"Zapatero ha cumplido su compromiso"
Cansado después de la tensión de estos días y de la larga noche de conversaciones telefónicas con la Moncloa, pero ostensiblemente relajado, el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, se muestra satisfecho por el acuerdo sobre la reforma del Estatuto catalán, una de sus propuestas electorales.
Pregunta. ¿No tiene la impresión de que la larga batalla que ha precedido el acuerdo que garantiza la aprobación del Estatuto ha desgastado la imagen de Cataluña en España?
Respuesta. ¿Larga batalla? El Parlamento catalán adoptó el proyecto el 30 de septiembre y el Congreso votó la toma en consideración el 2 de noviembre. El acuerdo de estos días llega en tiempo y forma. Dijimos que tenía que ser para cuando se reuniera el Consejo Federal, y ha sido el mismo día.
"Déjeme decirle que si alguien ha puesto la reforma del Estatuto sobre el tapete, he sido yo"
"El Estatuto trae avances tras dos décadas en las que se habían dado pasos atrás en la autonomía"
"Recuperamos un dualismo que está en la Constitución, el que habla de nacionalidades y regiones"
"Es un proyecto muy exigente que introduce una variación muy importante del sistema legal español"
"Hay mejoras muy sustanciales en las competencias de la Generalitat y en la financiación"
"Cataluña es una nación. Y esto tiene el mismo efecto en una parte u otra del Estatuto"
P. Pero la polémica lleva muchos meses encendida.
R. Lo que sí es cierto es que se trata de un proyecto muy exigente, que introduce una variación muy importante del sistema legal español.
P. Cuando, como es de esperar, se apruebe en unos meses el proyecto, ¿qué se abre?
R. En el plano catalán, se abre la etapa en que la gobernación pasa a primer plano, por así decir. Ya no sucederá como hasta ahora, que sólo era noticia la elaboración del Estatuto.
P. ¿Y en el plano español?
R. Se abrirá una segunda etapa en la estructura definida por las grandes leyes españolas: la ley electoral, la del Tribunal Constitucional, y los estatutos vasco y catalán, que son las que iniciaron el periodo democrático.
P. ¿Qué espera de esta etapa?
R. Mientras no se resuelva el tema vasco, ni se lleve a cabo la reforma de la Constitución, todo queda a la expectativa de lo que suceda en las elecciones generales. Entre los cuatro puntos a tocar en la Constitución están la reforma del Senado y la inclusión de los nombres de las comunidades autónomas que ahora no son posibles por la negativa del Partido Popular (PP).
P. ¿Cómo espera que reaccione el PP una vez queda claro que va a haber Estatuto?
R. Cabe esperar que lleve a cabo una reflexión. Porque una cosa es oponerse a una reforma del Estatuto, otra negarse a la realidad de una ley ya existente, y otra cosa sería adaptarse a las circunstancias. Lo que yo deseo es que se adapte.
P. Pues el presidente del PP catalán, Josep Piqué, afirmó el sábado que, si se aprueba en los términos conocidos, cuando cambie el Gobierno habrá que cambiar el Estatuto catalán.
R. ¿Qué quiere que le diga? Eso es imposible. Numéricamente imposible, Está él solo, contra el 90% del Parlamento catalán.
P. Los recelos despertados en España por el proyecto van más allá del PP. ¿Cree que van a desaparecer, ahora?
R. Lo que espero es que se produzca un cambio en la actitud dominante en la opinión pública española, en el sentido de que sea más favorable.
P. ¿En qué medida esta reforma es generalizable a los estatutos de las demás comunidades?
R. Creo que la cláusula de incorporación automática de aspectos de este Estatuto, como se ha intentado en alguna otra reforma, es de imposible aplicación. Pero desde luego a mí no me parece mal que fórmulas de nuestra reforma se apliquen a otros estatutos. Lo más probable es que la aprobación del Estatut provoque una serie de reformas estatutarias.
P. ¿Cree que el acuerdo sobre el Estatuto catalán puede incidir en la situación política vasca?
R. No. Creo que son dos procesos distintos. Y separados. La novedad existente es que ahora hay un Gobierno español capaz de afrontar los problemas que se plantean en Cataluña y los que se plantean en el País Vasco. Aunque está claro que, en un sentido amplio, este acuerdo es un alivio, una ventana abierta. Y que todos los asuntos políticos están relacionados, de una u otra forma. Pienso que con este acuerdo la temperatura política general se hace más amable.
