El huevo y la gallina
Algunas de las críticas que me dirige Borja de Riquer en su artículo El uso político de la historia se hacen por medio de alusiones nominativas; otras, sin citarme, pero con identificación inequívoca. La más curiosa es aquella en que habla de "absurdas elucubraciones sobre si la Constitución de 1812 procede de la nación española o al revés, que casi recuerda aquello del huevo y la gallina", cuando él mismo puso sobre la mesa este tema al sentenciar en su artículo de 1990 la inexistencia de "un proyecto nacional español" hasta la pérdida del imperio, apareciendo a su juicio entonces el nacionalismo español para "justificar, arropar y consolidar el frágil Estado libe-
ral naciente'. La nación española habría sido así un producto fallido de la revolución liberal, en definitiva un mito del que no cabe hacer historia. Y conviene recordar que esa negación algo ha tenido que ver con un 'error común', por seguir a Feijoo, que está en la base de una mentalidad ampliamente difundida entre los catalanistas de hoy, a la que responden la letra y el espíritu del nou Estatut, como es visible en su preámbulo y en el despliegue de la afirmación de Cataluña como sujeto nacional único a todos los niveles. Así que probar a partir de los documentos que hay nación española en 1808, y que esa nación es ya entonces plural, abre el camino a otra visión política del presente, que no es la del tripartito ni la del PP. Lo preocupante, amigo Borja de Riquer, no es que se escriba historia pensando en un problema del presente, sino que los problemas del presente sean abordados desde una falsificación de la historia. Comulgar con ruedas de molino, catalanistas o españolistas, sí que es absurdo. Y por eso hay que volver la mirada hacia atrás, recordando que en términos históricos y sociológico-políticos sí existe una identidad nacional española, en cohabitación ahora difícil con la vasca y la catalana, y que toda solución democrática pasa por su reconocimiento. En fin, me reprocha Borja de Riquer que hay en mis escritos 'una pérdida de la idea de futuro'. Tengo que decir que esta apreciación es falsa. Una y otra vez, incluso en La nación española, insisto en que existe una vía de superación de la actual encrucijada, y que esta vía es el federalismo -nunca la confederación producto de una suma de soluciones bilaterales-, desarrollando la propuesta que aprobara el PSOE en Santillana. Estaré o no equivocado, gustará o no lo que escribo, pero de olvidar el futuro, nada.
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