La lección de Mainer
Ésta es la lección de José-Carlos Mainer. Es una y muchas al tiempo. Recoge sin duda una parte sustancial de sus intereses y obras anteriores: desde la imprescindible y apasionante Falange y literatura (1971) hasta La escritura desatada. El mundo de las novelas (2000) o una nueva versión de La doma de la quimera. Ensayo sobre nacionalismo y literatura en España (2004). Enseña, con ese bagaje, que es posible hacer, a la vez, crítica e historia de la literatura. Es posible conjugar el panorama y el detalle. Es posible reunir nombres y fechas con juicios y argumentaciones. Es posible pensar, en fin, la literatura española como sistema: un conjunto de alianzas y desplazamientos, de configuraciones ideológicas y de beligerantes imaginarios colectivos. Es posible vincular géneros literarios y pensamiento filosófico. Es posible citar -con irónica elegancia- a Derrida o a Gumbrecht sin que un Zeus de esencias hispánicas fulmine con un rayo castizo la página donde se comete tal atrevimiento.
TRAMAS, LIBROS, NOMBRES. Para entender la literatura española, 1944-2000
José-Carlos Mainer
Anagrama. Barcelona, 2005
347 páginas. 19,50 euros
Una cuestión abre el libro: "¿Hay sentido (o producción de sentido) en la operación de interrogar los nombres, los libros y las cosas?". Empezar preguntándose por el propio movimiento, como hace Mainer, garantiza que las respuestas oblicuas a las que esta pregunta obliga sean verdaderos ensayos, en los que la investigación está incluida como un paso necesario aunque nunca definitivo. Tres razones hay por lo menos para llamar "operación crítica" a este volumen. Posee, en principio, una sintomática unidad cronológica, cifrada en la perspectiva temporal de la experiencia de Mainer de los últimos diez años. Tiene, además, un carácter mixto: "Confluencia de lo académico y de la actualidad literaria". Y mantiene, por último, un talante autorreflexivo. Como él mismo afirma de su subtítulo -"para entender la historia de la literatura"- no se da aquí por sentado que esta disciplina sea un exudado natural de los libros, de su circulación y su recepción. Por ello se invoca el concepto de Gumbrecht de "producción de presencia", que insiste en el carácter tangible, visible, material y a la vez simbólico de la cultura. Se trata de interrogar la red de "múltiples relaciones (de los escritores con la realidad, de la realidad con la realidad, de los escritores con los otros escritores, de todos éstos con su público, de su público con quienes no son público)... hipótesis que tienen más de presencial que otra cosa". Después de todo, dice Mainer, precariamente "construimos (los críticos, los historiadores) cristalizaciones de sentido".
Tramas, el magnífico pri
mer apartado de esta serie de cristalizaciones, se transforma por ello en una plural, sesgada y extraordinaria introducción a la historia intelectual y literaria de la España de los últimos sesenta años a través de cuatro extensos ensayos. Los tres primeros están armados como recorridos por un año: 1944; 1952, y 1975, "el otoño del miedo" de la decadencia y muerte de Franco. El último -'El peso de la memoria o la imposibilidad del heroísmo en el fin de siglo'- piensa y comenta las formas caprichosas o recurrentes de la rememoración de la dictadura durante la transición y los Gobiernos de Felipe González a través del campo literario español. Libros, el segundo apartado, relee y vincula autores en ocasiones congelados en clasificaciones sin la menor densidad hermenéutica: aquí reviven Jesús Fernández Santos y Rafael Sánchez Ferlosio (ese "nihilista piadoso y enojado"), Millás, Guelbenzu, Pombo y los memorialistas y escritores de dietarios de la democracia, que hacen patente la crisis de la novela como género. Por fin, en Nombres, la última sección, Mainer se vuelca sobre la "dignidad de samurái" de Antonio Martínez Sarrión, sobre Guillermo Carnero, sobre Jon Juaristi, sobre Andrés Trapiello y sobre Martínez de Pisón.
¿Cómo lograr esta intensa e inteligente concreción cuando se maneja tan inmenso caudal de nombres, fechas, definiciones? Al menos, mediante dos recursos sobresalientes. El primero es el vuelo interpretativo del detalle y la precisión de las observaciones generales, como en el siguiente ejemplo, en el que una observación referida a 1944 permite comprender todavía hoy algunas claves actuales de la sociedad peninsular, de los problemas de su educación pública y de la atonía cultural de sus capas medias: "Se engañan tanto los que arguyen la indudable existencia de señas de vida intelectual en el primer franquismo como quienes hablan de un largo túnel sin evolución alguna. Era un confuso batiburrillo de sobrevivencias, de fidelidades y de voluntarismos, mezclados sin remedio a algún adanismo pueril, bastante insolencia cuartelera y a mucha picaresca semianalfabeta que componían la murga de fondo: una suerte de glaciación cultural o de nueva Edad Media (quizá por eso había tanto divulgador y tanto sintetizador afanoso) cuyo resultado iba a ser, entre otras cosas, la tajante y definitiva separación de dos culturas, la elevada y la popular, con lo que se quebró para siempre el frágil edificio populista pero integrador de la vida intelectual española de anteguerra". El segundo recurso es el arte de la cita. No es el menor de los méritos de Mainer la certera inclusión de lo más expresivo -por artístico o por abyecto- de cada época para entrelazarlo con su propio discurso. Así, las incrustaciones de editorialistas fascistas, de grandes escritores, de oscilantes conciencias, pautan minuciosas observaciones acerca de las colocaciones ideológicas y políticas de revistas y periódicos en esa "suerte de glaciación cultural" del franquismo y también en lo que lo siguió. Como muestra, la brillante elección de un inclemente párrafo de Carmen Martín Gaite: "Y ya me parecía emocionante verla seguir andando hacia el agujero donde iban a meter a aquel señor, que para ella era simplemente su padre, mientras que para el resto de los españoles había sido el motor tramposo y secreto de ese bloque de tiempo, y el jefe de máquinas, y el revisor, y el fabricante de las cadenas de engranaje, el tiempo mismo cuyo fluir amortiguaba, embalsamaba y dirigía".
Este libro traspasa la esfera de los especialistas. Es, en verdad, como propone el mismo Mainer, una "lectura moral de la literatura" española que reconstruye, sin agotarlo, el devenir cultural e histórico del reciente pasado peninsular. Una reconstrucción compleja que las obras que Mainer trata iluminan de manera indirecta: "Toda la literatura son palabras y las de la historia de la literatura, palabras sobre palabras: modos de contarlo, de esbozar un sentido".
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