La violencia urbana alrededor de París abre una crisis en el Gobierno francés
Varios ministros y la oposición critican la actuación del responsable de Interior, Nicolas Sarkozy
La ola de violencia en la periferia parisiense, que la noche del martes se extendió desde el foco inicial de Clichy-sous-Bois a otras poblaciones, dejando un saldo de 250 vehículos calcinados, ha desencadenado una crisis en el seno del Gobierno de Dominique de Villepin. Principal perjudicado: Nicolas Sarkozy, ministro del Interior, presidente del partido gubernamental y principal enemigo político del primer ministro, en cuya consigna de "tolerancia cero" parece estar el origen de esta guerra. Ambos anularon ayer sus compromisos para intentar detener la espiral de una rebelión en las banlieues.
Villepin aplazó un viaje oficial a Canadá, y Sarkozy, otro a Pakistán. Anoche, como en la anterior, se produjeron nuevos enfrentamientos en varias poblaciones de los alrededores de París. La policía sostienen que se trata de grupos móviles que se desplazan de una zona a otra. Los incidentes más graves ocurrieron en Bobigny, donde decenas de jóvenes asaltaron y destrozaron un centro comercial. Tres de sus trabajadores resultaron heridos. También quemaron 40 coches, según informó la televisión.
Pero mientras en Clichy el escenario era el de un barrio en pie de guerra, los episodios del martes se parecían más a escaramuzas de grupos guerrilleros poco numerosos, que evitaban el enfrentamiento con las fuerzas antidisturbios (CRS), pero que las provocaban incendiando automóviles y contenedores de basura. La policía, que ayer explicaba que se enfrenta a "pequeñas bandas móviles" de jóvenes que se comunican por teléfono móvil y les "acosan y provocan", practicó 34 detenciones.
El presidente, Jacques Chirac, habló ayer por primera vez desde que estalló la violencia el pasado jueves, cuando murieron electrocutados dos adolescentes al esconderse dentro de un transformador, supuestamente perseguidos por la policía. Chirac pidió calma y que se aplique la ley "en un espíritu de diálogo y respeto" y el portavoz del Gobierno, Jean-Francois Copé, advirtió de que "la ausencia de diálogo y la escalada de la falta de respeto pueden llevar a una situación peligrosa". Presidiendo el Consejo de Ministros, Chirac pidió a Villepin que elabore antes de final de año un plan especial para favorecer la igualdad de oportunidades.
Sarkozy se mantuvo ayer silencioso, a excepción de una entrevista en el diario Le Parisien en la que defendía su actuación y también el lenguaje despectivo e incriminatorio que ha utilizado estos días y que, al menos en Clichy, provocó la ira de los vecinos, que se sintieron insultados al ser calificados de "canallas" y "delincuentes" de forma generalizada. "Ha llegado la hora de que la clase política hable con las mismas palabras que usan los franceses", se defendía.
Críticas internas
Pero desde su propio Gobierno le llovían críticas. El ministro de Igualdad de Oportunidades, Azouz Begag, calificaba de "semántica guerrera" las formas de Sarkozy. La mayor humillación que ha tenido que padecer el ambicioso ministro del Interior, sin embargo, tuvo lugar la tarde del martes, cuando acompañó a Villepin mientras el primer ministro recibía a los familiares de los dos adolescentes fallecidos en Clichy-sous-Bois. La semana pasada, Sarkozy había anunciado que los recibiría en su ministerio, pero el hermano de uno de los chavales rechazó la invitación tildándole de "incompetente" y pidió ser recibido por el primer ministro. Ayer, en la Asamblea, el primer ministro le echó una mano. "Sé que puedo contar con él", dijo.
Tanto la izquierda como una buena parte de los comentaristas políticos recuerdan que fue Sarkozy quien en 2003 desmanteló el modelo de policía de proximidad que había puesto en marcha el Gobierno socialista de Lionel Jospin. En clara sintonía con la campaña sobre la inseguridad ciudadana que tan buen resultado le había dado en las elecciones presidenciales de 2002, Sarkozy, entonces ministro del Interior, sustituyó este modelo, que pretendía ganarse la confianza de los habitantes de los barrios problemáticos, por una política de "tolerancia cero", confiada a las CRS. "La policía no está para organizar torneos deportivos sino para detener a los delincuentes. Ustedes no son trabajadores sociales", dijo Sarkozy en aquella ocasión.
Ésta fue una de las críticas que más se oyó de la oposición de izquierdas ayer por la tarde en la Asamblea Nacional, en la sesión de control del Gobierno. Mientras Sarkozy aguantaba el chaparrón, su mejor enemigo, Villepin, le defendía sin mucha convicción.
Zonas oscuras al margen de la ley
El problema de las ciudades dormitorio de la periferia parisiense, así como de las otras grandes ciudades francesas no es nuevo. La polémica sobre la penetración del islamismo radical y la presencia de bandas de delincuentes que controlan la prostitución y el tráfico de drogas esconden otros problemas más profundos que raramente salen a la luz: la poligamia, la ablación de clítoris, los matrimonios forzados...
En realidad esconden zonas oscuras a las que no llega la sociedad biempensante, ni los derechos humanos, ni siquiera los principios básicos de la ley. Todo esto lo reconoció ayer el primer ministro, Dominique de Villepin, ante la Asamblea Nacional.
Las posibles soluciones las aplican sólo las autoridades locales que, por lo general, carecen de medios. Por eso, desde estos barrios, el discurso de De Villepin, ayer tras el Consejo de Ministros y en la Asamblea Nacional, no tiene credibilidad, y menos las promesas de que de la elaboración de un plan para promover la igualdad de oportunidades vayan a obtener una mejora de sus condiciones de vida, ni tampoco de una movilización en la lucha contra cualquier tipo de delincuencia y la inseguridad en general, como propuso Villepin.
"Los más débiles son las principales víctimas de la violencia", dijo. "Los niños no se atreven a salir de casa, las madres no pueden ir a trabajar y los comerciantes son agredidos", añadió. "Esto no es tolerable. Nada justifica estas violencias. Nada justifica estas degradaciones". El primer ministro aseguró que pondrá las bases para que todos los ciudadanos "se puedan construir su propia vida, al margen de su origen, religión o color de piel".
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