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Reportaje:

EE UU quiere que Kazajistán sea el 'policía' de Asia Central

El presidente Nursultán Nazarbáyev teme que un acercamiento a sus vecinos pueda acarrearle problemas internos

Pilar Bonet

Preocupado por las turbulencias políticas y económicas en Asia Central, EE UU ha pedido a Kazajistán, el país más rico y más cohesionado de la región empotrada entre China y Rusia, que mire hacia el sur y se convierta en líder de sus vecinos más desfavorecidos, como Uzbekistán y Kirguizistán, para crear un corredor de estabilidad que englobe a Tayikistán y se prolongue hasta Afganistán.

La secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, realizó esta petición al líder kazajo Nursultán Nazarbáyev, un superviviente político de la URSS, que en 15 años de permanencia en el poder ha forjado un nuevo Estado y ha sabido ganarse la confianza simultánea de los dirigentes rusos y occidentales, sin dar la impresión de zigzaguear entre ellos.

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Kazajistán es un país rico en petróleo, uranio y metales preciosos, que tiene una extensión de 2,5 millones de kilómetros cuadrados (toda Europa occidental), 15 millones de habitantes y 14.000 kilómetros de fronteras. Rice lo visitó durante una gira por Asia Central en octubre, cuando EE UU se disponía a abandonar la base militar de Janabad, en Uzbekistán, y había renunciado ya a colaborar con Tashkent en la lucha antiterrorista iniciada en 2001.

En su primera gira por Asia Central, Rice evaluó los potenciales apoyos políticos y militares de Washington en una estrategia de largo alcance, que mira hacia Afganistán e Irán y también hacia Pekín y Moscú. En el caso de Kazajistán, los intereses del Departamento de Estado tienen el valor añadido de los grandes yacimientos del Caspio, objeto de enormes inversiones por parte de las multinacionales del petróleo.

La petición de Rice a Nazarbáyev para que asuma el liderazgo centro asiático va en sentido contrario a la política exterior de este país, que lucha por subirse (o mantenerse, según la perspectiva) al carro euroasiático y occidental. En su último mensaje anual a la nación, el presidente kazajo afirmó que las prioridades de su política exterior son Rusia, China, EE UU y la Unión Europea y ni siquiera mencionó a sus vecinos del sur, a los que un día estuvo unido incluso por lazos de parentesco, cuando su hija Alia se casó con Aidar, el hijo del derrocado presidente de Kirguizistán, Askar Akáyev. El matrimonio fue fugaz.

Los políticos de Kazajistán cultivan la retórica centro asiática con vistas a fortalecer su posición de abanderados e intérpretes de Occidente en la zona. Los kazajos marcan la diferencia entre su país y los vecinos del sur, más atrasados y más inestables, y puntualizan que "en época soviética se hablaba de Asia Central y Kazajistán". La curiosidad de la élite kazaja por Asia se dirige más hacia las fórmulas de éxito económico de Corea del Sur y Singapur que hacia las dificultades para reintegrar el espacio fragmentado del Asia Central ex soviética. El traslado de la capital a Astaná, a 1.000 kilómetros al norte de Almatí, la vieja capital, es otro síntoma de la orientación euroasiática del presidente.

No obstante, Nazarbáyev puede verse obligado a mirar hacia el sur, y no sólo por complacer a EE UU -cosa que ya hizo enviando a un equipo de zapadores a desactivar minas en Irak-, sino por miedo a que la inestabilidad de los vecinos amenace a su país. Los analistas puntualizan que se trata de una amenaza económica, no religiosa, y señalan que las tendencias radicales del islam tienen poco arraigo en Kazajistán, donde predominan los musulmanes suníes.

Desde Astaná, Uzbekistán y Kirguizistán aparecen hoy como una zona peligrosa, en la que está también Afganistán y Tayikistán. Estos dos países son considerados como el origen de un tráfico de narcóticos que se ha incrementado tras la derrota de los talibanes. En Uzbekistán, el miedo del presidente Islam Karímov a perder el poder provoca tensiones internas y la cerrazón al mundo exterior. En Kirguizistán, los dirigentes democráticos surgidos de la Revolución de los Tulipanes no logran dominar los intereses de clanes mafiosos vinculados con la política y los negocios ilegales, entre ellos el tráfico de drogas. Los centenares de miles de emigrantes, en su mayoría ilegales, son bienvenidos en el gigantesco mercado de la construcción de Kazajistán, que florece gracias a la tarea singular de edificar una capital entera, Astaná, con todas sus dependencias representativas.

Dos altos funcionarios expresaban su temor por la "explosiva situación en Uzbekistán" y por la posibilidad de revueltas populares como la del pasado mayo en la ciudad de Andiyán. Si Uzbekistán estalla, es previsible que Kazajistán tenga que vérselas con una oleada de refugiados, sobre todo de la etnia kazaja, que suma cerca de 1,5 millones de personas en Uzbekistán. De ellas, entre 750.000 y un millón podrían huir a Kazajistán. Ahora, los ciudadanos de Uzbekistán, agobiados por los impuestos y por los bajos precios de sus cultivos, acuden a vender sus productos de contrabando a las regiones meridionales de Kazajistán, por donde pasara antaño la Ruta de la Seda.

Dos jóvenes pasan por delante de carteles electorales en Astaná, la capital kazaja.
Dos jóvenes pasan por delante de carteles electorales en Astaná, la capital kazaja.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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