Amanecer balcánico
La aspiración balcánica de integrarse un día en la Unión Europea ha recibido un empujón significativo con la doble decisión de la UE de iniciar negociaciones de adhesión con Croacia y de asociación con Serbia-Montenegro, un escalón preliminar en un camino más largo y prolijo.
La Unión exigía a Croacia como precondición su plena cooperación con el Tribunal de La Haya y la entrega de sus criminales de guerra. Ha sido un informe favorable de la fiscal Carla del Ponte sobre aquel cumplimiento el que ha permitido finalmente a los jefes de la diplomacia europea decidir en Luxemburgo -en la crítica reunión que dio luz verde a Turquía- el comienzo del proceso que culminará con la incorporación de Zagreb. Hace seis meses, sin embargo, Del Ponte congelaba las conversaciones de la UE con el Gobierno croata por obstrucción manifiesta en el caso del general Ante Gotovina, un héroe en su país, huido desde que el alto tribunal de la ONU decretara hace cuatro años su encausamiento por crímenes de guerra durante la ofensiva final de Zagreb para liberar su territorio de manos serbias, en 1995. Incluso el mes pasado, la fiscal jefe para la antigua Yugoslavia declaraba que Zagreb y el Vaticano protegían a Gotovina, al que situaba escondido en un monasterio franciscano en Croacia.
El cambio súbito de Del Ponte -de obstrucción a plena cooperación en pocas semanas- no se sostiene con los datos conocidos. O bien Croacia ha accedido secretamente a entregar la cabeza de Gotovina a cambio de que se le abran las puertas de la UE, o bien, como sugiere la evidencia, la diplomacia ha jugado sus cartas para evitar una crisis mayor en la maltrecha Europa. Croacia, así, ha sido en Luxemburgo la moneda de cambio para que Austria, tradicional protectora de su vecino católico sureño, diera su brazo a torcer y retirase el veto a Ankara.
Al margen de este chalaneo -que quizá impida a la UE exigir con la misma convicción a futuros aspirantes balcánicos la entrega previa de sus criminales de guerra- la decisión adoptada sobre Croacia pone de relieve una voluntad clara de acoger a otros países de la región, incluyendo en su momento a Albania y ex repúblicas yugoslavas como Bosnia o Macedonia. Súbitamente, el renqueante motor diplomático balcánico cobra revoluciones, como lo confirma el anuncio de inminentes negociaciones sobre la situación final de Kosovo, el protectorado de la ONU en Serbia de mayoría albanesa. Aunque formalmente fuera del esquema anterior, Kosovo es un factor crucial en la estabilización final de los Balcanes, esa crónica pesadilla de Europa.
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