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Entrevista:RAMÓN RAMOS | Catedrático de Sociología | HORARIOS Y CONCILIACIÓN

"Los horarios dependen de una lógica estrictamente económica"

"El problema del horario español no es la hora de acostarse, sino el largo tiempo que se pasa en la empresa y en el transporte", sostiene el catedrático de Sociología de la Universidad Complutense Ramón Ramos (Madrid, 1949). Este experto en el uso del tiempo y autor de obras como Cronos dividido considera que la falta de tiempo para conciliar el empleo y la vida personal es "un drama privado que ya empieza a ser un tema público".

Pregunta. ¿Qué le parecen los horarios españoles?

Respuesta. Resultan de la fijación de prácticas colectivas que pasan de padres a hijos. Tienen un valor adaptativo a las características del país, a las horas de luz, al calor, a la colonización de la noche para hacerla socialmente vivible. Todo eso se liga con la cultura mediterránea. No tiene sentido que los horarios que son sensatos en Dinamarca lo sean también en Sevilla. No se puede legislar sobre los horarios en abstracto o con lógica sólo económica.

"No tiene sentido que los horarios que son sensatos en Dinamarca lo sean en Sevilla"
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P. ¿Qué los determina?

R. Los horarios son una manera de resolver la complejidad de nuestras sociedades, muy densas en incertidumbres. Poner pautas temporales mediante los horarios reduce la complejidad y, por tanto, rebaja la incertidumbre que sentimos. Pero lo que es un buen instrumento para organizar se puede convertir en algo perverso.

P. ¿En qué sentido?

R. A lo mejor porque están montados sobre un mundo que se ha tambaleado, los horarios funcionan muy mal en las relaciones entre hombres y mujeres cuando están sometidos a los de trabajo. Les impiden tener espacios comunes, sincronizarse. Se les hace cada vez más difícil coordinarse, sobre todo si tienen hijos.

P. ¿Eso se debe al tipo de jornada laboral?

R. Sí. Cuando una pareja tiene que incorporarse al trabajo a las ocho o las nueve, la única manera de poder criar hijos es tener a la vez una guardería o red familiar, pero esto significa que viven en paralelo, sin encontrarse, debido a las jornadas de trabajo muy largas, y en medios urbanos bastante hostiles que obligan a dedicar mucho tiempo al transporte para ir y venir al trabajo o a por los hijos. La pareja llega agotada a casa. La gente dice "llevamos una vida absurda". El sistema de horarios ha empezado a tener cada vez efectos más perversos. Creo que habrá que reordenarlos profundamente.

P. ¿Cómo?

R. Me resulta muy difícil dar recetas, pero creo que los poderes públicos tienen que intervenir para fijar marcos de horarios que hagan compatibles valores que se quieren priorizar. Se quiere que la gente trabaje, se reproduzca y eduque a sus hijos. Para que ocurran las tres cosas tiene que haber un marco temporal adecuado. En caso contrario, sólo se generan niños maleducados, parejas con relaciones muy tensas, que tienen que tomar dos decisiones vitales a veces excluyentes: comprarse un piso y tener un hijo. Se aplaza mucho la reproducción, casi hasta la frontera del calendario biológico de la mujer, y se tienen menos hijos.

P. ¿Es imprescindible adecuar los horarios al nuevo modelo de familia con padre y madre empleados fuera de casa?

R. Los poderes tienen que asumir esto como un problema público. No pueden ser señores del tiempo para organizar la vida de los españoles, pero tienen un cierto margen. Pueden apostar por políticas de conciliación. Los pequeños pasos que se están dando, por ejemplo, en la Administración pública con el Plan Concilia, son positivos porque tienen un carácter ejemplar. Al resto de la población se le viene a decir que se podrían organizar las cosas para hacerlas compatibles y crear situaciones de igualdad entre hombres y mujeres. ¿Por qué un ciudadano pierde la libertad de organizar su vida en términos temporales cuando se convierte en asalariado de una empresa privada?

P. ¿Por qué?

R. Porque prima una lógica estrictamente económica y falocéntrica, vertebrada por la idea muy tradicional del mundo que tienen ciertos varones que creen que ellos ganan el pan y las mujeres limpian, cocinan y cuidan de los niños. Eso genera un tremendo sufrimiento social y, también, luchas dentro de las parejas por la falta de igualdad, porque nadie puede disponer libremente del tiempo de los demás. Siempre esperan los pobres o los que no tienen poder. Si dispongo del tiempo del otro, dispongo del otro. Cuanto más poder tiene alguien, más hace esperar. Sin embargo, el tiempo es el único bien que está repartido democráticamente entre los seres humanos.

P. Usted ha estudiado especialmente la situación de los trabajadores más jóvenes. ¿Son las principales víctimas de las jornadas largas y la gran disponibilidad?

R. Sí. Las personas por debajo de los 35 años o tienen un trabajo temporal sin perspectivas o el contrato implícito que se les hace es "cuanto más tiempo estés en la oficina, más mostrarás tu disposición en favor de la empresa". Es una práctica perversa que convierte en siervo al ciudadano. Se está sacrificando a toda una generación.

P. Otros colectivos están en mejores condiciones.

R. Sí, por ejemplo los trabajadores de sectores muy sindicalizados, los mandos intermedios o los funcionarios, que son los mejor situados. Pero la solución no es convertir a todos los españoles en funcionarios públicos, objeto de la envidia y el rencor larvado del conjunto del país.

El sociólogo Ramón Ramos.
El sociólogo Ramón Ramos.LUIS MAGÁN

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