanente. Lo que lleva a plantear si las economías pequeñas, especialmente cuando se enmarcan en una entidad mayor como la UE, no están mejor preparadas para los desafíos actuales. Menos Europa implicaría, pues, más para los pequeños, es decir, un cambio en la configuración europea. En todo caso, según Fischer, el "colapso del núcleo" de la UE va a tener un impacto estratégico.
Volviendo a España, el Gobierno es muy consciente de la crisis francesa (también de que el eje franco-alemán acabará volviendo y de que Madrid necesita a París en su estrategia con ETA, entre otras muchas cosas). Asimismo, de que es necesario acercarse a Berlín a quien le une también el deseo de salvar la Constitución Europea en su integridad y diseñar una hoja de ruta para lograrlo. Ambos Gobiernos han iniciado un acercamiento, y España puede recuperar ese papel de socio fiable en un Sur por el que pasan muchos de los problemas que afronta hoy la UE, a comenzar por la inmigración
Estados Unidos también se ha percatado de que la debilidad política de Europa no está en su interés, pues debilita las relaciones transatlánticas y la cooperación frente a Irán o para volver a enfocar el conflicto palestino-israelí tras la victoria de Hamás. El coste de la no Europa (bastante inexistente en Davos), no es sólo para los europeos, sino para el mundo. Menos Europa, aumenta la importancia de la OTAN como marco de debate estratégico. Claro que la Alianza está pinchando en un asunto crucial como su misión en Afganistán por donde también menos lo esperaba, por los holandeses, el más pro-americano de los países de la vieja UE, cuyo Parlamento se resiste a enviar más de 1.200 de sus soldados por los riesgos que pueden correr. Menos Europa será menos o más para algunos, pero es malo para el conjunto. aortega@elpais.es
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