_
_
_
_
Reportaje:CINE

Sólido Grandinetti

En 'Segundo asalto', de Daniel Cebrián -premio al mejor nuevo director en el festival de Valladolid-, el actor argentino Darío Grandinetti logra nuevamente bordar un papel complejo: el de un ex boxeador que atraca bancos. Se confirma: es un devorapantallas.

Gregorio Belinchón

Si fuera futbolista habría sido un delantero al estilo de Van Basten. Pero devino actor, y su carrera en los campos descendió (o ascendió, según se mire) de profesión a pasión. Al actor argentino Darío Grandinetti, el fútbol le sirve para explicarse muchas de sus experiencias vitales, para entender a la gente y sobre todo para desenvolverse en lo que al final sí fue su profesión definitiva: la interpretación. En una fría mañana madrileña, dos días después de las elecciones legislativas argentinas, Grandinetti no está como para gambetear mucho. No lleva ni 24 horas en España y el jet lag le tiene despistado. Eso, una noche de copas con su amigo Juan Echanove y el sin vivir que le provocan sus dos móviles: ninguno funciona. Grandinetti no aparenta sus 46 años. Alto (1,84 metros), muy delgado y fibroso, salvo por su falta de pelo -que acentúa rapándose el resto superviviente-, el actor no debe de ser muy distinto al chaval que con 17 años se planteó en su Rosario natal si seguir luchando por ser estrella en Newell's, el equipo local, o alimentar aquel gusanillo que se le había despertado encima de un escenario. Treinta años después y una veintena de películas más tarde, con directores como Eliseo Subiela, Jaime Chávarri o Pedro Almodóvar, el tiempo ha confirmado su elección.

"Es un personaje que va siempre de costado, nunca de frente, pero que paradójicamente es muy directo, no se esconde"
"Tengo mucha confianza en Kirchner. Hemos tenido hijos de mala madre destrozando Argentina durante años"

"Yo soy actor porque un día, en mis primeras clases, descubrí que encima del escenario me hacían caso. Y lo confirmé cuando debuté en el teatro con 17 años. Me di cuenta de que, desde allí arriba, yo controlaba".

Y aún lo compaginaba con el fútbol.

Sí, en aquella época aún no me había decidido. Estaba a prueba en el Newell's de Rosario, mi ciudad, el equipo en que se inició Jorge Valdano. Jugaba de delantero. Sacaba ventaja de mi físico porque era aún chaval y ya muy grandote. Pero no podía hacerlo todo, y me di cuenta de que la actuación me salía más fácil. No tenía que acostarme temprano, podía fumar, podía beber, no tenía que correr como un matado dos horas por día… [risas]. Aún me gusta mucho el fútbol-fútbol, el auténtico, no cosas tangenciales como el programa de Maradona.

Ahora, Grandinetti no viene a España por el fútbol, sino por el boxeo. En Segundo asalto, la carrera de un chaval de barrio, Ángel, boxeador en ciernes (el debutante Álex González), y la vida de quienes le rodean se tambalean cuando aparece como elefante en cacharrería Vidal (Grandinetti), un ex púgil que vuelve al barrio convertido en experto ladrón de bancos. Grandinetti utiliza el poder de su rostro (devorapantallas, animal, al estilo de Javier Bardem) para sacar partido a un personaje que no repara en nada y en nadie. Sólo se calma ante la presencia de Ángel.

¿Le interesa el boxeo?

Medianamente, la verdad. Veía mucho, pero nunca había practicado. Por el proyecto me puse a entrenar un poco. Pero el rodaje se atrasó y se atrasó. Y lo que iba a ser un acercamiento se convirtió en un entrenamiento de seis meses. De vez en cuando aún voy al gimnasio a pegarle a la saca. He terminado descubriendo un mundo muy atractivo y con un backstage de vida doloroso.

Nada más leer el guión de Daniel Cebrián e Imanol Uribe lo aceptó. ¿Sin dudas?

Sí, era algo que yo no había hecho nunca, que me ayudaba a luchar contra mi etiqueta de galán, cosa que no siempre es fácil. Tiene que llegar ayuda de fuera. Y esta vez provino de un guión distinto, de un personaje distinto.

Su personaje tiene dos caras. Maltrata a quienes le rodean, los usa y los tira, y, sin embargo, decide que enseñará los trucos de su profesión, atracador, a Ángel. Y lo hace con todo el cariño.