P. Usted defendía hasta hace poco más de una semana que el término nación referido a Cataluña figurara en el articulado del Estatuto. Y el acuerdo entre el presidente Rodríguez Zapatero y el líder de Convergència i Unió (CiU), Artur Mas, ha sido el de remitirlo al preámbulo. ¿Qué le parece?
R. Los efectos son los mismos. Porque no estamos hablando de una competencia a ejercer o de una cláusula económica, sino de una proclamación. Esto es lo que hay que tener claro: se trata de la proclamación de un hecho: Cataluña es una nación. Y esto tiene el mismo efecto en una parte u otra del Estatuto.
P. ¿A qué venía, pues, la insistencia en que debía figurar en el articulado?
R. Yo no he insistido particularmente en situar este reconocimiento en un punto u otro del Estatuto. En la última reunión con los cuatro partidos catalanes que apoyan la reforma constaté que todos defendían que figurara en el artículo primero, a iniciativa de Mas, que parecía desdecirse de unos acuerdos previos que finalmente ha honrado. Pero si alguien no insistió en esa posición fui yo. Para mí lo importante es que se trata de una restitución del valor que en la Constitución tenía inicialmente la alusión a los territorios que habían tenido Estatuto.
P. ¿Qué les dice a los presidentes de comunidades autónomas que se han mostrado reticentes a esta reforma?
R. Que recuperamos un dualismo dentro de España que está en la Constitución, el que habla de nacionalidades y regiones. Este dualismo se ha difuminado, ha tambaleado, a causa de la multiplicación de nacionalidades, que inicialmente eran tres y ahora creo que ya son siete. A quienes interpretan el reconocimiento de la nación catalana como que 'estos se van' les digo que no, que nos quedamos, sólo que en los términos iniciales. Los términos vigentes antes de que vinieran las Loapas y se aguara el contenido de nuestra autonomía.
P. ¿No le ha preocupado que fuera de Cataluña esto suscite la idea de que busca privilegios?
R. Las diferencias no son privilegios. Baviera se denomina Estado Libre y eso no cuestiona la Alemania federal.
P. ¿Con esta reforma queda satisfecha la demanda de reconocimiento de la singularidad catalana en España?
R. El mundo camina hacia la configuración de grandes unidades políticas como la Unión Europea y lo que yo digo es que a los pueblos de España no se les debe poner impedimentos para que se muevan en estos grandes campos según sus capacidades.
P. Parece que a usted le ha ocurrido algo parecido a lo que en 1979 le pasó al presidente Josep Tarradellas, a quien los partidos impidieron que protagonizara la negociación del Estatuto. ¿Cómo lo encaja?
R. Déjeme decirle que si alguien ha puesto la reforma del Estatuto sobre el tapete he sido yo. ¿De quién es la iniciativa? Yo llevé esta propuesta en mi programa electoral, ya en 1999.
P. Pero en la carrera de estos últimos días, los protagonistas son otros.
R. Usted habla de la carrera para la atribución de méritos, pero lo importante no es eso. Lo importante es que tendremos nuevo Estatuto; que será un buen Estatuto; y que trae avances tras una larga etapa de dos décadas en que se habían dado pasos atrás en la autonomía sin que el nacionalismo conservador de CiU considerara que esta era una buena vía para atajarlos y recuperar el terreno perdido.
P. ¿Qué avances considera más destacados?
R. Que somos una nación; que España lo reconoce; que se introducen mejoras muy sustanciales en las competencias de la Generalitat y en la financiación; y que Cataluña se dimensiona correctamente en la España plural.
P. ¿Comparte la queja expuesta ante el comité Federal del PSOE por su compañera Manuela de Madre acerca de la inhibición de algunos sectores del socialismo español cuando arreciaban los ataques contra el proyecto?
R. Sí, pero han sido actitudes minoritarias. Lo que cuenta es que no ha habido incomprensión o inhibición de los encargados de conseguir que prospere.
P. ¿Está satisfecho con el comportamiento del presidente Rodríguez Zapatero en este proceso?
R. Sí. Ha cumplido su compromiso.
P. ¿Esperaba que la reacción contra la reforma alcanzara en España la fuerza que ha tenido?
R. Es que lo que hemos hecho es nada más y nada menos que atrevernos a tocar España.
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