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PREMIOS PRÍNCIPE DE ASTURIAS 2005

España, protagonista de la modernidad

El Príncipe rinde homenaje al Rey y resalta la vigencia de la Constitución

En el año en el que celebramos, con la brillantez que anhelábamos, el XXV aniversario de nuestros premios, regreso lleno de felicidad y de esperanza a esta querida tierra de Asturias. Han pasado veinticinco años desde aquella ceremonia inolvidable en la que hicimos por primera vez entrega de nuestros premios. Desde entonces, no ha habido un solo día para la quietud ni un momento para el desánimo. Hemos andado un largo camino que apenas adivinábamos en el horizonte en aquellos comienzos llenos de esperanza.

Queremos continuar esta tarea con la tenacidad, el entusiasmo y el rigor que nos han guiado siempre, pues nuestras ilusiones iniciales están intactas y nuestros sueños no han dejado de ser, como dice un precioso verso de Cernuda, más altos que las nubes.

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El Príncipe defiende con firmeza la Constitución

Un año más, nuestros galardones han sido concedidos a personas e instituciones que hacen su ejemplar trabajo inspiradas en estos principios. Ensalzar los méritos de los galardonados, recompensar su esfuerzo y reflexionar sobre su vida y su obra es para mí una tarea especialmente grata y enriquecedora.

No puedo dejar de subrayar que también este año se cumple el trigésimo aniversario de la proclamación de mi padre como Rey de España, que alentó el nacimiento de estos premios y siempre ha respaldado su ulterior desarrollo. Quiero recordarle aquí y sé muy bien que la Princesa siente lo mismo, con toda nuestra admiración, respeto y afecto, los mismos sentimientos que expresamos a mi madre, la Reina, que ha distinguido esta ceremonia como nadie con su apoyo y presencia en todas sus ediciones.

Por ello, creo que es particularmente oportuno rendir un tributo de reconocimiento y gratitud a su majestad el Rey, al que junto a tantos otros españoles de muy diversas generaciones debemos la construcción de la España democrática de nuestros días. Los españoles podemos estar legítimamente orgullosos de este periodo de nuestra historia. Una etapa que ha transformado España en un país al fin protagonista de la modernidad, abierto y admirado en el mundo, con un bienestar creciente y convergente con los más prósperos de nuestro entorno. Un país, finalmente incorporado a la hoy Unión Europea y que ha potenciado sus vínculos con todo el mundo, especialmente en el Mediterráneo y sobre todo con Iberoamérica.

En la construcción de nuestra democracia merecen un recuerdo emocionado todas aquellas personas que cayeron víctimas de la barbarie y sinrazón terrorista, o que sufren sus persistentes amenazas y extorsiones. Con todas ellas y sus familias nos sentimos profundamente solidarios y les rendimos, una vez más, nuestro homenaje lleno de afecto.

El indudable éxito colectivo que los españoles hemos alcanzado no ha sido, sin embargo, fruto de la improvisación o del azar. Es el resultado de una admirable obra, de una decidida y sostenida voluntad de convivencia. Estos años tan trascendentales han transcurrido bajo la inspiración, la guía y el amparo de la Constitución de 1978, que, como nunca antes, tantos españoles se otorgaron ejerciendo decididamente su derecho y poder soberano. Una extraordinaria obra política y jurídica edificada con ejemplar responsabilidad, profundo sentido de Estado y una amplísima generosidad.

Esa voluntad tan firme de construir una España mejor, la España de todos y para todos, hizo posible una histórica reconciliación. Se construyó así, con el imprescindible entendimiento y concurso de voluntades de las fuerzas políticas, el pacto constitucional que está en la base de nuestra convivencia democrática, de nuestra estabilidad política e institucional y del progreso económico y social que disfrutamos. Nada de esto hubiera sido posible sin la vigencia y el respeto a la Constitución y a los valores constitucionales.

Preservar y acrecentar ese inmenso e irrenunciable patrimonio constituye una responsabilidad histórica de las generaciones actuales y venideras, en definitiva, una responsabilidad de todos. Es, además, un patrimonio imprescindible para atender las necesidades y carencias que aún perviven en nuestra sociedad, para aprovechar las nuevas oportunidades que nos abre este principio de siglo y así poder superar, unidos, los retos que nos plantea el mundo de hoy: desde los que nos impone la globalización y la seguridad colectiva, hasta los derivados de los flujos migratorios y de la necesaria protección de nuestro entorno natural.

La Corona, desde la proclamación de su majestad el Rey, promovió la devolución de la soberanía nacional al pueblo español y el pacto constitucional. Como heredero de la Corona estoy firmemente comprometido con ese proyecto de convivencia al servicio de España. Así, contando con el impulso integrador de la Corona, la Constitución nos ofrece el marco más sólido, así como los principios y valores para poder acometer con éxito el futuro de España, de forma unida, solidaria y respetuosa con la riqueza de nuestra pluralidad y diversidad territorial.

Todos estos principios, valores e ideas en que se asienta nuestra democracia y, por tanto, nuestra Monarquía parlamentaria, han sido y son también fundamento y guía de nuestros premios. Serán también el norte que, como dicen estos preciosos versos, nos ayude a construir un futuro mejor:

Con la oración del viento.

Con las voces sencillas y humildes de la hierba.

Con la larga palabra de la lluvia.

Con la constancia terca del mar contra la orilla.

Extracto del discurso pronunciado por el príncipe Felipe.

Nélida Piñon, tras recoger el Príncipe de Asturias de las Letras de manos de don Felipe.
Nélida Piñon, tras recoger el Príncipe de Asturias de las Letras de manos de don Felipe.BERNARDO PÉREZ

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