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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Los reyes de las pilas

Día de Reyes. Para desmentir a los psicólogos, que sostienen que la mayoría de los niños occidentales reciben demasiados regalos (que desarrollan su egoísmo, agravan su aburrimiento y estimulan su tendencia a no valorar las cosas), la marea juguetera sigue avanzando. En días como hoy, rodeados de arrugadas bolas de papel y de pedazos de cartón chino, o ante el contenedor donde tirarán las sobras, muchos padres se preguntan qué sentido tiene todo esto y, al mismo tiempo, sienten una divertida curiosidad por ver cómo acabará este disparate. La ilusión de los niños, por más que se diga, es la misma. Lo único que cambia es que deben repartirla entre el número de regalos y el entusiasmo se dispersa hasta esfumarse. Eso explica que las manifestaciones de agradecimiento sean breves y que muchos juguetes abiertos con pasión por la mañana se conviertan en descompuestos cadáveres al llegar la tarde. Eric Hoffer describió esta fiebre con una frase que todavía hoy repiten sus discípulos y que define con precisión los mecanismos del instinto consumista en su fase más primaria: "Nunca consigues bastante de lo que no quieres".

Para superar la jornada de Reyes, bastaba un arsenal de pilas y un destornillador pequeño, hasta la llegada de las consolas de videojuegos

Muchos padres se desesperan cuando comprueban que sus hijos apenas juegan con los regalos. Que no desanimen: en esta vida no todo es jugar. Cuando invitan a sus amigos, los niños desagradecidos que no le hicieron ni puñetero caso al futbolín hinchable o al láser parchís sacan pecho y presumen de propiedades ante sus amigos con la esperanza de humillarlos o, en su defecto, sentirse superiores. Moraleja: si los regalos no les sirven para estimular la imaginación y satisfacer buena parte de su ocio, por lo menos les preparan para ser tan presumidos como lo son sus padres con sus todoterrenos, pantallas de plasma, relojes, teléfonos portátiles y botellas de vino de "pequeñas bodegas" (tengo una duda: cuanto más pequeña es la bodega, ¿mejor es el vino?).

La publicidad también contribuye a fomentar el desconcierto paterno-infantil. En televisión, los cohetes rugen, las pistolas pulverizan, las muñecas seducen, las granadas explotan y los coches teledirigidos derrapan como si los condujera El Vaquilla (q. e. p. d.). La realidad, en cambio, no va por ahí, quizá por lo que cuenta Albert Vives en su libro ¡Maldita publicidad! (Editorial Península): "Somos conscientes de que la publicidad consiste en medias verdades, pero cotidianamente nos dejamos llevar por ella, nos autoengañamos y caemos en sus redes. Luego, cuando recuperamos la conciencia, a veces la maldecimos, le echamos la culpa de nuestro consumismo, buscamos alejarnos de ella y rechazamos cuanto anuncio se nos cruza, hasta que nos topamos con otra publicidad que nos llama la atención y volvemos a caer en la emoción que nos vende". En efecto: cuando llegan maniatados con alambres de plástico, los juguetes parecen mucho más inofensivos y sosos que por la tele. Pero ¿acaso no ocurre lo mismo con algunos presentadores?

Y luego están las pilas. Algunos las llevan puestas; pero otros, por falta de previsión o desconocimiento, no pueden asumir su alma juguetera por causas técnicas. Entonces, consciente de haber desencadenado un peligroso proceso de desilusión traumática, el padre estresado corre al Open Cor o a la gasolinera más próxima a comprar un alijo de energía alcalina, con o sin tintanio. Los calibres son diversos e inducen al error. ¿Pero quién dijo que la vida sea fácil? Ante el expositor, conviene recordar que las pistolas del Lazertag necesitan 12 pilas (AA); la guitarra eléctrica, dos (AAA); el micrófono amplificador, seis; el coche teledirigido, también seis; el microscopio, tres, y el mando del coche teledirigido, una pila de nueve vatios. ¿Y el ordenador de la Barbie? ¿Cuántas necesitaba? Lo mejor es anotarlo todo en una libreta y, con los años, divertirse haciendo recuento de juguetes y pilas con anotaciones como ésta, digna del más visitado y transgresor de los blogs: "Parque de atracciones Poli Pocket: tres pilas. Dispensador de cartas UNO con cronómetro incorporado: tres pilas".

Hay más complicaciones. Además de un buen arsenal de pilas, los padres también necesitarán un destornillador pequeño de estrella. Es indispensable. Hasta hace poco, con eso bastaba para superar esta difícil jornada, hasta que llegó la consola Nintendo DS, hit juguetero-tecnológico de esta festividad y masivo objeto de deseo. ¿Su mayor aportación? Innovar en el vastísimo universo de las complicaciones con una fascinante aportación mercado-técnica: la batería energética propia, que puede adquirirse en un pack que incluye un destornillador de alta precisión, exclusivo para acceder a las entrañas de este feliz invento. La estrategia es tan perversa que sólo puedo quitarme el sombrero. Un juego exclusivo que se practica en una consola exclusiva que se alimenta de una batería exclusiva que, para instalarse, requiere un destornillador exclusivo. No descarto que, en los próximos años, los juguetes y las consolas obliguen a los niños a instalarse unas prótesis exclusivas para poder manipularlos y que, a la larga, sea necesario comprar padres exclusivos para poder cumplir con la tradición.

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