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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La sombra de Sharon

El líder, ya histórico, israelí Ariel Sharon duerme un sueño si no técnicamente eterno, sí lo bastante desmovilizador como para que su regreso a la actividad pública, y quizá incluso a la vida cognitiva, deba excluirse, pero ningún personaje de la política de Israel, o del mundo entero, está hoy más vivo a efectos electorales que el belicoso y dinámico ex general.

Dos grandes escenificaciones se proyectan sobre los comicios israelíes del 28 de marzo, y ambos en parecido sentido. La primera es la de un líder adorado por gran parte del electorado y un partido, Kadima, fundado por él en noviembre, que progresa en las encuestas hasta acreditársele 44 escaños contra los 40 que se le calculaban antes de la enfermedad de Sharon. Nadie pretende que su más que probable sucesor, Ehud Olmert, que representa a la derecha nacionalista, tenga atractivos hasta ahora ocultos; el que dice que va a votar Kadima, lo hace como homenaje póstumo al aún primer ministro.

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La segunda la constituyen las elecciones palestinas del próximo día 25 sobre las que el Gobierno israelí ha autorizado finalmente el voto por correo de los residentes palestinos en Jerusalén oriental. En ellas, el movimiento terrorista Hamás amenaza con hacer un gran papel. Un éxito del grupo movería al votante israelí hacia Kadima como diciendo que sólo lo que quede de Sharon podría ser garantía ante tal asechanza. Y, por añadidura, haría imposible que cualquier jefe de Gobierno de Israel, ni Olmert ni nadie, quisiera negociar con la Autoridad Palestina. Ésta debería liquidar primero las células del terror para que ello fuera posible, y su presidente, Mahmud Abbas, con lo que cuenta es, al revés, con cooptar a Hamás, si no necesariamente al Gobierno, sí a la responsabilidad, lo que significa el abandono de esa locura criminal que es propugnar la destrucción de Israel. Y hay algún signo de que eso no es tan descabellado. El movimiento no ha incluido en su manifiesto la declaración de su carta fundacional de 1988, en la que pide el fin del Estado sionista.

Por ello, los halcones, que tanto abundan en el partido de Sharon, no deberían prevalecer si ganan en marzo. Israel haría mal en no tener en cuenta el previsible buen resultado en las urnas de Hamás. Pero cabe poca duda de que si Sharon regresara al poder se encastillaría aún más en su posición de que su país carece de interlocutor para negociar la paz.

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