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El 'airbag' aumenta las lesiones oculares

El 35% de los accidentados sufre daños al romperse las gafas o por efecto de la reacción química

En los accidentes de tráfico, las gafas pueden convertirse en proyectiles lanzados contra el conductor. El sistema airbag, diseñado para proteger el cuello y el tórax, no fue concebido, sin embargo, para salvaguardar la zona ocular; su probada eficacia en evitar la muerte del conductor en el 30% de los accidentes no le exculpa de ser, al mismo tiempo, el causante de un importante número de cegueras. Entre los daños que causa a los portadores de gafas y los que producen las reacciones químicas generadas en la explosión, el airbag acaba afectando al 35% de los accidentados. "Además, un tercio de éstos terminan siendo declarados ciegos legalmente", asegura Carlos Ruiz Lapuente, jefe del Servicio de Oftalmología del hospital Virgen del Rocío, de Sevilla.

Los 70 gramos de ácido sódico generan aerosoles que pueden abrasar la córnea
Algunos oftalmólogos apoyan el uso de gafas homologadas específicas para la conducción

"La velocidad con la que se expande el airbag produce más lesiones oculares, incluso, que el choque del conductor contra este mecanismo", sostiene Ruiz Lapuente. Por su parte, el oftalmólogo valenciano Manuel Díaz Llopis, también jefe de servicio en el hospital General Universitario de Valencia, resume: "El airbag, no nos engañemos, es un puñetazo violento en la cara de imprevisibles consecuencias".

El airbag se infla cuando se produce una desaceleración muy brusca. Su velocidad de despliegue está establecida entre 50 y 113 metros por segundo (m/s). Por lo general, en un accidente a escasa velocidad, el choque del conductor contra el airbarg es de unos 18 metros por segundo. Pues bien, si la rotura del globo ocular se produce a partir de los 20 metros por segundo de velocidad, las cuentas no fallan: "Es el propio airbag el que genera, en no pocos casos, las graves lesiones oculares de quienes tienen accidentes", insiste Ruiz Lapuente.

A los oftalmólogos que se han adentrado en esta casuística les preocupan también los tejidos, la composición y las reacciones químicas que se dan tras el estallido del airbag. Los 70 gramos de ácido sódico que contiene, y que entran en combustión en 0,01 segundos para inflar 60 litros de aire, generan aerosoles de hidróxido y carbonato de sodio que pueden abrasar la córnea en diferentes grados de severidad. Bien directamente, bien impulsando las gafas como si de un proyectil se tratara, el airbag es, según los especialistas, causa principal de innumerables lesiones corneales, hemorragias, rotura del cristalino, desprendimientos de retina y perforación ocular, entre otras afecciones. "Algunas partículas, liberadas por esa reacción química, se tatúan en la córnea y luego resulta imposible eliminarlas", indica Díaz Llopis.

Lo cierto es que un tercio de los afectados en la zona ocular por un accidente de tráfico terminan teniendo problemas de visión o quedándose ciegos. Precisamente la ONCE acaba de hacer público que de los 4.000 afiliados que ha tenido este año, los accidentes de tráfico representan (junto con los laborales) la segunda causa de ceguera, sólo superados en número por quienes padecen una enfermedad ocular.

Los fabricantes de coches, por su parte, no parecen haber reparado aún en el hecho de que el airbag puede ser el causante de tantas y tan graves lesiones oculares. Sí son conscientes de la violencia de su despliegue o de la inconveniencia de llevar a los niños en los asientos delanteros, pero, respecto a los ojos, "el tema está poco estudiado", apunta Santiago Acebo, del departamento de Comunicación de Renault. Acebo asegura que su marca "es especialmente sensible" con todo lo que tiene que ver con el airbag. "De hecho", explica, "los prototipos de airbag de Renault reúnen lo que llamamos un funcionamiento diferenciado, consistente en un mecanismo que detecta la velocidad del impacto y la separación existente entre el pasajero y el airbag".

Reconoce que existen estudios que hablan de daños en la cuenca ocular causados por el airbag. Pero insiste: "Nosotros sometemos a una evaluación permanente todos sus materiales, y en ningún caso se ha detectado que sus componentes puedan causar daños serios, como para ser tenidos en cuenta por encima del gran beneficio que al airbag se le reconoce".

Otros tienen más dudas. Santiago Albert, responsable del departamento de I+D del fabricante de óptica INDO, cree razonable pensar que el estallido del airbag pueda acarrear graves lesiones oculares. "No deja de ser una acción terriblemente violenta en una zona donde no hay protección. Porque las gafas son una prótesis; y en ningún caso están pensadas para proteger los ojos". Sobre el futuro, opina: "Quizá llegue un día en el que se promulgue una ley que obligue a quienes conducen a llevar una gafa homologada". Tal vez sea una gafa irrompible, con mecanismos de sujeción de seguridad a la oreja, y con cristales de policarbonato u orgánicos... Ya que los minerales, aunque todavía se utilizan en el 30% de las monturas, tienden a desaparecer; son peligrosos y se astillan fácilmente.

