Diferentes formas de vivir el dolor
Un estudio recomienda conocer mejor cómo perciben el dolor los inmigrantes para aplicar tratamientos más efectivos
Todo el mundo siente igual el dolor? Fisiológicamente, más o menos. Pero, si eso es así, ¿por qué las parturientas de cultura islámica afrontan el dolor del parto de forma diferente a las orientales o las europeas? Cuando se comparan individuos de diferentes etnias, la expresión del dolor varía. Y también puede variar la percepción, algo que se debe tener en cuenta en un sistema sanitario que debe atender a enfermos de muy diferentes procedencias. Dos investigadoras del departamento de Psicología Básica, Evolutiva y de la Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), la mexicana Penélope Infante y la española Jenny Moix, han estudiado cómo afrontan el dolor los diferentes grupos humanos y su conclusión es clara: para mejorar el resultado de los tratamientos, hay que tener en cuenta las diferencias en la percepción del dolor.
Las musulmanas no conciben insensibilizar las piernas y rechazan la anestesia epidural
Según el sociólogo y antropólogo David Le Bretón, autor de Antropología del dolor, el sufrimiento se expresa de manera muy distinta en cada persona, ya que influyen factores fisiológicos, psicológicos y sociales. "Para comprobar la intensidad del dolor de alguien nos deberíamos convertir en ese alguien", asegura. Las investigadoras de la Universidad Autónoma corroboran que el origen étnico, la cultura y el carácter psicológico del individuo influyen en la forma en que expresa el dolor, las estrategias para reducirlo y la comunicación con los médicos.
La mayor parte de los estudios sobre el dolor se han realizado en Estados Unidos y el Reino Unido. Carlos de Barutell, presidente electo de la Sociedad Española del Dolor (Sedolor), cree que "es una materia que habrá que desarrollar en el futuro". En patologías crónicas, algunos de los estudios realizados destacan que en condiciones de dolor intenso, los afroamericanos dicen sentir más dolor que los caucásicos. Del mismo modo, para una parturienta islámica la sensación de dolor no es la misma que para una hispanoamericana o una asiática. Lo confirma Antonio Montes, jefe de la Unidad del Dolor del hospital del Mar de Barcelona, donde en los últimos dos años se han multiplicado las visitas a inmigrantes. "En la consulta previa, las parturientas musulmanas rechazan la anestesia epidural. Ahora sabemos que es porque en su cultura no conciben un parto con las piernas insensibles", explica. Durante el parto, las mujeres norteafricanas, y también las suramericanas, verbalizan mucho el dolor, "incluso después de haberles administrado anestesia epidural". En cambio, las mujeres asiáticas no suelen expresarlo, ni siquiera en la fase más aguda antes de la epidural.
¿Cómo evaluar la expresión del dolor? En el hospital del Mar aplican la escala visual-analógica, "pero no es suficiente y tendremos que buscar otros métodos", reconoce Montes. Hay otros ejemplos: en las intervenciones de vesícula biliar, las mujeres españolas suelen mostrarse más satisfechas con el tratamiento posoperatorio del dolor que las colombianas, que esperan que se les elimine totalmente.
Las creencias sobre el dolor, según las investigadoras de la UAB, representan la conceptualización del sujeto sobre lo que significa. Comprender estas creencias puede ayudar en la prescripción terapéutica. Según algunos estudios realizados en Estados Unidos, los pacientes hispanos y afroamericanos con cáncer eran más estoicos ante el dolor que los anglosajones: lo ven como algo inevitable de la enfermedad y que se debe tolerar. Por este motivo, el 75% no tomaba los analgésicos y un tercio confiaba en la ingesta de té, hierbas o comidas como tratamientos alternativos. En otros estudios, los hispanos afirmaban que tomar grandes cantidades de analgésicos era perjudicial, les preocupaban los efectos secundarios y rechazaban la morfina por miedo a una posible adicción, indica Jenny Moix. También se aprecian diferencias en el tratamiento del dolor crónico: "Puede ser porque los pacientes no siguen el régimen analgésico prescrito o porque el personal sanitario subestima la intensidad del dolor", añade.
¿Cómo afrontan las etnias el dolor? Algunos estudios destacan que los afroamericanos se basan más en la religión que los anglosajones o caucásicos como esperanza para mejorar; en pacientes oncológicas, las hispanas prefieren la distracción y las caucásicas buscan más apoyo emocional. Según Infante y Moix, en el dolor crónico se tiende a la estrategia religiosa, "que puede ser eficaz como ayuda indirecta para aceptar la enfermedad y como motivación para combatirla".
Las limitaciones psicológicas también pesan cuando el dolor se cronifica: los afroamericanos muestran más miedo y tensión que los blancos, pero también refieren más trastornos de estrés postraumático, irritabilidad, trastorno depresivo y del sueño, así como una mayor incapacidad física. En pacientes con artritis reumatoide, los pacientes hispanos presentaban más síntomas de depresión que los anglosajones. En enfermedades como el cáncer, las mujeres afroamericanas sentían menor angustia y depresión que las caucásicas y, sobre todo, que las hispanas. La etnia puede dificultar también el tratamiento del dolor: al hospital de Bellvitge (L'Hospitalet de Llobregat) llegan pocos pacientes de fuera, a pesar de estar en una población con gran densidad de inmigrantes: "Las mujeres árabes vienen temerosas, acompañadas del marido o el hijo, les cuesta mucho más expresar su sufrimiento y tenemos que hacer la exploración con mucha más cautela", explica Antonio Montero, jefe de anestesiología y reanimación.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.