Destrucción de la costa
El hecho de que hayan tenido que ser las instituciones euro-
peas las que hayan dado la voz de alarma, en forma de reprimenda, acerca de los desmanes y abusos del urbanismo en la Comunidad Valenciana, puede dar una idea de la magnitud del problema, pero para ver la absoluta destrucción de la costa sólo hay que acercarse y verlo. Simplemente, ya no queda donde construir, aunque la voracidad imparable del cemento hace que las grúas se desplacen hacia el interior, sin saber muy bien hasta dónde serán capaces de llegar. Hace unos días leía en primera página que municipios de Murcia y Almería planeaban más de medio millón de viviendas. Hoy leo que en la Costa del Sol, la cifra prevista también supera el mágico número de medio millón. Parece que todo lo que sea bajar de esa cifra es una minucia. La destrucción se extiende y continúa imparable por todo el Mediterráneo. Cuando un incendio destruye un monte, siempre, aunque con lentitud, cabe la posibilidad de regeneración (si no se recalifica que es su destino más probable). Cuando una plantación es arrasada por una inundación, por grandes que sean las pérdidas, siempre es posible la recuperación. Cuando una ciudad es arrasada por un bombardeo, siempre se puede reconstruir. Pero cuando una ladera, un monte o un naranjal es arrasado para sembrarlo de hormigón, sólo porque tiene el mar a la vista, la destrucción de ese suelo es sencillamente definitiva e irreversible. ¿Es que no existe ninguna instancia superior que pueda impedir los desmanes de los políticos (tal vez debería añadir corruptos) locales, manipulados por las empresas (tal vez debería decir mafias) constructoras? ¿Es que no hay manera de frenar semejante salvajada? ¿Es esto lo que trae la descentralización del poder? ¿Qué clase de legislación tenemos que permite semejante barbarie? ¿Qué clase de democracia es ésta? ¿Es que nadie ve que en muy pocos años sencillamente ya no quedará costa en todo el Mediterráneo? ¿Alguien puede parar esto?
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