El problema social brasileño

Este libro, editado por Emilio Fontela y Joaquín Guzmán, tiene un gran interés, ya que se centra en el análisis del problema social brasileño, que afecta también a otros países de América Latina y busca soluciones desde el punto de vista de las experiencias de otros países, y especialmente del norte de Europa. La elección de Brasil como centro del análisis es clara, ya que es el que tiene una distribución de la renta más desigual de todos los países grandes de la región que, a su vez, es la más desigual del mundo.

El libro es una recopilación de ponencias heterogéneas de dos seminarios llevados a cabo en España, por politólogos, sociólogos y economistas brasileños, españoles y de otros países europeos, sobre la reciente experiencia brasileña bajo la presidencia de Luiz Inácio Lula da Silva, que está iniciando la tercera transición brasileña, es decir, la social hacia una menor pobreza y desigualdad.

La dificultad de conseguir crecimiento con justicia social y equidad es el reto de muchos países, ya que si no se mejora la equidad la lógica reacción electoral o incluso violenta de los excluidos hace cada vez más difícil una democracia estable y un crecimiento sostenible a largo plazo. Porque hoy el problema en estos países y también en el proceso de creciente globalización no es el mismo que en siglo XIX entre capitalistas y obreros, sino entre integrados y excluidos o marginados.

La ciencia económica se ha consolidado como una teoría del comportamiento racional de los agentes económicos (individuos, familias, empresas, estados) que preconiza maximizar rentas, utilidades o beneficios, pero los autores estiman que esta visión no garantiza que muchos excluidos puedan maximizar nada. Los autores se inclinan claramente por la necesidad de un compromiso social nacional para reducir la exclusión.

El libro intenta ser esperanzador para Brasil y para el resto del mundo porque explica que, a pesar de las restricciones que en algún caso pueda introducir la libertad de mercado sobre la redistribución de renta, existen márgenes de maniobra suficientes para alcanzar un desarrollo social y sostenible de estas sociedades, ya que la libertad económica y la solidaridad redistributiva pueden ser compatibles tanto en el tiempo como en el espacio.

Existen dos ejemplos diferentes de sociedades que hacen frente a este problema de una forma más o menos eficiente. Hay unas, como Estados Unidos, Australia o Nueva Zelanda que tratan de concentrarse en el buen funcionamiento de los mercados como fuente de oportunidades para los pobres y excluidos, aumentando sus probabilidades de empleo y de inclusión. Hay otras, como los países nórdicos europeos, en las que el Estado interviene directamente distribuyendo parte de la renta de los ricos hacia los pobres.

Son dos formas diferentes de hacer frente al problema social que han sido elegidas libremente por la mayoría de los ciudadanos de dichos países, todos ellos de alta raigambre democrática. Si estos países han podido llegar a conseguirlo, ¿por qué no Brasil u otros países de la región?

Brasil tiene que hacer un gran esfuerzo, por un lado, de reforma de sus mercados para hacerlos más eficientes y, por otro, de redistribución de la renta, también eficiente, para salvar la enorme brecha de desigualdad y de exclusión que existe. El presidente Lula está intentando este experimento de mezcla de ortodoxia económica con redistribución y, de tener éxito, puede suponer un punto de ruptura frente a la tradición histórica de la región de sustituciones temporales de autocracias duras y populismo despilfarrador, lo que sería un paso muy importante en América Latina.

Guillermo de la Dehesa es presidente del CEPR, Centre for Economic Policy Research, Londres.