En la Dirección General de Tráfico nadie reconoce haberse planteado este problema. "Nosotros nos limitamos a procurar que se cumpla la legislación", señala un portavoz. Y nos remiten al Instituto Nacional de Técnicas Aeroespaciales (INTA), uno de los organismos que en España validan las mejoras tecnológicas para aumentar la seguridad de los automóviles. Pero tampoco en el INTA tienen una opinión definida al respecto. Lo que sí parece claro es que podría fabricarse un tipo de gafa, única, homologada, adaptable a cada individuo, y expresamente diseñada para la conducción. "De entrada, las gafas deberían ser más resistentes a los impactos; y nunca un cristal debería tener menos de tres milímetros de grosor en el centro", recuerda Ruiz Lapuente. "Igual que se usan ya gafas específicas en ciertos deportes de riesgo como en el esquí, por ejemplo, deberían utilizarse también en la conducción unas que estuviesen homologadas", añade.

Los especialistas critican las nuevas tendencias en el diseño de gafas si éstas se usan para conducir. "Ahora se hacen excesivamente ligeras y frágiles, por lo que se rompen y clavan fácilmente en el rostro y la cuenca ocular", apunta el oftalmólogo sevillano. Incluso cuando los accidentes se producen en el ámbito urbano, donde los golpes no suelen ser tan violentos, está demostrado que las lesiones oculares por estallido de airbag son desproporcionadas y graves. Más graves, incluso, que cuando el airbag no existía y se viajaba con la única protección del cinturón de seguridad. "Me temo que este tipo de accidentes le van a crear más de un problema a las aseguradoras... Porque, claro, el accidentado argumentará que a él las lesiones se las ha producido el airbag, no el choque del vehículo", indica Díaz Llopis. Lo cierto es que un golpe accidental con bordillos, bolardos, mobiliario urbano o un choque por alcance puede provocar un desprendimiento de retina u otras lesiones.

Las mujeres y personas de baja estatura forman parte del grupo de riesgo al que el airbag castiga especialmente, según Ruiz Lapuente. Los coches están diseñados para personas de 1,75 metros de estatura de media; una altura que muy pocas mujeres españolas alcanzan. Eso las coloca en línea directa con el airbag y a menor distancia del mismo. Los oftalmólogos piensan también que las autoescuelas deberían poner más empeño en corregir las manías que los conductores exhiben luego en la conducción. La distancia correcta, una vez sentados rectos, es la que, alargando los brazos, deja que la muñeca apoye en el volante; luego las manos se asirán como si fueran un reloj, una a las once y la otra a las dos.

Simulación, mediante modelos que reproducen la realidad, del comportamiento del <i>airbag</i> en un accidente.
Simulación, mediante modelos que reproducen la realidad, del comportamiento del airbag en un accidente.

Las trampas de la ciudad

La ciudad suele ser una trampa mayor que la carretera para quienes conducen con gafas. Los dos casos que a continuación se detallan han sido rescatados de los archivos de Ruiz. El primero es el de una joven de 22 años, deportista de élite, que salió de su casa a las siete de la mañana para entrenar en un día de sol. Conducía su utilitario y, para evitar los deslumbramientos, se colocó unas gafas oscuras "de no muy buena calidad", precisa el oftalmólogo sevillano. Al entrar en un túnel no percibe la retención que hay de coches, choca contra el que le precede y estalla el airbag, que le aplasta las gafas contra los ojos. Pese a que la velocidad no era mucha, apenas 30 kilómetros por hora, tanto la armadura como los cristales se rompieron, y, como consecuencia, se incrustaron en una de las córneas fragmentos de vidrio. Esto le produjo una hernia en el iris y catarata traumática. Tras la cirugía de urgencias y la posterior implantación de una lente intraocular no se le autorizó a seguir con la práctica deportiva. La joven era en ese momento titular en un equipo de categoría nacional, y su seguro no quiso asumir los riesgos de un posible estallido ocular ante un pelotazo o cualquier otro golpe.

El segundo caso es un joven de 18 años que conducía a las cinco de la madrugada por una calle céntrica de la ciudad en que vive. En un semáforo, un vehículo que no respetó la señal le embistió lateralmente. El cristal lateral se rompió y numerosos fragmentos quedaron entre el airbag y su cara.

Además de múltiples cortes en el rostro, sufrió heridas en la córnea que le provocaron una catarata traumática, hemorragia vítrea y desgarros en el iris. El joven llevaba apenas unas semanas en su nuevo trabajo; tener la máxima visión era para él imprescindible: se ganaba la vida conduciendo vehículos pesados, cosa que jamás pudo volver a hacer.

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