A ambos lados del túnel
Un túnel separa en dos la vida de Fede (Junio Valverde, muy bien en el papel): a un lado, el amenazante y al tiempo protector útero del barrio, suburbio de una capital en los años finales del franquismo; del otro, su colegio, el sueño de promoción social de su madre, esos religiosos que abrirán nuevas sendas en el porvenir de su hijo. Y a ambos lados del túnel se juegan las cosas; entre la dureza del presente y la irreal, aunque esperanzadora promesa del futuro; entre el pasado negro (la niña Down, su progenitor, la pobreza) y lo que vendrá. O de otra manera, Fede y el túnel son, a la vez, personajes y sinécdoques, partes por el todo de un país llamado España.
No es ésta la única, aunque sí la mayor, lectura entre líneas que autoriza un filme tan desequilibrado como apasionante, tan lleno de ideas como carente de un rumbo preciso para llevarlas, todas, a buen puerto. Cuadro de un tiempo y de un país de irrepetibles esperanzas, el filme es también (y es éste uno de sus logros mayores) el sensible, cuidadoso retrato de un despertar a la vida, en un mundo que, como ha sido siempre antes de que habláramos de acoso infantil, se movía entre la ferocidad y la ternura, entre el deseo y su represión; entre la incertidumbre y la esperanza.
VIDA Y COLOR
Dirección: Santiago Tabernero. Intérpretes: Junio Valverde, Silvia Abascal, Miguel Ángel Silvestre, Joan Dalmau, Natalia Abascal. Género: drama, España, 2005. Duración: 106 minutos.
Filme de inspiración más que generosa (con su materia narrativa daría para más de dos películas, por lo menos), narrado con mano inusualmente segura por un hombre de cine, Santiago Tabernero, con muchas horas a sus espaldas, aunque jamás hubiera rodado un filme de ficción. Vida y color es un esperanzador debut y un soplo de buen cine, a veces embarullado, pero siempre generoso; una segura recomendación para ciudadanos con memoria.
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