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19ª FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE GUADALAJARA

El pisco y el tequila

Juan Cruz

Puros son extraordinarios y las mezclas desmerecen de los originales. El pisco nace de la uva pura, y el tequila se hace del agave azul. La gente de todo el mundo los asocia con el pisco sauer y con las margaritas. Antes de que esto fuera políticamente incorrecto se decía que los cócteles resultantes de ambos licores eran propios de "señoritas".

Aquí, en Guadalajara, se están mezclando, puros y entre ellos. Peruanos y mexicanos. Nunca hubo una delegación peruana tan grande en México, y nunca hubo tanta cortesía entre ambos países. La primera dama de Perú, Eliane Karp, que vino en lugar de su marido, sabía que alguna sombra precedía el encuentro, porque al presidente Toledo no le gustó que el presidente Fox hiciera la vista gorda cuando hizo escala en Tijuana el ex presidente Fujimori. Para la suspicacia, la primera dama trajo un remedio. Dijo de México: "País hermano", y luego enfatizó: "Por cierto, muy hermano". El pisco y el tequila, juntos.

El pintor Fernando de Szyszlo, que abrió las actividades peruanas con una antológica de su obra patrocinada por la Fundación Cuervo (del tequila Cuervo), nos dijo ayer que él toma el pisco mezclado, "tengo un estómago delicado", y también es bebedor de margaritas. Pero diseñó, como los pintores latinoamericanos que le han precedido en estas antológicas amparadas por tan famosa marca de tequila, una licorera que ahora se expone como una obra de arte. Cuervo tiene una historia: el fundador, José Cuervo, vino de Asturias hace 300 años, se quedó en esta zona de Jalisco y aportó la destilación española a la fermentación del agave, para crear "este milagro de vida perfecta que es el tequila", como nos dijo la orgullosa directora de la Fundación Cuervo.

Dicen que el tequila es fundamental para escritores: quita los dolores de cabeza "y cohesiona el talento". Y los peruanos dicen lo mismo del pisco. Ambas bebidas fueron, durante siglos, patrimonio de los pobres, pero desde hace al menos cuarenta años las dos forman parte de los aperitivos o las sobremesas de grandes burgueses. Los mexicanos la toman en dedales; para los peruanos, sus copas se llaman mulitas. Los chilenos quisieron hacerse con el pisco, e incluso inventaron un pueblo que llamaron Pisco, como el peruano, para reivindicar su origen.

Ayer, en la inauguración de la feria nadie las nombró -muy temprano aún para licores-, pero está claro que si algo distingue a las dos culturas que ahora se encuentran son estas dos bebidas únicas que siempre han de tomarse por separado. Y que andan peligrosamente juntas.

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