La hora de los pobres
Los países en desarrollo defienden los productos básicos para su futuro
Al margen de los intereses exclusivos de los grandes países industrializados y en desarrollo, en los pasillos y salas de reuniones del centro de convenciones de Hong Kong se mueven cientos de delegados de pequeñas economías de la Organización Mundial de Comercio (OMC) buscando sacar la mejor tajada. Los representantes africanos, caribeños y asiáticos, que se han visto en estos días yendo veloces de una reunión a otra, esperan llevarse de la cumbre un acuerdo especial para el desarrollo, que beneficiará a los 32 países más pobres de la OMC; que se extenderá al total de 49 que hay en el mundo.
Aunque los países más pobres comparten el objetivo del mundo en vías de desarrollo de conseguir una mayor liberalización del sector agrícola de la UE y EE UU, cada uno se bate para proteger los productos de los que depende para sobrevivir, y para potenciar la venta de sus fuentes de ingresos: algodón (Malí, Burkina Faso), arroz (Ghana, Senegal), textiles (Camboya, Bangladesh), azúcar (Mozambique, Mauricio), plátano (Belice, Surinam), etcétera. De los 149 miembros de la OMC, casi un centenar están enfrascados en la pugna por sus productos estrella.
Sus pretensiones son: libre acceso a los mercados ricos, ayuda financiera para mejorar su comercio, compensaciones para los países que pierdan su trato preferencial (por ejemplo, los exportadores de plátano del Caribe), protección para sus productos vitales para consumir o vender, y permiso para fabricar o importar medicamentos genéricos. La última petición ya la tienen, al menos formalmente. En estos días, también se sumaron a la demanda para que los países ricos pongan una fecha para eliminar las subvenciones a las exportaciones.
El llamado "acuerdo para el desarrollo" choca con serios obstáculos. En el caso del algodón, un símbolo de la lucha de pobres contra ricos, Washington aún no pone una fecha para eliminar los subsidios que da al sector. Añadido a esto, EE UU se resiste a abrir por completo sus mercados a productos clave para los pobres como el textil y el calzado. Japón, el del arroz. Ambas potencias quieren tener la potestad, al menos por un tiempo, de abrir o cerrar la espita de esos mercados a conveniencia.
"Otra vez nos dan un cheque en blanco que cuando lo vamos a cobrar no tiene fondos en el banco", dice el ministro de Comercio de Zambia, Dipak Patel. "Sólo aceptaremos un acuerdo para todos los productos y todos los países", apostilló su homólogo egipcio, Rachid Mohamed Rachid. Las importaciones totales de EE UU de los 49 países más pobres apenas suponen 10.000 millones de dólares al año, menos del 1% del total.
El secretario de Comercio estadounidense, Rob Portman, prometió ayer a los algodoneros africanos acceso libre a su mercado. Ni cuotas ni aranceles. Bruselas, cuyos roces con Washington son diarios y nada disimulados, recordó a EE UU que "el problema real de los productores de algodón africanos es la competencia desleal" como resultado de sus "ayudas internas y las subvenciones a la exportación". Para las ONG, el anuncio es una tomadura de pelo, porque África no exporta algodón al mercado estadounidense.
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