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PERDONEN QUE NO ME LEVANTE | COLUMNISTAS
Columna
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Fantasías en el desierto

Una de las ventajas de escribir con dos semanas de antelación es que una puede Fijar la Memoria Histórica, por expresarlo con pedantería. Es posible, es más, es incluso muy factible que dentro de quince días hayan desaparecido de los medios de difusión las imágenes y sonidos, e imágenes con sonidos, que nos mostraron, vía lo que dimos en llamar subsaharianos, la punta del iceberg de la Desigualdad.

Dada la sucesión de tragedias y catástrofes y estupideces que pueden producirse en el lapso de tiempo que queda entre mientras escribo y cuando ustedes me lean; supuesto ello, digo, me parece totalmente injusto que, como consecuencia, por entonces hayamos olvidado lo que constituye el gran hallazgo de este siglo, la nueva solución final para limpiar de pobres nuestro medio ambiente: el Desierto. Los desiertos como vertedero humano, destino último de los dolientes, panteón de los sobrantes, cuneta definitiva donde abandonar a los desechables.

Mon Dieu, quelle idée! Vergüenza debería darnos que se les ocurriera a las autoridades de Marruecos, un país-bisagra entre la negritud y la blanquitud, que bastante tiene con lo que tiene con el que tantos palacios tiene. El plan de utilizar el Desierto (uno y, por extensión, todos ellos; estamos bien surtidos, y el avance de la climatología les ofrece un desarrollo prometedor, ensanchador) como cripta de la miseria do desaparecían los ya socialmente desaparecidos ¡se nos tendría que haber ocurrido a nosotros! A los del Primer Mundo, quiero decir. Comemos mejor, tenemos el cerebro más oxigenado debido a las comodidades de nuestra vida cotidiana, disponemos de artilugios que complementan nuestras carencias después de haberlas provocado. No nos falta de nada. Pero sólo sabemos empujar. A ver, esos fuera. A ver, esos fuera de fuera, pero trátelos con humanidad, desaparézcalos de mis fronteras y de las suyas con humanidad. Y si es por ver, ya ven. A alguien con los pelos de punta y cierta costumbre de maltratar a los que no pueden defenderse, dado lo que se le venía encima -los hijos de la Desgracia Africana mezclada con el rechazo de la Unión Europea-, se le apareció el genio de Aladino, y recordó que ya Abraham había enviado al Desierto a su esclava Agar y a su hijo Ismael. Ah, las dunas, ese milenario remedio.

Los desiertos, por otra parte, carecen de alicientes para nuestras expectativas. Encierran un inconveniente grandioso, a la hora de que los utilicemos a nuestra manera civilizadora: son muy difíciles de urbanizar, no digo ya de implantar en ellos campos de golf, que es lo que nuestra generalizada educación demanda, porque todo el mundo sabe que el colmo de lo civilizado es ir con el palo de hoyo en hoyo.

¿Qué hacer con los desiertos, pues? Supongo que más de uno se habrá devanado los sesos pensando en cubrirlos con plásticos y regarlos como sea, de gota en gota o de chorrito en chorrito, pero el asunto no ha debido de funcionar porque, por mucho que busco en los anuncios, no encuentro promesas de urbanizaciones, pongamos, en el de Nubia.

Por consiguiente, teníamos un problema, los pobres, y tenemos una solución, los desiertos. Que, además, existen en todos los continentes menos Europa; hasta en California tienen el de Colorado, que con su clima ardiente y sus 78.000 kilómetros cuadrados -su capacidad, ampliada por sus profundidades de 76 metros bajo el nivel del mar- facilita fosas naturales a las que pueden ser arrojados a secarse infinitos espaldas mojadas. Olvidaba decir que esta Operación Vistas Limpias requeriría una auténtica unidad global, el no va más del entendimiento, sin complejos y a lo grande. El mundo unido, al fin, en un objetivo común.

Volviendo a lo de Fijar la Memoria Histórica. Algo así se hizo cuando se grabaron, en 1975, las imágenes recuperadas por Vicente Romero para su Informe semanal del sábado anterior: esos cientos de trabajadores españoles sin papeles, con sus trajes raídos, expulsados en un tren por Alemania, cuando la crisis del petróleo.

Si es que el mundo es un pañuelo. Lleno de mierda.

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