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Crítica:CRÍTICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Paternidad irresponsable

"Haremos otro... Mira, toda esta pasta para nosotros", exclama el amoral Bruno (espléndido Jérémie Renier) a su pareja, Sonia (una Deborah François que no le va a la zaga), poco después de vender al niño que ésta acaba de tener a una pandilla de traficantes de carne humana. Lo de menos es la actitud de la chica (que sencillamente se desmaya y acaba por denunciarlo a la policía); lo importante es calibrar hasta qué punto de inhumanidad e irresponsabilidad ha llegado Bruno en su camino hacia el dinero fácil y la supervivencia suburbial. La acción, la venta de un niño (que, por cierto, está en los antípodas de otras vistas recientemente en la pantalla, de La casa de los babies a La pequeña Lola: aquí estamos en Europa, y quienes venden al niño son europeos; pobres, claro está, y marginales, pero europeos), con ser terrible, deja en el aire también otras preguntas que los realizadores no pretenden responder: una de ellas, por cierto muy turbadora, es si el destino que espera al niño no será mejor que con un padre como el que acaba de venderlo.

EL HIJO

Dirección: Jean-Pierre y Luc Dardenne. Intérpretes: Jérémie Renier, Deborah François, Jérémie Ségard, Frabrizio Rongione, Olivier Gourmet. Género: drama. Bélgica-Francia, 2005. Duración: 100 minutos.

Pero no es esto lo que interesa a los belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne, sin duda alguna, los cineastas europeos que más frontal y decididamente utilizan el realismo para abordar sus historias de jóvenes conflictivos, de peripecias que ocurren en los recovecos áridos y oscuros de esta Europa del bienestar y autosatisfecha; de una Europa lejos del glamour del cinematógrafo al uso. Lo que probablemente está en la base del filme, que obtuvo brillantemente la Palma de Oro en Cannes 2005, sea el intento de penetrar en la mentalidad de alguien que no tiene precisamente el viento de cara, de un joven de clase subalterna, aunque ya desclasado y viviendo virtualmente a salto de mata.

Calvario

En este sentido, El hijo continúa la exploración sobre la condición juvenil que ya recorrieran otros filmes de los hermanos Dardenne, de Roseta a El niño. Y va un poco más allá ya desde el título, que esconde en sí mismo un curioso, bien que terrible equívoco: ¿de qué niño está hablando la película, del que es vendido, o del adulto que, al desconocer cualquier otro sistema de valores que no sean el dinero y el aquí y ahora, actúa con la despreocupación y la amoralidad de un menor de edad?

Desde ahí, la película recorre, con pulso seguro y, es tradicional en los Dardenne, sin el menor afeite (no hay música, ni maquillaje, ni ninguno de los ingredientes que hacen más llevadera cualquier historia en una pantalla, empezando con la empatía hacia los personajes), el calvario de Bruno, su pequeña vida de delincuente, el lío monumental en que se mete por obra de su irresponsabilidad. Lo hace, además, mostrando su perra, arrastrada vida, la cotidianidad siniestra en que se mueve, el trapicheo, el tirón y el darse a la fuga, la siempre volátil frontera entre cotidianidad burguesa y universo delincuente.

Y el resultado es un filme apasionante y tremendo, cortante como una navaja y con el punto de dificultad de acceso que suelen tener las películas de los cineastas belgas. Pero quien sea capaz de pasar de su hirsuta, áspera apariencia, verá también algo que no suele ser común en el cine de los Dardenne, distante casi hasta la falta de solidaridad: un soplo de calor, una comprensión, bien que distante, hacia sus personajes: un final tan abierto como, en el fondo, teñido de piedad para con unos jóvenes que son, al fin y al cabo, las víctimas propiciatorias del culto al dinero fácil en que nos movemos todos día a día.

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