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Reportaje:

El riesgo de inestabilidad permanece en Bolivia

Las profundas fracturas sociales y regionales del país andino hacen temer que el ganador de las elecciones presidenciales de mañana sólo pueda formar un Gobierno precario

La televisión anima, en tono alegre, a participar en la "gran fiesta electoral". Los confetis, los globos y las canciones han sustituido a las pedradas y a los bloqueos que hace un año asfixiaban a Bolivia. Pero los comicios de mañana, de los que saldrá el presidente, el Congreso y, por primera vez, los gobernadores provinciales tienen pocos visos de convertirse en el ansiado "punto de inflexión" que proclaman los partidos. Las profundas fracturas sociales y regionales han polarizado un voto que niega a los candidatos la mayoría absoluta. Estas elecciones anuncian un Gobierno precario y se perfilan, en suma, como el preámbulo de una nueva tempestad política.

Dos candidatos, de los ocho que se presentan, aglutinan las preferencias: el dirigente cocalero Evo Morales, de 46 años, y el ingeniero industrial Jorge, El Tuto, Quiroga, de 45. El Evo, sindicalista y diputado de origen aymará, lo logra el 34,2% de la intención de voto con un discurso de izquierda radical, que aboga por volver a convertir al Estado en el eje de la economía, nacionalizar los hidrocarburos, "sepultar" el neoliberalismo y combatir el "imperialismo yanqui". Sus referentes son el presidente venezolano, Hugo Chávez, al que se acusó de financiar su campaña, y el cubano Fidel Castro.

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El Evo supera en cinco puntos a El Tuto, criollo formado en EE UU y con una carrera en la función pública, que desea adherirse al Tratado de Libre Comercio, renegociar con las petroleras la explotación del gas y del petróleo, y alentar la inversión extranjera, tomando a Chile como modelo de crecimiento.

Ambos, no obstante, han intentado atraerse a esa mayoría silenciosa que, siendo sensible al discurso nacionalista, aboga por la moderación. Más allá de las consignas, el Movimiento Al Socialismo (MAS) de Morales insiste en que no confiscará bienes y que respetará la iniciativa privada, siempre y cuando los empresarios "respeten la ley". También garantizará las propiedades agrícolas que cumplan "la función social". No sólo eso: Morales acaba de anunciar que "apostará por el diálogo con EE UU". El Poder Democrático y Social (Podemos) de Quiroga ofrece un abanico de programas sociales y medidas contra la discriminación de la mujer.

Si los pronósticos se cumplen, El Evo ganará las elecciones, pero lejos de la mayoría absoluta necesaria para gobernar. Según la ley boliviana, será el nuevo Congreso el que dirima entre ambos candidatos. Ante esta perspectiva, los dirigentes del MAS han advertido de que no permitirán que las votaciones de los legisladores (que ellos califican de trapicheos) les "roben" la victoria de la primera vuelta y han recordado que cuentan con el apoyo de las organizaciones (sindicatos, movimientos campesinos y vecinales) que pueden desestabilizar el país.

Esto podría acabar con la "tregua electoral" vivida en los últimos meses y devolver a Bolivia a la pesadilla que ha padecido desde 2002, cuando las movilizaciones sociales pusieron fin a dos décadas de inusitada estabilidad política. Los bloqueos y las protestas callejeras, promovidas por Morales en contra de las políticas privatizadoras y en defensa de la soberanía sobre los hidrocarburos, acabaron con el Gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada en octubre de 2003 y con el de su sucesor, Carlos Mesa, en junio de 2005. Los bloqueos han sustituido al golpe de Estado en Bolivia para cambiar gobiernos: basta unas decenas de miles de personas para tomar al país como rehén.

Así las cosas, es poco probable que, si gana Morales en primera vuelta, su contrincante trate de pelear la presidencia en el Congreso. "Sería legítimo y constitucional, pero El Tuto cometería un grave error", señala el analista Cayetano Llobet. "El Evo abriría el dique". Román Loayza, senador del MAS, ha sido más claro: "El Tuto no dura ni seis meses".

Pero tampoco Morales las tiene todas consigo. Las encuestas otorgan a Podemos el control del Senado, que puede bloquear cualquier iniciativa, sin contar con la feroz resistencia que encontrará en las regiones del oriente, que son el motor económico del país. Los sondeos reflejan una Bolivia dividida en dos: un occidente andino e indígena, con cuentas sociales que ajustar, donde se concentra la base social del MAS, y un oriente tropical y blanco, abanderado de la iniciativa privada y que recela de la "mentalidad premoderna" de sus vecinos.

"El Evo va a encontrar una resistencia salvaje no sólo en el Congreso, sino regional: los opositores ven al MAS como un partido bolchevique en ascenso, y están preparados para actuar con esas expectativas", señala Fernando Molina, director del semanario Pulso. "No se puede combinar una economía de mercado, que permitió el despegue del oriente, con la economía dirigista que trataría de imponer El Evo. Creo que esas elecciones van a dar lugar a un escenario inestable. No se vislumbra un horizonte ni siquiera a medio plazo".

"En Bolivia estamos viviendo la desaparición de las instituciones del Estado, que dio paso a un proceso de fragmentación. Los intereses de cada grupo y región difieren. Es una guerra de tribus. Y la caricatura de ese proceso son esas elecciones", dice el analista Cayetano Llobet. "El presidente, lleve poncho o corbata, está condenado a no ser nacional. El Evo va a encontrar una fuerte resistencia regional, y El Tuto va a tener a las masas en la calle".

A pesar de ser la segunda mayor reserva de gas de Suramérica y de su enorme potencial agrícola, Bolivia está a la cola del subcontinente, con un producto interior bruto de unos 740 euros per cápita. Según el Banco Mundial, un 74% de la población indígena y un 53% de la población blanca o mestiza viven por debajo de niveles de pobreza. Tras seis años de recesión, la economía boliviana ha crecido un 3,9% este año gracias a las exportaciones y a los ingresos por el impuesto directo de los hidrocarburos. La tasa es insuficiente y las perspectivas se dibujan sombrías.

La queja más común en Bolivia es que nunca ha habido una política de Estado. Los llamamientos de diversos sectores para que los principales partidos diseñen juntos un proyecto de país encontraron una tibia respuesta en el MAS. Hace dos días, su candidato a la vicepresidencia, Álvaro García Linera, abrió la posibilidad de un acercamiento a sus contrincantes para impulsar "una agenda programática". "Un día hablan de agenda mínima, y otro, de llegar al Gobierno por las buenas o por las malas. Mejor esperaremos", respondió el portavoz de Podemos, Hernán Terrazas.

El pesimismo se impone. "Estamos condenados a sufrir un momento más de precariedad", se lamenta Cayetano Llobet. "El que gane será el quinto presidente transitorio en 15 años de democracia, porque no hay elementos para hacer Gobierno. Hablando mal y pronto, la situación está jodida".

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