Todo lo que cuenta Colombia

No hace mucho, en estas mismas páginas, reseñamos dos selecciones de cuentistas colombianos a cargo de Conrado Zuluaga y Jaime Alejandro de Rodríguez R. Ambas se complementaban en su misión de ofrecer un panorama tan amplio en nombres no demasiados conocidos, como tan rico en propuestas estéticas. Ahora es la profesora y estudiosa de la ficción colombiana Luz Mary Giraldo quien acomete la tarea de darnos una visión todavía más ambiciosa del cuento colombiano. Un cruce de gran calado entre la historia, las épocas, las escuelas y las filosofías de la composición. Textos como el presente, en dos gruesos tomos, colaboran enormemente a cubrir esas lagunas que se abren cuando los medios de comunicación sólo parecen tener ojos y oídos para los autores más difundidos o más premiados. Así resulta que quedan en el olvido un sinfín de escritores de contrastada calidad o de imprescindible importancia en la larga cadena de la historia literaria de un país.

Cuentos y relatos de la literatura colombiana,

amén de la función señalada, se convertirá también, sin lugar a dudas, en un instrumento de trabajo indispensable para todos aquellos que tengan en la investigación y la crítica literaria su profesión. Luz Mary Giraldo ha dividido cada uno de los tomos en secciones conceptuales. El primer volumen arranca con la etapa oral del cuento (colombiano, aunque también conceptualmente valga para cualquier otra cultura literaria de otros países o continentes) y continúa con piezas de la época colonial, con el costumbrismo (donde no se pierdan un texto de José Ricardo Silva, padre del poeta José Asunción Silva), para terminar con una sección crucial: el momento histórico en que la práctica de narrar se convierte en oficio y autoconciencia. Aquí no pueden faltar Tomás Carrasquilla, Hernando Téllez, Álvaro Mutis y García Márquez. El segundo tomo repite fórmula clasificatoria, sólo que esta vez los conceptos son de radio más temático. Hay una sección dedicada a la violencia en donde destacan textos de Plinio Apuleyo Mendoza, Harold Kremer y Ricardo Cano Gaviria, aunque aquí echo en falta otro eje capital como es la ficción breve dedicada a la crítica a la modernidad. A éste le siguen apartados dedicados a la escritura (y dentro la oralidad, en tanto abanico de registros), el erotismo (en donde no podía faltar una pieza del recientemente fallecido R. H. Moreno-Durán, aunque a este refinado e irónico autor no se deba siempre circunscribirlo a esta limitada y ambigua sección). Completan el tomo una sección dedicada al minicuento y un capítulo para los relatos para niños y jóvenes. Estudios introductorios y biografías redondean un libro necesario para en tendidos y no menos necesario, como quiere la autora en su prólogo, para quienes exigen "una historia convincente que atrape al lector y no lo suelte".