El caro modelo de Telefónica
Las grandes adquisiciones como la de O2 se imponen como vía para entrar en Europa
Antes que ella ha habido otras empresas españolas apostando por Europa. Pero Telefónica se ha puesto a la vanguardia con la compra del operador británico de móviles O2. El cheque de 26.000 millones de euros que está dispuesta a pagar la mayor de nuestras multinacionales es el mejor exponente de esa nueva forma de hacer las cosas en el Viejo Continente. Nada de etéreas alianzas o cruces de participaciones simbólicas. Compra pura y dura, y en dinero contante y sonante.
A Telefónica, como a otras grandes empresas españolas, el mercado natural de Latinoamérica ya no le basta. Y no sólo porque quieran diversificar el riesgo sino porque tienen tanto exceso de liquidez (o de capacidad de endeudamiento) que deben fijar sus miras en la próspera Europa común del euro.
La operadora está convencida de que está a punto de producirse un proceso de concentración en Europa y quiere estar en primera línea
Las siete compañías transnacionales tienen el 87% de los clientes de móvil en Europa, 361 millones en total
Es el caso de Telefónica, que ya no podía comprar más en Latinoamérica, donde no sólo tiene presencia en la práctica totalidad de los países sino que es líder en la mayoría de ellos, en dura pugna con América Móvil de Carlos Slim. La adquisición de la mexicana Pegaso y, sobre todo, la de las filiales de móviles de BellSouth, casi cegó las posibilidades de expansión en el continente.
La telefónica española ha buscado entonces nuevos mercados emergentes, afianzando su presencia en Marruecos (Medi Telecom) o interesándose por licencias y privatizaciones en Arabia Saudí, Turquía o Túnez. De ese proceso, se materializaron operaciones como la compra de Cesky Telecom, en la República Checa, o del 5% de China Netcom., que supusieron desembolsos superiores a los 5.000 millones de euros.
Pero le quedaba Europa, su gran asignatura pendiente. Todos sus intentos anteriores resultaron fallidos: su alianza a tres bandas con BT y WorldCom, el intento abortado de una fusión con BT y con la holandesa KPN o la compra de licencias de móviles de tercera generación (UMTS). Pero ¿por qué precisamente ahora?
Telefónica, como otras grandes operadoras, está convencida de que en Europa está a punto de producirse un proceso de concentración de operadoras telefónicas similar al que se ha producido en Estados Unidos. Y ha querido colocarse en primera línea de salida.
En 1984, había en EE UU, 22 operadoras de telefonía local, las baby bells nacidas de la ruptura del monopolio de AT&T, y más de 1.400 operadores de ámbito rural. Durante los siguientes 10 años, se produjo un proceso de concentración de las baby bells, pero aun así había siete grandes compañías de telefonía local, ocho de larga distancia y datos (MCI, WorldCom, AT&T, Sprint, Qwest, Level 3, Global Crossing, y 360 Networks) y 15 grandes operadoras de telefonía móvil, además de varios cientos de ámbito rural.
En 2005, el panorama es muy distinto. Las baby bells se han consolidado absorbiendo además a los principales operadores de larga distancia. Así, Verizon compró MCI, SBC adquirió AT&T y Qwest se fusionó con US West. La lista de las cinco grandes, que controlan más del 90% del mercado, se completa con Sprint y BellSouth.
En telefonía móvil, se ha producido un proceso de concentración aún mayor, con cuatro grandes operadoras que controlan el 90% del mercado: Cingular Wirelees-AT&T Wireless, Verizon Wireless, Sprint PCS-Nextel y T-Mobile.
En Europa, ese proceso de concentración está dando aún sus primeros pasos, aunque en telefonía fija ni siquiera eso, ya que en cada país sigue dominando el antiguo monopolio, y casi todas las compañías alternativas están en pérdidas. Esa escasa rentabilidad ha desanimado la creación de operadores internacionales. Tan sólo el acceso a Internet ha cruzado las fronteras nacionales con empresas como Tiscali o Wanadoo, pero tampoco está clara la viabilidad de éstas.
Por eso todas las miradas se han centrado en la telefonía móvil. En este segmento, el motor de todos los procesos de concentración ha sido Vodafone. El operador británico tiene un modelo claro desde su creación basado en tres pilares: marca única en todos los países, adquisición de compañías que le permitan ser el primer o segundo operador y control absoluto del capital de sus filiales. France Télécom, a través de Orange, y Deutsche Telekom, con su filial T-Mobile, han intentando copiar este modelo. Ahora se une Telefónica.
Las siete compañías trasnacionales tienen el 87% de los clientes de móvil en Europa, 361 millones, frente a los 55 millones que poseen la otra veintena de operadores que prácticamente sólo tienen presencia en su país de origen.
Por eso, Telefónica piensa que queda mucho camino por recorrer, y para hacerlo sólo hay una vía: la de la adquisición. Las alianzas comerciales entre operadores como Freemove para hacer frente a Vodafone se han demostrado inservibles.
Por eso, ha empezado un movimiento de concentración a gran escala, cuyos primeros pasos han sido la compra de Amena por Orange y la de O2 por Telefónica.
La operadora española cree que no puede seguir viviendo de espaldas a Europa no sólo porque es el único mercado comercialmente similar al español, y, por tanto, son más fáciles las sinergias (publicidad, terminales, etcétera), sino porque su talón de Aquiles era hasta ahora el grado de exposición geográfica. Actualmente, el 61% del beneficio bruto operativo (Ebitda) del grupo proviene de España; el 34% de Latinoamérica y sólo el 5% del resto de Europa. Tras la compra de O2, España representa el 51%; Latinoamérica, el 28% y Europa, un 21%. La operadora prevé que dentro de tres años, el mercado nacional ya sólo representará el 44%.
El principal problema al que se enfrenta Telefónica es el esfuerzo financiero. Pese a que la multinacional española está mucho más saneada que otros ex monopolios, una deuda financiera de 55.000 millones le deja poco margen para maniobrar ante una oportunidad que se presente en el futuro. Por eso la única vía que le queda es el de una fusión con algún otro ex monopolio con el que no compita, como Telecom Italia.
A su favor, juega que sus rivales como Deutsche Telekom o France Télécom, no sólo tienen un nivel de deuda similar al de Telefónica, sino que están controlados por el Estado, lo que hace más difícil cualquier operación financiera de calado, sin contar con que tienen plantillas semifuncionariales infladas que habrá de ajustar.
El reciente protagonismo de empresas españolas en Europa no se corresponde con el tamaño ni la importancia económica ni política de España. Salvo el Reino Unido, que ha llevado al extremo el liberalismo, el resto de países de la UE ha levantado muros administrativos y regulatorios casi impenetrables para que sus empresas se abran al capital extranjero.
Con los recursos financieros limitados y las fusiones en entredicho por el celo nacionalista, la expansión europea de empresas como Telefónica no será fácil. Orange y T-Mobile están aún más atadas. Así que el liderazgo de Vodafone puede ser duradero.
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