¿A quién le importa Europa?

Mañana se conocerán los premios del año de la Academia Europea del Cine. Cuentan que son pocos los académicos que se molestan en enviar sus votos, que la mayoría de ellos eluden el visionado de las decenas de vídeos o DVD que les envían, y que los votantes se limitan a apoyar aquellas películas que previamente han destacado en festivales. Puede ser. Eso mismo se dice de otras academias y hasta de los premios Oscar. De hecho, la lista de candidatas a los premios gordos europeos está compuesta por títulos ya premiados o, al menos, reconocidos. Puede que no se enteren de que hay otros. Y haberlos, haylos.

La ceremonia, que en esta ocasión tendrá como estrella al gran Sean Connery, premio de honor, no ha despertado mayor interés, lo que parece demostrar el que no vaya a ser retransmitida en directo por ninguna televisión de este país (será el martes 6 a las 19.30 horas en diferido por La 2), a pesar de que este año hay un candidato español (Álex de la Iglesia). El cine europeo como tal no suele despertar emociones. Sí, en cambio, y afortunadamente muchas de sus películas: hoy mismo se estrenan varias, encabezadas por el Oliver Twist de Polanski, a las que hay que sumar al menos otras dos propuestas interesantes: Agua con sal, de Pedro Pérez- Rosado, y el documental Viva Zapatero, de Sabina Guzzanti. También ha sido noticia que Princesas, de León de Aranoa, competirá en el próximo festival de Sundance, noticia divulgada el mismo día en que se presentaba en Madrid una magnífica edición de su guión y story board...

Puede que este desinterés se deba al escaso conocimiento que se tiene de muchas de las estrellas europeas del cine, ya que toda ceremonia tiene que ser ante todo espectáculo, o al temor de que se reduzca una vez más a la clásica fiesta de autobombo con la consiguiente cuota de protesta contra la colonización americana, o que se convierta en un bla bla bla de discursos políticos. Los mismos políticos que batallan enérgicamente por la excepción cultural, que crean departamentos de ayudas a la producción y a la promoción, pero que finalmente no consiguen que ese mensaje cale entre los espectadores, en parte por lo pesados que suelen ser en sus peroratas. No hay que irse muy lejos para comprobarlo.

Esperaremos, pues, hasta el martes para saber qué espectáculo han creado este año los cineastas europeos y cuál ha sido su imaginativa aportación a la promoción del buen cine que hacen. Han elegido las fechas navideñas para concederse sus premios, habitualmente malas para el cine de este lado del Atlántico: las pantallas están copadas por Harry Potter y el cine norteamericano para niños, aunque poco a poco se van colando algunas otras películas. Ellos sabrán por qué lo hacen.