Eso me interesó mucho. Quería que quedara claro que esto no era un thriller dentro del cual había una historia de reencuentros. A mí no me interesaba hacer un género. Necesitaba trabajar la relación. Daba igual la profesión de Vidal. Lo importante era su extraña manera de recuperar vínculos: es un personaje que va siempre de costado, nunca de frente, pero que paradójicamente es muy directo. En esa cosa solapada que tiene no se esconde de nada. Miente, es ladino; sin embargo, no esconde que es mentiroso y que va devorando a los que le rodean. Me llamaba la atención también cómo siendo un ex boxeador desprecia todo lo que rodea a este deporte. Nadie lo nombra, le han borrado de la historia; nadie se portó bien con él.

Vidal afirma en 'Segundo asalto': "Nadie dijo que la vida fuera justa, también los bancos roban a las personas honestas. ¿Es ilícita cualquier actividad ilegal punible?". ¿Está de acuerdo?

Creo que hay una gran diferencia entre legalidad y justicia, y que muchas veces, en pos de la legalidad, se es injusto o se comenten injusticias. Me interesa más la justicia que la legalidad. En cualquier caso, hay que estar atentos para que la legalidad acompañe a la justicia.

¿Habló mucho con el director Daniel Cebrián sobre esta huida del género?

Sí, muchísimo, y estaba muy de acuerdo conmigo. Me servía mucho para mi desarrollo del trabajo, porque, si no, ¿qué hago?, ¿un mero ladrón de bancos? Hay muchos, cientos de atracadores diferentes. La historia de este personaje no está en su profesión, sino en su periplo vital. Lo importante es la seriedad con la que te tomes el trabajo. Y en ese sentido, en Segundo asalto aparecen actores recién llegados y de la tele, como Álex González o Alberto Ferreiro, y me emociona que gente tan joven se tome el trabajo tan en serio.

El jurado del festival de Valladolid le ha dado la razón a Grandinetti. El madrileño Daniel Cebrián obtuvo el galardón Pilar Miró al mejor nuevo director. Su actor se deshace en elogios con él, los mismos que repite para Jaime Chávarri, con quien ya ha rodado tres películas -"Jaime me llama siempre para personajes que ni siquiera yo pensaría en interpretar, y eso es un grandísimo voto de confianza"-, o para los dos realizadores que le cambiaron la vida: Eliseo Subiela, que en 1992 le hizo popular entre los cinéfilos con El lado oscuro del corazón, y Pedro Almodóvar, que le lanzó a la fama mundial al contratarle para dar vida a Marco, el periodista que vive un romance con Rosario en Hable con ella.

¿Quién fue más complicado, el personaje de Oliverio, el protagonista de 'El lado oscuro del corazón', o el Marco de 'Hable con ella'?

En su momento fue Oliverio. No por él, sino porque el guión era muy raro. Nadie podía imaginarse qué iba a salir de ahí. Era lo más parecido a un recital de poesías. Con cualquier otro director, yo hubiera dudado mucho, hubiera repreguntado; pero una vez más confié y supuse que Subiela iba a saber filmarlo. Fui construyéndolo sobre la marcha. Aunque el personaje que más dudas me produjo lo tenía en el largometraje que hice con Jaime Chávarri sobre el doble de Carlos Gardel [Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando]. Ése me preocupó. Y la verdad es que fue un delirio que luego disfruté mucho. Me preocupó mucho porque eran dos personajes y cada uno de ellos parecía ser el otro, con lo que por momentos sentía que tenía cuatro personajes en la cabeza. En cuanto a Pedro Almodóvar, ¿qué decir? Me cambió la vida.

¿Dejar el teatro es doloroso?

Sí, pero también tiene que ver con que, a pesar de haber recibido muchas ofertas, ninguna me calentó, como decimos en Argentina. Alguna tuve de hacer teatro en España, que sí estaba dispuesto a concretar, pero como yo no vivo aquí era complicado.

¿Le pasa igual eligiendo guiones?

La diferencia es que, como en el cine son sólo dos meses, uno puede arriesgarse a experimentar: el tiempo gastado es corto. Pero subirse a un escenario todos los días, ensayar, compartir…, para decir algo que a la tercera función ya te aburre, no merece la pena. El cine se acaba en dos meses, y adiós. Incluso si al ver la película no se cumplen las expectativas, pues te olvidas.

¿Le ha ocurrido mucho?

