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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

2013

Todo parece emplazado para 2013. Ése es el año en el que la agricultura dejará de ser el principal obstáculo al presupuesto de una Unión Europea (UE) más basada en el conocimiento y más ambiciosa; también es la fecha aceptada por los representantes de la UE en la Organización Mundial de Comercio (OMC), cuya conferencia ministerial se ha reunido estos días en Hong Kong, para el desmantelamiento de todas las formas de subvenciones a la exportación de productos agrícolas.

Se suponía que la actual Ronda de Doha de negociaciones comerciales debería impulsar la integración de los países menos desarrollados en la escena comercial global mediante una significativa reducción de las barreras que mantienen los más avanzados, particularmente en la agricultura. Los países en desarrollo representados por el Grupo de los Veinte habían condicionado la extensión de las conversaciones sobre manufacturas y servicios a que el ámbito agrícola estuviera completamente despejado. La habilidad de la Administración estadounidense al anticipar una más generosa propuesta de desprotección agrícola y comprometer para 2010 el completo desmantelamiento de subsidios a la exportación había dejado a la UE como la principal amenaza al buen resultado de la conferencia de Hong Kong.

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A pesar de esa concreción temporal para la eliminación de la principal forma de proteccionismo agrícola, no puede decirse que el resultado de estos seis días de negociaciones sea aceptable. El compromiso alcanzado a última hora impide que salte por los aires la Ronda de Doha, aplazando un año más las conversaciones; pero es en sí mismo la expresión de un fracaso: de la incapacidad de los grandes para legitimar, predicando con el ejemplo, el libre comercio como fundamento esencial del actual proceso de globalización. Aunque las protestas en la calle no acierten a mantener una vinculación estrecha con la agenda de la reunión ministerial, lo cierto es que la OMC está sufriendo las consecuencias de esa torpe pedagogía de la liberalización comercial que practican los países desarrollados.

En interés de todos, incluyendo los ciudadanos de los países ricos, está que se facilite a los menos ricos una justa inserción en el sistema de relaciones comerciales internacionales. Eso significa que la OMC, al igual que las otras organizaciones multilaterales, debe ser tan ecuménica como sus enunciados. El camino hacia 2013 va a tener en el próximo año su principal prueba de la capacidad para dar por zanjada aceptablemente la actual ronda del desarrollo.

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