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Tribuna:
Tribuna
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Concertina o concierto

1. Hace poco más de 10 años, el Gobierno español, a fin de disuadir la migración ilegal, entonces mayoritariamente marroquí, de que traspasara el perímetro fronterizo de Ceuta, decidió erigir una doble cerca de dos metros, coronada con púas e instrumentos de detección sensibles al menor movimiento y vigilada día y noche por cámaras de vídeo. Tres años más tarde, la operación de blindaje se repitió en Melilla con el establecimiento de dos verjas de tres metros a lo largo de los 10 kilómetros que separan Benienzar de la orilla mediterránea del pinar de Rostrogordo. Según la prensa de la época, se trataba de "vallas diáfanas", dotadas de "sistemas ópticos de vigilancia y de sensores acústicos", que impermeabilizarían el acceso de "irregulares" a nuestra plaza de soberanía. El empleo de eufemismos técnicos por las autoridades de los antiguos "presidios" africanos obedecía al deseo de evitar, en palabras del entonces delegado del Gobierno en Melilla, Enrique Beamud, el término muro que, con sus connotaciones negativas, evocaba tanto el de Berlín como el desaparecido Telón de Acero.

Como escribí en estas mismas páginas (La frontera de cristal, EL PAÍS, julio 1998), la alta tecnología "destinada a separar el grano de la paja, el aleve candidato a la migración del hijo privilegiado de Schengen", no sería en ningún caso mortal, según Beamud, sino meramente preventiva. El proyecto inicial de blindaje con minas antipersona fue descartado por razones humanitarias tras la prohibición internacional de las mismas ratificada por España.

Resulta instructivo comparar la descripción aséptica, pero claramente positiva, de las medidas adoptadas en la pasada década con la visión actual que nos brinda la escalada masiva de subsaharianos de las últimas semanas: fuentes gubernamentales califican las vallas nada menos que de "tercermundistas". ¡Tantos esfuerzos de ingeniería defensiva y costosas partidas presupuestarias no han servido a la postre para nada!

2. Volvamos la vista al presente: para solucionar la situación creada por la afluencia multitudinaria de subsaharianos y modernizar el dispositivo de resguardo, nuestras autoridades han resuelto no sólo elevar el nivel de las verjas de tres a seis metros de altura, sino añadir en la parte exterior del doble vallado una nueva estructura metálica de dos metros de alto y dos metros y medio de ancho, compuesta por una serie de barras clavadas en el suelo y unidas entre sí por una red de cables en forma de laberinto. De tal modo, los intrusos perderán un tiempo precioso al extraviarse en sus meandros, lo que permitirá al Ejército y la Guardia Civil apresar fácilmente, con gran humanidad, a esos nuevos Teseos sin ovillo de Ariadna alguno, fugitivos del ubicuo y feroz Minotauro que es el hambre reinante en sus países.

La fosa excavada por las autoridades marroquíes completará a su vez una versión insólita del juego de la oca, con su espiral de casillas con trampas, pozos, ríos, etcétera, que los subsaharianos deberán recorrer a la carrera hasta el final mirífico, casi inaccesible, del El Dorado europeo.

3. La nueva barrera adjudicada a una empresa especializada en infraestructuras de seguridad contra ladrones, asaltantes e intrusos de alta peligrosidad, se empleará a partir de fines de año contra mujeres y hombres inermes, libres de toda culpa, y cuyo único delito es su instinto de supervivencia: la tentativa desesperada de huir de la miseria. Pero el dispositivo jurídico del que nos servimos -las leyes nacionales, las de la Unión Europea- no puede prevalecer sobre el derecho natural a la vida de los seres humanos. Las imágenes innobles de los jóvenes apriscados por la Guardia Civil y conducidos por la Gendarmería y Fuerzas Auxiliares marroquíes, esposados y hambrientos, a las inmediaciones del desierto de Buarfa y de allí a Guleimín, Smara y Dajla, ofenden a la humanidad entera. No se puede emplear la fuerza de dos Ejércitos contra unos fugitivos que no asaltan, como se lee en nuestra prensa, sino que saltan con ayuda de patéticas escalas artesanales y corren, con grave peligro de sus vidas, en pos del sueño de una existencia decente que el orden internacional, no ya injusto sino criminal, les niega.

4. Cuanto ha ocurrido era totalmente previsible. Desde hace media docena de años, el número de subsaharianos que se concentran en el norte de Marruecos disparaba todas las alarmas. Conforme se reducían las posibilidades de cruzar el Estrecho en pateras a causa de los nuevos dispositivos de vigilancia instalados en la otra orilla, la zona comprendida entre el cabo Malabata y Ceuta dejó de ser un lugar de tránsito para convertirse en una inhóspita y desvalida sala de espera. Centenares, y pronto millares de clandentinos, controlados a menudo por redes mafiosas, subsistían en condiciones miserables en las cuevas y zonas boscosas próximas a Ksar es-Sghir y Jbel Musa. Los más afortunados se hacinaban en las pensiones de la medina de Tánger o en las chabolas de las afueras y se aventuraban a veces a pedir un bocadillo o unas monedas en el centro de la ciudad. Como me dijo el pasado verano un amigo tangerino, buen conocedor del tema, aquello era un polvorín. Con el endurecimiento del acoso policial marroquí y la proximidad del frío y las lluvias, el polvorín explotó. Las "nubes de langosta africana" evocadas por Claudio Sánchez Albornoz en su visión de España como centinela secular de Occidente, han mudado de piel. Ya no son las de la temida morisma sino las de la tropa harapienta, sin armas ni jerarquías, de la pobreza africana.

