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Columna
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Presidentas

La elección de Angela Merkel para la cancillería alemana (primera mujer y procedente del Este) ha despertado curiosas reacciones y traerá importantes consecuencias. Se debate hasta el nombre de la cosa. Italianos y franceses dicen "cancillera", pero aquí Lluís Bassets subrayaba que la Academia lo prohíbe. Cierto rotativo ha llegado a nombrar a Merkel Miss Alemania, aunque ya en campaña habían menudeado las típicas consideraciones relacionadas con su "condición de mujer": que si aparecía muy tiesa en los mítines, que si repetía los trajes con demasiada frecuencia (¡!)... que si finalmente aceptaba mejorar el peinado y aparecer "más femenina...". Cuando Merkel mete la pata el ruido es como si la metiera una manada de elefantes, y hasta su propio mentor Kohl la ha llamado siempre "la muchacha". Aún así, Bassets otorga a esta elección la misma importancia que si una mujer negra llegara a la Casa Blanca (por el momento, Hillary se prepara). Un fantasma recorre también Europa. En Francia, la posibilidad de que Ségolène Royal solicite la investidura del Partido Socialista para las presidenciales del 2007 ha levantado ampollas entre sus compañeros, cuyo comentario más amable es: "¿Quién se ocupará entonces de los niños?". Prefieren que siga conformándose con ser la mujer del primer secretario del partido, pero Royal, madre de cuatro hijos, lleva su propia carrera y es la segunda en popularidad. También la ministra de Defensa, Michèle Alliot-Marie, ha empezado a postularse.

Las reacciones, desde derecha o izquierda, son igualmente virulentas y hasta groseras: "La elección presidencial no es un concurso de belleza"; "cuanto más locos, más reiremos", perlas cargadas de "lógica" agresividad en un país donde el mitin final socialista del referéndum europeo fue exclusivamente masculino, y que aparece en el puesto 74 en diputadas detrás de Mozambique, Seychelles o Surinam (la ONU destaca que las mujeres ocupan menos del 20% de los escaños mundiales). Incluso España ha avanzado más en la paridad, aunque algunas parezcan puestas a propósito para demostrarnos "lo mal que lo hacen las chicas". Consolémonos pensando que por cada mujer boba hay veinte hombres inútiles a sustituir.

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