Los bares y el tabaco
La ley antitabaco, que entró en vigor el pasado 1 de enero, pretende prevenir el consumo, proteger a los fumadores y a los no fumadores y facilitar el abandono del tabaco. Todo ello para evitar las diversas enfermedades provocadas por el tabaco, que originan un sufrimiento importante, no sólo para las personas afectas sino también para sus familiares, y acortan la expectativa de vida.
La normativa, llevada por el espíritu de la ley, prohíbe el consumo de tabaco en los centros de trabajo, hospitales, instalaciones cerradas, vehículos de transporte colectivo y otros diversos lugares.
No obstante, de manera sorprendente la normativa no prohíbe el consumo en los locales de hostelería y restauración con menos de 100 metros cuadrados, sino que establece la obligación de poner un cartel que indique si se permite fumar o no en su interior.
Parece, por ello, que después de múltiples sesiones de trabajo los legisladores no han contemplado la posibilidad de que en dichos locales con menos de 100 metros cuadrados (prácticamente la totalidad de los bares españoles) ocurriera lo que está ocurriendo. Sencillamente, a falta de conocer cifras precisas ha sucedido que los pequeños empresarios dueños de dichos bares no desean perder clientes y casi en su totalidad han permitido que se fume en ellos.
Por tanto, las personas no fumadoras que deseamos hacer uso de un bar sin tener que inhalar humo seguimos sin poder conseguirlo.
Es decir, la realidad actual del desarrollo de la normativa contemplada en la ley española antitabaco condena a los no fumadores a seguir siendo fumadores pasivos en los bares.
¿Por qué ha ocurrido así? Simplemente porque no se ha tenido la valentía de seguir el ejemplo legislativo de países como Irlanda o Italia, en los que la prohibición de fumar en los locales de hostelería y restauración ha sido absoluta y, por tanto, nos han dado un ejemplo de modernidad legislativa antitabaco.
En mi opinión, los legisladores españoles deberían tomar nota de la legislación de dichos países y, cuanto antes sea posible, implantar la prohibición absoluta de fumar en todos los locales de hostelería.
La sociedad en su conjunto valorará el efecto positivo de tal medida y, a buen seguro, las consecuencias no serán apocalípticas para los fumadores, sino todo lo contrario.
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