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Columna
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El sonido de la forma

La galería Juan Manuel Lumbreras de Bilbao (Henao, 3) ha cometido la transgresión plástica de exponer al mismo tiempo las pinturas del artista madrileño Carlos Morago, junto a las esculturas de la bilbaína Mariemi Otaola. Como era de esperar, la máxima atracción visual ha quedado en poder de las espaciales formas tridimensionales trazadas en acero corten. Los delicados tonos grises del óleo muy licuado de los cuadros pasan desapercibidos, por no decir, perdidos como el agua en el agua. Por tanto, los comentarios de esta columna se van a centrar en la labor de M. Otaola, cuyas obras merecen una atención muy especial, porque especial y sumamente original es de donde parten sus creaciones.

Verán. Todas las esculturas de la muestra parten de la letra efe. Esa efe equivale al vacío o abertura acústica de los violines. Sabemos que sin tal abertura acústica no podría salir la música al exterior, cosa que con ella se tiene acceso al alma del instrumento. Mas dejemos la especificidad musical, por el momento, para ir al signo o figura (letra efe). Las esculturas como tales se crean a partir de los límites de esa letra. La artista tiene en su mano la decisión de dar tal o cual magnitud a los límites, consciente de que la superficie de los llenos contrastará con la oposición proporcionada al vacío de la letra efe. Una vez más se constata la enorme capacidad generativa que posee el vacío en la escultura.

Construida una escultura en dos dimensiones (el espesor apenas cuenta), el siguiente paso es ir en busca de la tridimensionalidad. En principio, y de manera balbuciente, añade una o más piezas idénticas colocándolas unas detrás de otras. Son creaciones de conjuntos simples. Después esas piezas idénticas las yuxtapone de diversas maneras, conformando ya figuras cerradas, ya figuras de escapes abiertos -siempre mediante los puntos de soldadura-, hasta que empieza a doblarlas. Lo que parecía rígido se va tornando maleable. Los ángulos van convirtiéndose en formas curvas tendentes a lo esférico. Me permito en este momento traer a colación una reflexión del presocrático Demócrito: "La esfera es, en cierta manera, un ángulo".

Si he tratado de destripar el proceso creativo de esta artista, es para salir al paso de quienes la ven deudora tanto de Jorge Oteiza, como de Richard Serra, e incluso de las continuidades de Max Bill. Su asombroso y original hallazgo procede del alma de un instrumento. Ella ha sido un médium de ese hallazgo. El talento ha surgido en un hacerse continuado, puesta su fe en la primacía de la forma. Y ya que hablamos de alma, dejemos que Kandinsky cierre el presente comentario: "El sonido musical tiene acceso al alma" (cita recogida del texto escrito por la propia M. Otaola en el catálogo de la muestra).

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