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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Barbaridad iraní

La comunidad internacional no puede asumir como si se tratara de un parloteo brutal, pero irrelevante, las palabras del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, prediciendo y exhortando a la destrucción del Estado de Israel. Cuando, por añadidura, crece la inquietud mundial por el temor de que el programa nuclear de Teherán contemple la fabricación del arma atómica, y Washington presiona para que se lleve el asunto ante el Consejo de Seguridad, las declaraciones han de considerarse aún más tenebrosas.

El Estado de los ayatolás tiene ya algún pedigrí para la atrocidad. El fundador, Jomeini, fue el autor de las palabras originales, que Ahmadineyad repetía el martes en Teherán en una conferencia contra el sionismo. Hace unos años, el también presidente iraní Rafsanyani ya había pedido que algún Estado musulmán arrojara la bomba atómica sobre Israel, lo que entonces sólo podía hacer Pakistán, afortunadamente ajeno a esa locura.

Israel pedía ayer la expulsión de Irán de la ONU, y aunque la medida difícilmente encontrará eco suficiente, no debería ser óbice para que el mundo civilizado hiciera saber lo que piensa de semejante insania. Los líderes de la UE condenaron ayer en Londres las manifestaciones del presidente iraní y las calificaron como radicalmente opuestas a lo que cabría esperar de un miembro maduro de la comunidad internacional. El ministro de Exteriores español, Moratinos, pidió urgentes explicaciones al embajador de Teherán en Madrid.

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El mundo árabe, en general, y el palestino, en particular, del que un político israelí dijo en frase ya famosa que "no perdía nunca la oportunidad de perder una oportunidad", permanecía ayer ominosamente callado. Egipto y Jordania, que tienen relaciones con Israel, y la Autoridad Palestina, que pretende negociar la paz con el Estado sionista, deberían saber, al menos, que éste era el momento en que el silencio equivale a un asentimiento culpable.

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