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La utilización de un código y la pobreza gramatical

Amelia Castilla

El académico de la lengua Ignacio Bosque, lingüista y catedrático de Lengua Española en la Universidad Complutense, destaca la utilización de un código ante distintos receptores. "Es un problema de registros. Si los jóvenes lo usan para ganar tiempo y dinero, y lo reducen al lenguaje de los móviles y saben que se trata de un código restringido, no veo mayor problema, pero si no saben distinguir entre el lenguaje del móvil y el que utilizan con otras personas, puede ser peligroso".

En uno y otro casos se hacen evidentes la pobreza léxica y la escasa preocupación por el idioma. Bosque lleva un par de años sin dar clases en la facultad, pero antes de marcharse ya había detectado exámenes en lo que sus alumnos de lingüística sustituían por el aspa la preposición por o se reducía que a una solitaria q. Pero no sólo encontró abreviaturas; Bosque recuerda con tristeza la falta de preocupación por el idioma y la pobreza léxica. Como ejemplo señala que los futuros lingüistas recurrían con frecuencia al uso de palabras como "mogollón".

Pero lo que para el académico es ya sólo un recuerdo, constituye el pan de cada día para Victoria, profesora de un instituto madrileño en un barrio de clase media alta. "Se utilizan, sobre todo, signos en lugar de palabras, pero todos los casos no se cuentan como faltas de ortografía". La profesora, con la que utilizan en el trato diario el mismo lenguaje que con sus compañeros de pupitre, constata la pobreza del idioma entre los alumnos.

"Tiempo de silencio, de Martín Santos, no lo entienden", aclara la docente, que a cambio destaca la importancia de todo lo visual para los alumnos y la facilidad con que se mueven en ese terreno. De hecho, el móvil se utiliza cada vez más para otras cosas que no son hablar: hacer fotos, ver películas, oír música y como videoconsola. Y es sólo el principio.

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