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BALANCE DE LA CUMBRE DE SALAMANCA

Un paso decisivo en la construcción iberoamericana

El autor, ministro español de Exteriores, mantiene que la reciente Cumbre de Salamanca ha demostrado la relevancia

Cuando apenas se extinguen los ecos de la XV Cumbre Iberoamericana celebrada en Salamanca, quisiera hacer un balance sobre su significado y sobre los objetivos alcanzados, que han sido muchos y de mucho calado. Es por supuesto un balance provisional e incompleto, ya que sólo el paso de los meses, e incluso de los años, nos dará la justa medida de lo que significó Salamanca en el esfuerzo de construcción de un espacio iberoamericano.

Pero creo que, desde ahora mismo, puede decirse que Salamanca ha dejado sin argumentos a quienes han venido acusando a las Cumbres Iberoamericanas de ser un mero ejercicio retórico. Poco, o nada, hay de retórica en una Declaración Final de sólo seis páginas y que, a pesar de ser sensiblemente más corta que las anteriores, les gana de largo en cuanto a contenidos, profundidad y ambición.

No es éste, sin duda, el lugar para enumerar todas las iniciativas discutidas en la Cumbre, ni siquiera las que se recogen en la Declaración. Pero me gustaría mencionar, al menos, y a título de ejemplo, el proyecto de creación de un Espacio Iberoamericano del Conocimiento, orientado a la transformación de la Educación Superior; el establecimiento de unas Bases para la elaboración de una Carta Cultural Iberoamericana; la elaboración de un Convenio Iberoamericano de Seguridad Social; y el impulso a la Red Iberoamericana de Cooperación Judicial. Quiero también recordar el compromiso de elaborar un plan iberoamericano para erradicar el analfabetismo en la región antes de 2015 y nuestra voluntad de establecer un fondo humanitario iberoamericano.

Otra novedad importante ha sido el cambio de formato de las reuniones de trabajo de los Jefes de Estado y de Gobierno. La introducción del diálogo político organizado en torno a tres grandes temas (problemática iberoamericana, migraciones, proyección internacional de la Comunidad) ha permitido articular una amplia agenda de proyectos e iniciativas, que va desde la elaboración de un modelo de regulación de los flujos migratorios en Iberoamérica hasta el canje de deuda por investigación en educación, pasando por el impulso a la negociación de acuerdos de asociación entre la Unión Europea y diferentes mecanismos de integración regional latinoamericanos.

Probablemente nada de esto -ni lo mucho que omito- hubiera sido posible sin la puesta en marcha de la Secretaría General Iberoamericana y sin el entusiasmo de su primer titular, Enrique Iglesias. La contribución del Secretario General ha sido decisiva para dar contenido a la Declaración Final y para convertir las reuniones de Jefes de Estado y de Gobierno en un foro de reflexión orientada a la acción. Mucho más, por cierto, esperamos todavía de Enrique Iglesias y de su equipo, que han asumido el papel de llevar a la práctica todos los proyectos e iniciativas alumbrados en Salamanca. Son ellos quienes, en cierto sentido, mantendrán viva y activa a la Cumbre hasta que ésta vuelva a reunirse en Uruguay a finales de 2006, y se ocuparán de que sus resoluciones no acaben convertidas en papel mojado.

Quisiera resaltar también la celebración en Salamanca, y por primera vez, de tres Foros paralelos a la Cumbre, el Foro Parlamentario, el Foro Empresarial y el Foro Cívico. A ellos se debe en buena medida la vitalidad y el realismo de los trabajos de la Cumbre. A través de ellos, la sociedad civil se ha introducido en las reuniones de Jefes de Estado y de Gobierno y ha participado de sus debates y de sus decisiones. Sin duda la vocación social y ciudadana de muchas de las propuestas de la Cumbre tiene bastante que ver con la contribución de los Foros. Confiamos en que todo ello no sea flor de un día y trabajaremos para que acaben siendo un elemento permanente del sistema de Cumbres.

Por todo ello creo que Salamanca ha abierto una nueva etapa en el proceso de construcción de "lo iberoamericano", abriéndolo más decididamente al mundo. En este sentido, la cumbre ha contado con la destacada presencia del Secretario General de las Naciones Unidas, de los máximos representantes de la Unión Europea y del Secretario General de la Organización de Estados Americanos. Todos ellos hicieron relevantes aportaciones al buen desarrollo de la Cumbre.

En Salamanca hemos puesto en pie, además, los mecanismos necesarios para que Iberoamérica tenga su voz propia en la escena internacional. Que tenga su propia voz no quiere decir que Iberoamérica tenga que pronunciarse sobre todo, porque unas veces no será posible y otras no será necesario o deseable, pero sí supone que podrá hacerlo cuando tenga algo que aportar o cuando sus intereses se vean afectados. Por ello, entre los encargos de la Cumbre al Secretario General figura la coordinación de una acción iberoamericana para que la crisis de Haití no se extienda a otros países de la zona o la preparación de una "perspectiva iberoamericana" de las relaciones entre la Unión Europea y América Latina de cara a la Cumbre birregional que se reunirá en Viena en mayo de 2006.

No quiero ser triunfalista. En Salamanca se ha hecho mucho, pero queda mucho más por hacer. Pero, desde luego, creo que hemos creado los instrumentos para seguir haciendo cosas y para seguir avanzando en la transformación de lo que inicialmente era una reunión intergubernamental en una comunidad política trasatlántica de ciudadanos a los que no sólo une la historia, la lengua y la cultura, y una buena cantidad de valores, sino que desean además unirse en proyectos y esperanzas de futuro creados por todos y por todos compartidos.

Para ello, las Cumbres son un instrumento insustituible. Sobre todo porque en Salamanca hemos renovado y reforzado su vinculación con las sociedades iberoamericanas, y las hemos dotado además de instrumentos permanentes y eficaces. A partir de ahora "lo iberoamericano" existirá y actuará, dentro y fuera de su ámbito, todos los días del año, más allá de las apenas treinta y seis horas que duraban y duran las reuniones de los Jefes de Estado y de Gobierno. Ése es el gran logro de Salamanca, aunque, como he intentado explicar, haya muchos otros.

Para el Gobierno español, la Cumbre Iberoamericana es una cuestión de Estado. Así se concibió en sus orígenes y, desde luego, este Gobierno no tiene la menor intención de desnaturalizar o instrumentalizar las Cumbres al servicio de disputas políticas coyunturales, internas o internacionales. No se trata tampoco de utilizarlas como instrumento al servicio de hegemonías imposibles y no deseadas por nadie. Se trata, nada menos, de que la relación que nació, entre luces y sombras, en 1492, se proyecte a un futuro compartido, como exige el mundo en que vivimos y como exige el respeto a una historia también compartida.

Miguel Ángel Moratinos es ministro de Asuntos Exteriores de España.

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