5. ¿A quién incumbe la responsabilidad de tal catástrofe humana? En España se apunta con el dedo a Marruecos y en Marruecos a Argelia. Nuestra prensa, ONGs y partidos de casi todo el espectro político acusaban hasta hace poco a Rabat de laxismo e intenciones ocultas, y éste argüía con razón que sus larguísimas fronteras -3.200 kilómetros incluido el Sáhara Occidental- son imposibles de controlar y se han convertido en los últimos años en un auténtico coladero. Los subsaharianos rechazados a Argelia regresan inmediatamente a nuestra antigua zona de Protectorado sin que nadie se lo impida. Millares de subsaharianos son así objeto de una cruel partida de pimpón entre Uxda y Maghnia.

Con todo, la responsabilidad primera y más alta corresponde sin duda a la Unión Europea. España no puede ser el gendarme de ésta ni asumir el ingrato papel de matón sacabullas. Financiar a Marruecos para que "mejore" su dispositivo policial -algo que todavía no se ha hecho y que resulta extremadamente difícil para un país cuya renta per cápita es 12 veces inferior a la nuestra-, tampoco va

a la raíz del problema: el de la gravísima situación endémica de la mayoría de países del África subsahariana -hambre, desertización, pandemias, guerras civiles o étnicas- sin que los 25 hagan lo necesario para remediarla. Los movimientos migratorios en busca de mejores condiciones de vida son tan antiguos como la humanidad misma. El perpetuum mobile no obedece, como pretende el PP, al efecto llamada supuestamente provocado por la última regularización de inmigrantes, sino a la indiferencia de los Grandes a la mezcla mortífera de abandono y miseria que se ceba en la casi totalidad del continente vecino.

Dicho esto, resulta cuando menos paradójico que quienes acusaban a Zapatero de ceder al chantaje marroquí y a Rabat de una perversa estrategia de presión en nuestras plazas de soberanía, clamen ahora contra la violación de los derechos humanos de los expulsados manu militari. ¿Habrá que recordar a los jerarcas del PP sus vuelos chárter con "irregulares" convenientemente esposados y drogados? El ejercicio de cinismo de Acebes y sus correligionarios rebasa los límites de la decencia. ¡El mismo señor que hacía muecas de desdén durante la intervención de Pilar Manjón en el Congreso de los Diputados se rasga su recién estrenada clámide compasiva y derrama de súbito lágrimas de iguana!

6. A cuantos ignorábamos la existencia de cuchillas y concertina en las supuestas vallas diáfanas del perímetro melillense y ceutí, la dura realidad de lo acaecido nos revela la inhumanidad de quienes idearon tal arma de disuasión. Las imágenes de los guantes, zapatillas deportivas y prendas ensangrentadas enganchados en los alambres de espino no pueden dejar indiferente a nadie. Catorce cadáveres y multitud de heridos en hospitales españoles y marroquíes cifran el cuadro de iniquidad y horror del que todos los gobiernos implicados, tanto de Europa como del Magreb y África subsahariana, son en diverso grado culpables. Sólo el anunciado concierto entre la Unión Europea y la Africana podrá regularizar los flujos migratorios que conducen a situaciones bochornosas como las vividas estos días. La conferencia propuesta por Zapatero no deberá centrarse en medidas policiales, humanitarias, sino económicas y sociales. Sin éstas, todo quedará en gestos bien intencionados y palabras hueras.

La revelación de la existencia de campos de concentración en la isla de Pantellaria, ocultos hasta hoy por las autoridades italianas, se suma a la tragedia de los enclaves españoles de África. A falta de combatir eficazamente la pobreza y las actuaciones de las mafias que trafican con seres humanos, la Fortaleza Europea castiga una vez más a las víctimas. Pero, ¿puede llamarse democrática una sociedad que vive entre muros y alambradas con la conciencia tranquila?

7. Según el Diccionario de uso del español de María Moliner que tengo a mano, la concertina es "un acordeón con las caras cubiertas de forma exagonal u octogonal, con teclado en ambas y de fuelle muy largo". Este ignorado instrumento ha cobrado últimamente una celebridad inesperada en la frontera de nuestros enclaves. Una multitud desesperada y exhausta escaló frenéticamente el teclado, reforzado con cuchillas y púas, impulsada por la fuerza imparable del fuelle: la de un continente entero cuyo expolio ha mermado apenas desde que Conrad lo expuso de forma magistral en En el corazón de las tineblas.

La "concertina" destinada inútilmente a vallar el océano en el que se ahoga el 40% de la población del planeta ¿seguirá aún de forma disfrazada o será sustituida por un concierto?

Juan Goytisolo es escritor.

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