Sí, muchas veces. Incluso con una buena historia, a veces la idea primigenia no se plasma. Ahora, hay un momento en que tienes que confiar en todos tus compañeros, porque ¿cuáles son las certezas que te pueden dar de que va a salir bien? Yo he estado en películas con buenos elencos, guiones, directores, y luego…

¿Puede decir algunas?

No, puedo decir varias [ríe a carcajadas]. Tiene que ver con cosas que rodé hace muchos años. El tiempo y tu situación personal te ayudan. Yo pude empezar a permitirme el lujo de rechazar papeles. En realidad, los actores hacemos lo que podemos. No controlas, no está en tus manos, a veces ni siquiera dominas la parte de tu trabajo que crees tener bajo control. Últimamente yo me cuido más.

Hace años dijo que la diferencia fundamental entre los actores argentinos y los españoles es que ustedes son más supervivientes; que luchan contra una falta de industria, de público, de oportunidades…

Pienso igual, aunque reconozco que de tanto estar aquí he comprobado que el actor español también es un superviviente. Además, ahora por fin se ha quitado el prejuicio de que un actor de televisión no vale para otra cosa. Gracias a gente como Javier Cámara se ha demostrado que el talento es el talento y no depende del formato. Los intérpretes tenemos un oficio de supervivientes, porque, como alguien me dijo una vez, siempre estamos, o comenzando algo, o acabando algo. Nunca estamos estabilizados.

También es verdad que la situación del cine argentino ha cambiado.

Bueno, sólo se filma un poco más. Se está haciendo un cine, salvo contadas excepciones, muy barato. Se ha puesto de moda trabajar con actores con poca trayectoria, o, como dicen algunos directores, "no actores". Y se hace una apología de eso. Cierto sector de la prensa les apoya. Hay que tener… ¿Por qué tanto odio, tanto rechazo?

¿Y el fútbol argentino?

A mí me gusta [el entrenador] Marcelo Bielsa. Y le echo muchísimo de menos. Soy como la viuda de Bielsa. Cuando Bielsa anunció que renunciaba a su cargo de seleccionador fue tan duro como cuando sacaron a Maradona del mundial. Tuve esa misma sensación. Más dolorosa la de Maradona, pero me dejó igualmente pasmado, helado. Bielsa elevó el nivel de discusión del fútbol, cosa que en Argentina no había ocurrido y no volvió a ocurrir. Está todo relacionado con el show business. Y luego está el problema de la venta de jugadores jóvenes a equipos europeos. Esa sensación de cantera refleja la situación de Argentina, y de Brasil, y de Uruguay. Países exportadores. En los años noventa nos dábamos el lujo de repatriar jugadores que ganaban en casa casi lo mismo que fuera. Aquello era una mentira, y la situación actual futbolística refleja la situación económica argentina.

¿Qué le han parecido los resultados de las elecciones legislativas en su país?

Espero que los políticos hagan una lectura acertada del resultado de estas elecciones y saquen conclusiones. Hay una manera de hacer política que quedó en el pasado, que una vez más no logró el apoyo popular. Deberían retirarse y no quedarse aferrados al poder. Dudo que lleguen a esta reflexión. Me alegra mucho el apoyo que ha recibido el presidente Kirchner. Era necesario para él y para todos. Tengo mucha confianza en Kirchner. Pero los argentinos tenemos mala memoria, y olvidamos tan rápido… No deberíamos olvidar que la asfixia la tuvimos hasta hace bien poco. Hemos tenido hijos de mala madre destrozando Argentina durante años. ¡Años! Ni Kirchner ni nadie puede resolver esto pronto. A mi juicio, ya es casi milagroso que un tipo como Kirchner haya llegado al poder. Tiene que ver con una tendencia en Suramérica que celebro. Ni Argentina sola, ni Brasil solo, ni Uruguay solo van a poder hacer algo. En ese sentido estamos más inmersos en lo que está pasando en el mundo, con España a la cabeza; con las últimas elecciones generales, que por suerte viví aquí y pude ver y sentir lo que pasaba. Con dos cojones, sí. Y ustedes lograron el cambio.

'Segundo asalto', la nueva película de Daniel Cebrián, protagonizada por Darío Grandinetti, se ha estrenado este fin de semana.

Con 46 años, 1,84 metros y cabeza rapada, Darío Grandinetti es de esas presencias 'animales' que se comen la pantalla, al estilo de Javier Bardem.
Con 46 años, 1,84 metros y cabeza rapada, Darío Grandinetti es de esas presencias 'animales' que se comen la pantalla, al estilo de Javier Bardem.LUIS MAGÁN

Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_