Entre Segismundo y Wenceslao, nos quedamos con Vávra
‘Kingdom Come: Deliverance II’ no solo es un grandísimo juego, sino que apunta hacia un futuro de gasto razonable


Llega un poco tarde, pero llega, un comentario sobre uno de los grandes juegos de este año: Kingdom Come: Deliverance II. Ambientado en primera persona en la Bohemia del siglo XV, el juego sigue los entuertos de Henry, un herrero convertido en guerrero, y su señor, Hans Capon, inmersos ambos en un mundo lleno de conflictos políticos y guerras civiles entre dos reyes hermanos, Wenceslao y Segismundo. El juego, como el primero, destaca por su ultrarealismo, su mundo históricamente veraz y sus mecánicas de combate. El primero ya apuntaba a grande, pero cuando salió, en 2018, quedó lastrado por los problemas técnicos y los bugs. Esta secuela cura todos esos males y hace algo mejor: ofrecer una experiencia narrativa alucinante, inmersiva a más no poder, llena de personajes inolvidables, tramas cuidadísimas y diálogos y situaciones de una calidad pocas veces vista en el mundo de los videojuegos.
El resultado es más sorprendente si se tiene en cuenta que KDC2 ha costado 40 millones, mucho menos de lo que las grandes producciones suelen gastar. Se ve que ofrecer un producto solidísimo y ser uno de los juegos mejor escritos de los últimos años no tiene por qué estar reñido con una política de gastos razonada. En las primeras 24 horas después de salir, el juego había vendido un millón de copias, y los beneficios del estudio empiezan, podemos proyectar, a partir de los dos millones. Esto es, a todas luces, racional: hablamos de un juego que acabará vendiendo (contando copias con descuento) unos 9 o 10 millones de copias, es decir, puede llegar a multiplicar por 10 su coste. Será un juego existosísimo, pero lo será porque su horizonte de beneficios empezaba con dos millones de copias vendidas, no con nueve, como le pasa a tanta superproducción que, si descalabra, se lleva por delante a todo un estudio. Ya lo dijimos en su día: vender 10 millones de copias de lo que sea es muy difícil.
Me next to the entire script of Kingdom Come Deliverance that was printed on double sided paper, 2 pages per side.
— ESO_Danny (@eso_danny) January 13, 2025
Kingdom Come Deliverance 2 is double the content!
KCD 1: 800,000 Words
KDC 2: 1,700,000 Words pic.twitter.com/RtNf5TjVyp
Esta contención en el gasto se nota, evidentemente: no se puede esperar la atención al detalle y el poderío gráfico que lucen otras producciones. Bien, ¿y qué? Si KCD2 atrapa no es por el apartado visual (que por otra parte es estupendo, no nos confundamos), sino por lo que atrapa cualquier otro formato narrativo: la historia, los personajes, la ambientación, el sabor que deja de ser una obra con una mente creativa detrás dispuesta a dejar su impronta. En este caso esa mente creativa es Daniel Vávra, que a este mismo diario confesaba que los videojuegos “son el medio artístico definitivo. Combinan todas las demás formas de arte y, además, tienen un elemento único: la jugabilidad, que permite al jugador experimentar la historia”.
La historia, con mayúscula y sin ella, es la piedra angular de este juego. La desarrolladora, Warhorse, publicaba hace poco un tuit bastante cómico en el que enmendaba un tuit propio anterior que decía que el guion del juego tenía 1,7 millones de palabras. En realidad, corregía, son 2,2 millones. Si tienes 400 millones puedes comprar todo, pero si solo tienes 40, el guion es un buen sitio donde invertir. Y esta política de gasto es importante, porque el juego es sencillamente grandioso como juego, pero incluso puede tener más valor como faro en medio de la tormenta: es en estos aspectos centrales donde un juego (donde cualquier obra creativa) debe centrarse, tanto para solidificar un ecosistema sostenible como para pergeñar una obra que perdure.
Acotaba en su entrevista Vávra: “El videojuego contiene todas las formas de arte: escritura, actuación, artes visuales en todas sus variantes, cámara, iluminación, vestuario, arte conceptual, arquitectura”. De todas esas cosas que citaba da fe su propio juego, que ya está, por derecho propio, entre las mejores cosas que le han pasado a este 2025.
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