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ANÁLISIS | NACIONAL
Columna
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El pasado como futuro

LA RENUNCIA HACE DIEZ DÍAS de los socialistas vascos (PSE) a presentar una enmienda a la totalidad de los Presupuestos de la Comunidad Autónoma para 2006 y su posterior compromiso formal de respaldar el próximo día 29 la globalidad de las cuentas públicas (pese a su voto en contra de la partida dedicada a subvencionar los viajes de los familiares de presos vascos), cierra una etapa caracterizada desde 1999 por las prórrogas forzosas de los ejercicios anteriores o los incidentes chuscos (como el retraso invalidante de Mayor Oreja en la votación final de 2003 y la negativa del presidente Atutxa a revisar un error informático). A lo largo de ese periodo, los resultados de las elecciones autonómicas de 1998, 2001 y 2005 han obligado al lehendakari Ibarretxe a presidir Gobiernos de coalición en minoría apoyados por los representantes del nacionalismo radical de forma esporádica y condicionada. Aunque el secretario general del PSE haya declarado que la decisión de votar los Presupuestos de 2006 no debe ser interpretada como un primer paso hacia el pacto de legislatura o la entrada en el Ejecutivo, ese significativo cambio de rumbo prefigura el restablecimiento de las buenas relaciones de los socialistas con el PNV (ambos partidos gobernaron en coalición entre 1987 y 1998, salvo un interregno de escasos meses) antes de que fueran dinamitadas por la deriva soberanista del Pacto de Estella

El apoyo de los socialistas vascos a los Presupuestos del Gobierno de Ibarretxe se ha producido después de que el PNV se comprometiera a votar los Presupuestos del Estado en las Cortes generales

Esa nueva actitud del PSE ante el Gobierno de Ibarretxe no obedece exclusivamente a problemas específicos de la situación del País Vasco, mezclada de forma inextricable con la política general del resto de España. El éxito de las negociaciones llevadas a cabo por el Gobierno de Zapatero con el PNV a fin de conseguir el respaldo para los Presupuestos estatales de sus siete diputados y sus siete senadores en las Cortes generales descansó probablemente sobre un compromiso de reciprocidad en el Parlamento de Vitoria. Aunque el PP se llame a andana para dar verosimilitud a sus inconvincentes protestas de pureza, otros Gobiernos en minoría habían recurrido ya a chalaneos de ese tipo con los nacionalistas vascos y catalanes. Como recuerdan los historiadores Santiago de Pablo y Ludger Mees (El péndulo patriótico, 2005), no sólo González ofreció en 1993 una cartera -rechazada- al PNV; también Aznar se planteó en 1996 la posibilidad de incorporar a su Gabinete como ministro (¡Rato habría sugerido la candidatura de Juan José Ibarretxe!) a un nacionalista vasco.

En cualquier caso, la decisión de votar los Presupuestos del Ejecutivo de Ibarretxe sitúa a los socialistas vascos en un espacio político batido por las pasiones y repleto de riesgos. La experiencia de la coalición de gobierno con el PNV deparó al PSE un desenlace tan amargo como humillante: la buena fe no podría servirle de disculpa en caso de resultar engañado por segunda vez. Si bien el apoyo parlamentario de los socialistas vascos al Gobierno tripartito podría ser justificado teóricamente como la única manera de evitar el secuestro del lehendakari por el nacionalismo radical, el Ejecutivo de Vitoria descarta la monogamia con el PSE y está dispuesto a utilizar la segunda llave de EHAK para formar mayorías absolutas cuando lo crea conveniente.

Tampoco el balance de las relaciones con el PP es positivo para el PSE: los populares sólo se comportaron lealmente con los socialistas mientras fueron el partido más votado de la provisional pareja. Relegado a un segundo lugar por las legislativas de 2004 y las autonómicas de 2005, las feroces críticas del PP al PSE son al tiempo una manifestación reactiva de abandono y un factor agravador de ese aislamiento. Pero tanto la cruzada de los populares para que los socialistas regresen a las trincheras de una oposición intransigente en el País Vasco como sus invitaciones al entendimiento entre ambos partidos sobre el modelo territorial de España son incompatibles con el grosero repertorio de insultos personales, imputaciones calumniosas y juicios de intención dirigidos hoy por el PP contra el PSOE.

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